¿Ha vuelto la fe al Partido Demócrata en Estados Unidos?
Puede ser que sea parte de la estrategia política de Joe Biden. Puede ser que sea verdad. O que la dura crisis por la que está pasando Estados Unidos –líder mundial en contagios y muertes por la Covid-19—haga a Biden y a los Demócratas volver a lo esencial.
De lo que no puede haber dudas es que el discurso de aceptación de Biden a la candidatura para la presidencia de Estados Unidos, con el cual culminó la semana pasada la Convención Nacional Demócrata, cerró una Convención atípica y, como han dicho los medios especializados, “inusualmente llena de fe”.
El ex vicepresidente del segundo mandato de Barack Obama, ahora oficialmente candidato a la presidencia del país más poderoso del planeta, fue jaleado por sus partidarios cuando en su discurso de aceptación recordó los momentos durísimos por los que ha pasado al perder a su primer esposa y a su hijo.
“Encontré que la mejor manera de superar la pérdida y el dolor es hallar un propósito: como hijos de Dios, cada uno de nosotros tiene un propósito en nuestra vida”, dijo Biden, quien –de triunfar sobre Donald J. Trump el próximo 3 de noviembre—sería en el segundo presidente católico en la historia de EE. UU.
Los Demócratas –más en los últimos años, en oposición a los Republicanos—han tenido “un problema con Dios”, que se ve reflejado, por ejemplo, en la compañera de fórmula de Joe Biden, Kamala Harris, partidaria de fortalecer los servicios de “salud reproductiva”, el aborto, como parte de los derechos de la mujer.
Pero Biden, en otra parte de su discurso, lanzó la siguiente promesa, ante la pérdida de liderazgo mundial de Estados Unidos, sobre todo en materia de democracia y alianzas estratégicas con Europa: “Tenemos un gran propósito como nación: abrir las puertas de la oportunidad a todos los
estadounidenses para salvar nuestra democracia y ser una luz para el mundo, una vez más”.
En otras palabras, Biden estaría reintroduciendo en la misión del Partido Demócrata el interés perdido –o cuando menos bastante oculto—de administraciones como las de Bill Clinton o las del propio Barack Obama en un tema que todavía es prioritario en la vida de millones de estadounidenses: la religiosidad.
Hay una gran cantidad de analistas que hablan de que si bien la cultura católica –y su reflejo: la cultura política—de Joe Biden no es, precisamente, ortodoxa (sobre todo en temas como el del aborto, en el que está en contra por su fe, pero dice que no se lo puede imponer a otros como ley), sí lo es profundamente estadounidense.
¿Qué quiere decir esto?
Que va mezclada una espiritualidad de cuna, de tradiciones (como la del Día de Acción de Gracias, la Navidad, la asistencia dominical a los servicios religiosos, la moral de la leyenda impresa en los dólares) que se han vuelto parte del calendario civil, mezclada con la eficiencia política: los Demócratas buscan a los desencantados de Trump y a los no-religiosos (que aumentan día con día).
Aunque en alguna ocasión un sacerdote le negó la comunión a Joe Biden, lo cierto es que el catolicismo ha sido parte fundamental de su presencia política. De hecho, el lema de su campaña: “Una batalla por el alma de la nación”, ya tiene en sí una referencia religiosa que muchos demócratas estarían retomando frente al pragmatismo de Trump de “Hacer de nuevo grande a Estados Unidos”.
Y sobre este basamento de fe católica, los Demócratas van a hacer lo que resta de campaña –una campaña que le ha quitado a Joe Biden la posibilidad del cara a cara, una de sus armas principales—una notable diferencia a la campaña de los Republicanos, en esa mezcla de eficacia del mensaje y moral característica del “modo estadounidense de hacer política”.
Un recuento de las intervenciones sobre Biden de los principales oradores en la Convención Demócrata que hace la agencia AP permite observar el calado de esta “nueva” manera de enfrentar la estrategia política que despliega el Partido que le quiere arrebatar la reelección a Donald J. Trump:
El ex gobernador de Ohio, John Kasich, un republicano, se refirió a Biden como «un hombre de fe». La ex primera dama Michelle Obama lo llamó «un hombre profundamente decente, guiado por la fe». La segunda esposa de Biden, Jill (también católica) dijo que la «fe de su esposo está en la Providencia de Dios».
Pero hay más: la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, declaró durante la Convención, que «la fe de Joe Biden en Dios le da la fuerza para liderar». Y el ex presidente Barack Obama lo describió como «alguien cuya fe ha soportado la pérdida más dura que existe», refiriéndose a las muertes de su primera esposa y de su hijo.
Los estrategas Demócratas han convertido la religiosidad de Biden, su catolicismo de cuna, en una “ventaja” electoral. Después de todo, los católicos constituyen una cuarta parte del electorado de Estados Unidos. Y es la denominación cristiana más grande del país del norte.
¿Se utiliza la religión para buscar votos?
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