Por Irving Gatell
Enlace Judío – Con el 17 de Tamuz comienzan las tres semanas luctuosas que culminan con el ayuno del 9 de Av, fecha en la que se conmemoran las dos destrucciones del Templo de Jerusalén, así como otras desgracias capitales del pueblo judío. Pero detrás de la memoria de esas tragedias, hay algo más: la impresionante resiliencia del pueblo judío.
La historia la conocemos bien: en el año 587 AEC, los babilonios llevaron a cabo una invasión masiva contra el Reino de Judá, que se había rebelado contra el régimen de vasallaje al que se la había sometido unos 18 años atrás. Al igual que cualquier otro imperio de la antigüedad, los babilonios no tuvieron misericordia. Arrasaron con Jerusalén, destruyeron su Templo, y tomaron a una gran cantidad de judíos para llevarlos al exilio.
Esta práctica fue muy común entre asirios y babilonios: mezclar poblaciones. Cada pueblo conquistado sufría la misma suerte: una parte de su población era llevada a otros lugares, y en sustitución de ellos traían a pobladores secuestrados de otros reinos conquistados. Así fue como asirios y babilonios provocaron cambios demográficos trascendentales en el Medio Oriente entre los siglos VIII y VI AEC.
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