Tedeum en La Plata: cartoneros, planeros y pobres, los otros cancelados

Tedeum en La Plata: cartoneros, planeros y pobres, los otros cancelados

El arzobispo platense convirtió el Tedeum del 25 de Mayo convocado para recordar la restauración de la democracia en una reivindicación de los derechos humanos y sociales.

 

Por Martín Granovsky

El arzobispo de La Plata Víctor Fernández convirtió el Tedeum del 25 de Mayo, dedicado a los 40 años de la recuperación de la democracia, también en un acto de reivindicación social. “La democracia les hace lugar a todos”, dijo delante del gobernador Axel Kicillof y del intendente platense Julio Garro, dos de los que formaron parte de una audiencia masiva y variada.

Para que no quedasen dudas del sitio donde quería poner el foco, el arzobispo hizo una precisión: “Avanza la cultura de la cancelación que se vuelve una forma de inquisición, de elitismo autoritario y despótico. Si alguien cometió un error lo borramos para siempre”. Agregó Fernández en su lectura, que puede encontrarse completa haciendo cklick aquí: “Pero un aspecto de esa cancelación es negar los derechos de los últimos, ningunearlos, acusarlos a ellos mismos de sus propios males. Es dejar de verlos como iguales, con la misma dignidad, con un valor sagrado sólo por el hecho de ser humanos”. 

El arzobispo a quien todos llaman “Tucho” no es un dignatario cualquier dentro de la Iglesia católica. En 2007 escribió junto al entonces cardenal de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, el documento final de la conferencia de obispos latinoamericanos en Aparecida, Brasil. Un análisis de la pobreza en América Latina y un rescate de los movimientos sociales. “Compete también a la Iglesia colaborar en la consolidación de las frágiles democracias”, decía aquel texto, y llamaba a los sacerdotes a promover “una cultura del compartir en todos los nivles en contraposición de la cultura dominante de acumulación egoísta”.

Otro rasgo marcado de “Tucho”, además de su cercanía con el Papa y su pluma apreciada en el Vaticano, es la diferencia con otros prelados que ocuparon el mismo lugar. Más recientemente, el híperortodoxo Héctor Aguer. Y más lejos, Antonio Plaza, el arzobispo que bendecía la tortura y santificaba la represión de Ramón Camps en la dictadura.

Antes de la lectura formal, Fernández pidió no dar por obvio el avance de la democracia, "como si no fuera posible un tremendo retroceso y volver a perderla". Y "no necesariamente por algún golpe violento, porque además de los golpes militares están los golpes cívicos, los golpes empresariales, y muchas maneras sutiles de destrozar la democracia". 

"Por eso hace falta repetir con la misma fuerza aquel Nunca Más", dijo, y recogió el primero de varios aplausos.

“Una democracia de reinas y reyes”, tituló Fernández su lectura en el Tedeum. Y para ser didáctico con el tono que quería darle a la recuperación democrática, tomó como eje el trabajo de los cartoneros y los prejuicios que se forman alrededor de ellos. Invitó cartoneros para que estuvieran en la celebración. Los llamó "compañeros y compañeras que trabajan en el reciclado". Y los invitó,  según afirmó, "para expresar que la democracia incorpora a todos, valora a todos y hace un lugar para todos". Porque "la democracia es de todos y para todos, y se envilece a sí misma cuando deja a algunos afuera". Afuera y cancelados: "Algunas veces me he encontrado con caraduras que viven de rentas, o de la política, o de su familia, o de una herencia que se refieren a los cartoneros diciendo: '¿Por qué no van a laburar?'".

“Agradecemos a Dios que finalmente se haya roto aquel ciclo maldito de interrupciones de la vida democrática”, dijo con su tonada este cordobés de 60 años.

“Por otro lado –siguió--no podemos ignorar algo: que esta democracia que amamos, con sus valiosas instituciones, tiene todavía que mejorar sus procedimientos, sus formas, sus cauces institucionales. Pero lo más serio es que no acierta a cumplir su finalidad última, que es el bien común, que es incluir a todos en el camino de la plenitud humana. Por eso quiero invitarlos a mirar a los últimos para reconocerlos como ciudadanos con plenos derechos.”

En ese punto es donde introdujo el concepto de cancelación, que habitualmente se utiliza en cuestiones de género y diversidad pero mucho menos al comentar la desigualdad.

Cuando alguien encuentra “una persona abandonada, desamparada, sumergida en la miseria”, dijo Fernández que debe tener presente que es un rey. “Este árbol es para él, esta hermosa avenida es de él, el sol es también para su rostro, la lluvia es también un canto para él. Porque él vale tanto como yo aunque nadie lo reconozca, aunque no lo quieran ver.”

Y si esto lo vive alguien que tiene poder, “entonces quiere hacer cosas que expresen esa dignidad secreta de cada ser humano”. Es decir: “Si hay un grupo de personas aisladas por un arroyo, les hago un puente para que pasen, y ese puente es la alfombra roja que se extiende a sus pasos. Ese puente les dice sin palabras: ´’Mirá, cuánto valés vos’. Y si les organizo un espectáculo en la plaza para que puedan escuchar esa banda que nunca podrían pagar, ese es el himno celestial que les dice: ‘Vos lo valés’.”

 

“Si mejoro una cárcel para que no haya hacinamiento, para que sea un lugar más digno, le estoy diciendo: ‘Mirá, vos te equivocaste y no te lo vamos a disimular, pero seguís siendo un ser humano, seguís teniendo una dignidad aunque muchos no la reconozcan, no te declares enterrado en vida, vamos para adelante, vos valés. Ésta es la mirada que está detrás, como fundamento de fondo en toda defensa de los derechos humanos que hoy son ineludiblemente derechos sociales.”

Al volver sobre los cartoneros, contó Fernández que le "impactó el caso de alguien a quien vi varias veces revolviendo en distintos horarios". 

"Una vez le pregunté: '¿Cuántas horas trabajás?' Me respondió: 'Entre 12 y 15 horas todos los días. Porque tengo varios hijos que mantener y quiero que tengan un futuro mejor que el mío. No puedo estar con ellos, pero al menos les llevo comida'. A pesar de ello, algunos parásitos bien vestidos los quieren mandar 'a laburar'. ¿Ven hasta dónde ha llegado la degradación de nuestra sociedad, llena de gente que repite juicios lapidarios e ideológicos sin el menor respeto por el sufrimiento y la dignidad de los demás?"

Sin hacer nombres y apellidos en ningún momento, aunque de a ratos pudieran adivinarse los de Mauricio Macri o Javier Milei, el arzobispo, un hombre alto que maneja los tiempos y los silencios y atrae la atención, tocó el tema del azar en el nacimiento. 

Por un lado está quien "tuvo la suerte de crecer en condiciones adecuadas, e hizo acciones meritorias", y con "energías y tiempo construyó una vida muy acomodada para él y para sus hijos". 

Por otro lado, "un cartonero, con los mismos o mayores méritos debido a los esfuerzos y al tiempo que invirtió, no tiene nada" Como "no tuvo la suerte de nacer en el mismo contexto,  por más que haya sudado apenas si pudo sobrevivir".

Conclusión de "Tucho": "Esto que les pasa a los cartoneros es el mejor ejemplo para mostrar que no puede construirse un pensamiento político y social sólo en torno a la llamada meritocracia'".

El arzobispo dijo que "lo que tiene que preguntarse una sociedad es cómo hacer para que vivan dignamente esas personas que no pueden elegir su trabajo y les ha tocado una tarea pesada o agobiante: entonces habrá que preguntarse cómo reducir su horario de trabajo con un salario digno para que puedan estar algunas horas con su familia, descansar bien, hacer algo que les alegre el alma. ¿Son humanos no? Son reyes y reinas. Pero al fin de cuentas, a Jesús también lo despreciaban por ser un sencillo carpintero".

 

"Apuntemos más alto, entonces", dijo. "Celebramos felices estos 40 años de democracia, pero apuntemos más alto. Vayamos por otros 40 años de democracia capaces de hacer nacer un país nuevo, donde cada argentina sea una reina, donde cada argentino sea un rey. ¡Viva la Patria!"

 

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