El 14 de mayo de 2020, todos los creyentes de las diferentes tradiciones religiosas están invitados a rezar y ayunar para que llegue el final de la pandemia. Entrevista realizada a Mons. Yoannis Lahzi Gaid, secretario del papa Francisco y miembro del Alto Comité para la Fraternidad Humana creado tras el histórico encuentro en Abu Dhabi entre el Santo Padre y el Gran Imán Al-Tayyeb.
Mons. Yoannis Lahzi Gaid, ¿cómo surgió la idea de realizar el 14 de mayo un día común de oración y ayuno para cristianos y musulmanes
La idea nació dentro del Alto Comité para la Fraternidad Humana durante la última reunión que tuvo lugar el 31 de marzo de 2020 por videoconferencia a causa de Covid-19. La iniciativa nació de la pregunta: ¿cómo podemos dar una respuesta común ante un peligro común? La respuesta fue «rezando juntos como hermanos».
¿Cómo progresa el trabajo del Alto Comité nacido tras la reunión de Abu Dhabi hace poco más de un año y cuáles son sus proyectos futuros?
El Alto Comité continúa con gran entusiasmo y buena voluntad para llevar a cabo su misión, que es la de fortalecer la fraternidad y difundir los valores mencionados en el Documento sobre la Fraternidad Humana, a través de iniciativas concretas, como la invitación a la oración, al ayuno y a las obras de caridad previstas para el próximo 14 de mayo, así como la promoción del premio «Fraternidad Humana» que se otorgará cada año a las personalidades reconocidas como promotoras de fraternidad, y también la construcción de la «Casa de la Familia Abrahámica», que tendrá lugar en Abu Dhabi para concretar el valor de la fraternidad y el respeto de las diferencias y divergencias. La fe en Dios debe unir y no dividir, o ir tan lejos como para justificar la violencia.
El Documento sobre la Fraternidad Humana ha sido profético al afirmar la hermandad universal. De hecho, el Coronavirus no ha hecho ninguna diferencia entre ricos y pobres, entre Occidente y Oriente, entre países desarrollados y en vías de desarrollo... somos iguales, somos hermanos, tanto en el peligro como en la lucha.
Algunas personas hablan de sincretismo y entran en polémica cuando hablamos de una oración con una dimensión interreligiosa. ¿Por qué podemos decir que no es sincretismo y cómo podemos actuar para que se entienda mejor?
La oración es un valor universal presente en el hombre desde todas las épocas y todos los tiempos. Esto es un hecho. Invitar a todos a rezar juntos, cada uno según su propia fe y creencia, no sintetiza sino que refuerza el valor de la oración y la hermandad. Como sacerdote y cristiano que reza cada día la oración que Cristo enseñó a sus discípulos: el «Padrenuestro», tan solo puedo ver en esta invitación la mano de Dios que une a todos los hermanos y a sus hijos en un acto de oración. Esto no debilita mi fe en Cristo, el único Salvador del mundo, sino que la fortalece, sabiendo que solo Dios puede transformar el mal en bien, una pandemia en una oportunidad de hermandad, la oración en fortaleza. No podemos olvidar que Dios, que hace llover sobre buenos y malos, hace brillar Su sol para todos. Y fue precisamente con este propósito que el santo papa Juan Pablo II lanzó el Encuentro Internacional de Paz en Asís en el lejano año 1986, donde los participantes rezaron cada uno según su fe.
Por lo tanto, la iniciativa desea unir a todos los hombres y mujeres para invocar el fin del Coronavirus. Esta sería la primera vez que toda la humanidad se une con un solo propósito: rezar juntos, cada uno según su propia fe, dando así prueba de que la fe une y no divide.
El Covid-19 nos ha puesto a todos de rodillas, pero estar de rodillas es la mejor posición para rezar. El virus nos ha dado a entender nuestra fragilidad y la necesidad de unirnos como hermanos. No podemos arreglárnoslas por separado, sino todos juntos.
En su experiencia personal, en Egipto, su país, ¿qué puede decir sobre el papel de la Virgen María en la amistad espiritual islámico-cristiana?
La figura de la Virgen María es fundamental en el diálogo interreligioso con los musulmanes que la veneran y respetan. En Egipto, muchos musulmanes van a los santuarios marianos a rezar y algunos incluso le hacen promesas. La figura de la Virgen María, así como el Documento sobre la Fraternidad, pueden representar «puntos comunes». Siempre es mejor empezar el diálogo con lo que une que con lo que divide. Esto no significa nunca fallar en nuestro deber de proclamar la verdad del Evangelio y de nuestra fe, sino hacerlo con caridad, respeto y humildad. La determinación nunca significa arrogancia. Cristo, que nos ordena llevar el Evangelio a todo el mundo, nos pide también que amemos y oremos por todos, es decir, que no caigamos en la trampa de los fariseos: creer que poseemos las llaves del Reino de Dios, sin entrar y sin dejar entrar a los demás. La hostilidad no lleva Cristo a los demás; al contrario, impide la proclamación del Evangelio y distorsiona la belleza de nuestra fe.
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