La Arquidiócesis de Los Ángeles (Estados Unidos) publicó la última homilía que tiene grabada de Mons. David (Dave) O’Connell, asesinado el 18 de febrero a los 69 años de edad.
Por Walter Sánchez Silva
George Gascón, fiscal del Distrito de Los Ángeles (Estados Unidos), informó el 22 de febrero que Carlos Medina, esposo del ama de llaves del Prelado, admitió haber cometido el crimen.
Gascón explicó que Medina podría recibir una condena de entre 35 años de cárcel y cadena perpetua.
A pocos días de que se celebren los funerales de Mons. O’Connell, del 1 al 3 de marzo, la Arquidiócesis compartió, en su publicación Ángelus News, la homilía que pronunció en la Catedral de Los Ángeles el 11 de febrero, fiesta de la Virgen de Lourdes.
Un especial amor por la Virgen de Lourdes
En su homilía, Mons. David O’Connell les dijo a los fieles que “el corazón de nuestra Santa Madre está lleno de amor por ustedes. Tengo un especial amor en mi corazón por Nuestra Señora de Lourdes, porque, las pocas veces que he estado allí, realmente se puede sentir su amor muy presente”.
En ese sentido, aseguró que para todos los que han peregrinado a Lourdes ha sido “una experiencia hermosa”, y recordó que la última vez que estuvo presente lloró de la emoción con solo llegar a la entrada, donde estaba comenzando la procesión.
De inmediato “vino a mi corazón, a mi mente, el recuerdo de cuando solía volver a casa, a Irlanda, cuando mi madre vivía y me esperaba en la puerta. Siempre era una gran alegría verla, y una alegría ver lo feliz que estaba de que yo estuviera en casa”, contó el Obispo O’Connell.
“Cuando fui a Lourdes la última vez, tuve exactamente la misma sensación. Que nuestra Santa Madre estaba…; casi podía sentir su alegría de que yo estuviera allí, y podía sentir su amor por mí, dándome la bienvenida a casa”, compartió.
Recurrir primero a la Virgen cuando se necesita ayuda
Ese día, la lectura del Evangelio fue sobre las Bodas de Caná, en las que Jesús hizo el milagro de convertir el agua en vino.
El Prelado recordó que la Virgen solicitó a Cristo que ayude a los novios porque el vino se había acabado y, aunque al principio Él responde que “todavía no ha llegado mi hora”, María se dirige a los sirvientes y les pide que hagan lo que Jesús les diga.
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