Por primera vez en la historia, una delegación de la Santa Sede asistió oficialmente a la apertura de unos Juegos Olímpicos en calidad de observadora. Habla con el Vatican Insider el jefe de la comitiva papal en las olimpiadas invernales de PyeongChang
El Vaticano está cada vez más cerca del Comité Olímpico Internacional. Tras acudir a las aperturas de dos Juegos, la Santa Sede se muestra lista para ir más allá. La posibilidad de formalizar una relación estable con el máximo órgano del deporte mundial es concreta. En las olimpiadas invernales de PyeongChang, los dirigentes olímpicos se sorprendieron al ver un sacerdote entre ellos. Lo recibieron con simpatía. Era Melchor Sánchez de Toca, jefe de la delegación pontificia. Pero la aspiración es colaborar, no competir. “Jamás veremos a una bandera papal desfilar entre los atletas, simplemente porque no es nuestra misión”, advirtió.
Subsecretario del Pontificio Consejo de la Cultura, este afable presbítero español fue el rostro del Papa en Corea del Sur. “Nosotros estuvimos allí como observadores, como su nombre lo indica. Observando y tomando nota, es el primer contacto oficial y por lo tanto no habría sido prudente exponerse más”, explicó en entrevista con el Vatican Insider.
Destacó la importancia de vivir, desde adentro, la reunión del movimiento olímpico. Eso le permitió establecer “innumerables” contactos personales “muy fuertes”. “Me han visto no sólo como el representante de la Santa Sede, algunos de ellos se me acercaron como sacerdote”, reveló. Una identificación religiosa que no le causó problemas, más bien todo lo contrario.
“Es la primera vez que ocurre. He oído decir que (Juan Antonio) Samaranch, el histórico presidente del COI, los domingos llamaba algún sacerdote para que celebre misa para él, pero una presencia como la nuestra no se había visto. (Al verme) los delegados inicialmente manifestaban sorpresa. Superada esta sorpresa sentimos una grandísima simpatía. Hay que decir que la figura del Papa Francisco es el mejor billete de presentación y abre todas las puertas del mundo”, confesó.
Sentado en su butaca, detrás de un cartelito con la inscripción “Holy See”, Sánchez de Toca pudo seguir el tenso encuentro durante el cual los dirigentes abordaron la exclusión del Comité Olímpico Ruso de los juegos coreanos. “No hay duda que hubo una acción planificada, organizada y sistemática para manipular los test antidopaje. Una acción probablemente impulsada por el gobierno, pero con la aquiescencia del comité descalificado”, contó. Por eso, recordó, los atletas de ese país (comprobadamente limpios) compitieron bajo la bandera olímpica.
También pudo asistir, como testigo privilegiado, al acercamiento entre las dos coreas gracias a la “diplomacia del frío”. Evocó el discurso del presidente del COI, Thomas Bach, en el cual aclaró que el deporte no puede crear la paz pero tiene la capacidad de ofrecer pequeños signos que preparen el camino. Destacó la firme voluntad del presidente de Corea del Sur, Mon Jae-in, por integrar atletas del Norte, incluso pese a la crítica de su propia base electoral que lo considera una rendición ante Kim Jong-un, quien usaría eso para conseguir reconocimiento y seguir torturando a su pueblo.
“Merecía la pena intentarlo, recuerdo la emoción que sentimos todos cuando entró la delegación de Corea, cerrando el desfile, marchando bajo la bandera de la Corea unificada. Un pueblo muy reservado en la expresión de sus sentimientos se desató con los aplausos y la emoción. Los atletas y el mundo del deporte han hecho su parte, terminadas las olimpiadas les tocará a los políticos continuar el diálogo”, estableció.
A decir verdad, Melchor Sánchez de Toca ya había estado presente en la apertura de unos Juegos Olímpicos. Gracias a una “invitación personal” viajó como enviado vaticano a Río de Janeiro en 2016. Todo esto, producto de un consistente acercamiento entre el COI y la Santa Sede. En abril de aquel año, el presidente del Pontificio Consejo de la Cultura, el cardenal Gianfranco Ravasi, visitó la sede del Comité en Lausana (Suiza) y, en octubre siguiente ,el Vaticano organizó un gran encuentro sobre fe y deporte, con la presencia de altos dirigentes del movimiento olímpico.
Ambas partes se encuentran en ruta de convergencia. Apuestan a un vínculo “ganar-ganar”, destinado a profundizarse. “Hay cierta sensibilidad en el mundo del deporte hacia una dimensión espiritual que complete los valores y los ideales del movimiento olímpico”, constató el sacerdote.
La relación con la Santa Sede en tiempos de un Papa aficionado, también parece interesar mucho al COI, empeñado en una operación que debería llevar a juegos más cercanos a la gente, con menos impacto para el medio ambiente y para los presupuestos de las ciudades o países que los acogen. Una especie de “reforma” cuyo objetivo es menos despilfarro de dinero, más rigor y control en las cuentas, más transparencia y menos gastos injustificables. En este renglón, el apoyo moral del Vaticano podría marcar la diferencia.
“Es claro que no estamos ahí para competir. Algunos preguntan cuándo habrá una bandera vaticana en el desfile de atletas, yo creo personalmente que nunca. Sin embargo, pienso que esta relación debe crecer y el sentido es que existe un intercambio recíproco que puede ser muy provechoso para las dos partes”, precisó Sánchez.
Explicó que para participar oficialmente del COI se requiere crear un comité olímpico nacional, pero subrayó que sería técnicamente imposible crear uno en la Ciudad del Vaticano por no tratarse de país sino de una forma jurídica sui generis creada como solución al problema de las relaciones entre Italia y la Santa Sede. Pero ello, aclaró, no impide buscar alternativas como, por ejemplo, el establecimiento de una oficina de relación permanente.
Una opción que ilustró en estos términos: “La evolución natural de nuestra presencia en los Juegos es la creación de una relación estable, que se puede formalizar entre la Santa Sede y el Comité Olímpico Internacional, que ya tiene un representante permanente en las Naciones Unidas. Él mismo podría estar también acreditado ante la Santa Sede y, viceversa, la Santa Sede nombrar un delegado. Es cierto que el COI no es un organismo intergubernamental pero su peso es tal que podría buscarse una solución”.
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