En Cuba, hace dos años, Francisco definió el propósito y sentido de la visita que está por realizar. Una clave de lectura
por Luis Badilla
El domingo 20 de septiembre de 2015, en la Plaza de la Revolución de La Habana, después de la misa y antes de rezar el Angelus, sorpresivamente el Papa Francisco dijo: “En este momento me siento en el deber de dirigir mi pensamiento a la querida tierra de Colombia, consciente de la importancia crucial del momento presente, en el que, con esfuerzo renovado y movidos por la esperanza, sus hijos están buscando construir una sociedad en paz. Que la sangre vertida por miles de inocentes durante tantas décadas de conflicto armado, unida a aquella del Señor Jesucristo en la Cruz, sostenga todos los esfuerzos que se están haciendo, incluso en esta bella Isla, para una definitiva reconciliación. Y así la larga noche de dolor y de violencia, con la voluntad de todos los colombianos, se pueda transformar en un día sin ocaso de concordia, justicia, fraternidad y amor en el respeto de la institucionalidad y del derecho nacional e internacional, para que la paz sea duradera. Por favor, no tenemos derecho a permitirnos otro fracaso más en este camino de paz y reconciliación”.
A los observadores más expertos y sagaces esta reflexión del Papa les llamó inmediatamente la atención por dos razones: son rarísimas las circunstancias en las que un Papa que visita una determinada nación hace referencia a situaciones de otro país. Además es bien sabido, desde siempre, el interés de Francisco por el proceso de paz en Colombia, sobre el que ha hablado en diversas oportunidades; pero en Cuba lo hizo de manera acabada y precisa, y en consecuencia sus palabras sobre el tema siguen siendo hasta hoy las más importantes y completas que haya pronunciado públicamente sobre Colombia.
Sin hacer ninguna referencia puntual, dos años atrás el Papa trazó con claridad y precisión las grandes líneas de la negociación en curso en aquel momento entre la guerrilla de las Farc y el gobierno del presidente Manuel Santos. Releyendo estas palabras, se podría llegar a la conclusión de que, aunque fueron pronunciadas hace tiempo, en realidad son las que mejor identifican y comunican la razón última que está detrás del viaje del Papa Francisco a Colombia entre el 6 y el 10 de septiembre próximo.
En estos días de relativo reposo en el Vaticano, el Papa Francisco ha seguido preprarando su viaje en el espíritu de sus mismas palabras en Cuba, y ciertamente el contenido de las 12 alocuciones que como mínimo pronunciará en el país seguirán la misma línea que ya conocemos. Para él y para la diplomacia de la Sede Apostólica, el punto de partida y también el de llegada, es uno solo, claro, relevante y sin alternativas: la paz.
Para el Papa Bergoglio el bien supremo y más preciado de cualquier comunidad humana es siempre y en cualquier circunstancia la paz: la paz verdadera, auténtica, duradera, estable y arraigada en el corazón. De este bien supremo nace la protección y garantía de muchísimos otros derechos inalienables, como la vida, el alimento, la justicia, la libertad de culto y de credo religioso… Sin la paz, ninguno de estos derechos será nunca posible.
En este sentido el viaje del Papa a Colombia, dentro de pocos días, es sin duda el más abierta y declaradamente político. La relación no debería escandalizar porque al asociar al Papa Francisco a la política obviamente no se politiza el ministerio pontificio sino que en todo caso se ennoblece el rol de la política. El Papa Francisco ya ha enseñado innumerables veces, con palabras y con gestos, en qué consiste la verdadera y alta política, la que se traduce en una forma de caridad y se la ejerce como una actividad totalmente orientada a la consecución del bien común de los conglomerados humanos.
Creo que en estas consideraciones se puede identificar la clave de lectura del viaje de Francisco a Colombia. Pensando en el futuro, y al enorme esfuerzo del Papa, la gran tarea que espera a la Iglesia en Colombia consiste en preparar y entrenar con éxito una especial capacidad para transmitir dentro del pueblo colombiano lo que el Pontífice desea.
Hoy Colombia es una nación a mitad de camino: no está en paz pero tampoco está en guerra. La cuestión, entonces, es ¿hacia dónde ir? Francisco ha señalado un camino: hacia la verdadera reconciliación, con coraje y amplitud de miras. Lo exige también la memoria de las víctimas que estarán constantemente presentes en el magisterio del Papa.
Este será seguramente el llamamiento que hará el Santo Padre a la clase gobernante colombiana, que tiene por delante la prueba más difícil desde el día de su independencia de la corona española.
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