El programa en ocho puntos del arzobispo argentino Victor Fernández: “El opbjetivo fundamental: lograr que los niños no sean abortados”
«Queda en pie el objetivo fundamental: lograr que los niños no sean abortados. Para eso no nos bastan los triunfos legales». Víctor Manuel Fernández, arzobispo de La Plata, teólogo y cercano colaborador del Papa Francisco, el pasado 11 de agosto de 2018 intervino una segunda ocasión después de la victoria en el Senado de los “no” a la propuesta de ley para legalizar el aborto en Argentina. Lo hizo agradeciendo a los sacerdotes y a los laicos que se movilizaron en contra de la propuesta de ley, pero invitando también, con realismo, a no detenerse ante el resultado obtenido en el parlamento.
Inmediatamente después de la votación, Fernández, manifestando claramente su satisfacción por la posición auténticamente popular que prevaleció, dijo que no habría ido a manifestarse para festejar. Esa frase, aislada de su contexto, fue instrumentalizada primero por un periódico italiano y después por un pseudo sitio católico que cotidianamente lanza ataques en contra del Papa y de sus colaboradores.
Esto lo que dijo: agradeció a los senadores del norte del país, cuyos votos fueron decisivos para la victoria del frente anti-aborto, que no votaron a favor de los que no han nacido porque hubieran sufrido las presiones de los sacerdotes, sino por la presión del pueblo que ellos deben representar. Después, en el mensaje del 8 de agosto pasado, el arzobispo de La Plata añadió que no osaría salir a las calles para celebrar el “no” al aborto, porque creía que ni los legisladores ni la sociedad en general podían todavía irse a dormir tranquilos. ¿El motivo? Todavía hay mucho que discutir: cómo acompañar a las mujeres embarazadas que no desean un hijo, cómo ayudar a las mujeres con problemas que puedan llevarlas “in extremis” a recurrir al aborto, por ejemplo, facilitando las adopciones, con la prevención del embarazo entre las adolescentes, animando una paternidad responsable o mejorando el acceso a la salud por parte de las mujeres pobres, pues son muchas más las mujeres que mueren debido a la desnutrición durante el parto o porque dan a luz enfermas que las que mueren por el aborto.
Era evidente, pues, para quien lea sin prejuicios o malas intenciones, que Fernández (quien, además ya se había expresado antes en contra de la ley abortista) estaba contento por la votación, pero al mismo tiempo quería invitar a reflexionar sobre los problemas que todavía no tienen una respuesta. Tres días después, escribió un nuevo mensaje, agradeciendo a los sacerdotes, religiosos y laicos (sin importar sus preferencias políticas) que se activaron para contrarrestar la propuesta de ley.
«Quiero agradecerles de corazón todo lo que han hecho, especialmente en las últimas semanas, para defender la vida de los más pequeños. Han reclamado pacíficamente, han suplicado, han marchado bajo el frío y la lluvia. ¡Gracias! ¡Que el Señor les premie esa entrega!». Después incluyó ocho puntos para alcanzar el «objetivo fundamental: lograr que los niños no sean abortados. Para eso no nos bastan los triunfos legales»
El arzobispo explicó que hay que dar «testimonio de cuánto amamos la vida frágil, indefensa e inocente. Hay que explicar «con argumentos claros las razones de nuestra opción, con explicaciones comprensibles y convincentes». Hay que estar «cerca de las mujeres con riesgo de acudir al aborto». Hay que acompañarlas «para que no queden a merced de quienes las inducen u obligan a abortar». Hay que demostrar «que somos coherentes en el amor a la vida, y que nos duele toda forma de vida humana amenazada y degradada: también la vida de los más pobres y abandonados por la sociedad». Hay que ayudar «a descubrir el sentido más genuino e íntegro de la sexualidad, que no puede entenderse como un mero placer irresponsable, y educando para una paternidad responsable». Hay que hacer ver «que no dejamos de amar a las mujeres que abortaron, porque tratamos de ayudarlas a que recuperen la paz y el sentido de la vida».
Para concluir, Fernández invitó a volverle a dar «el calor a la maternidad». «En los últimos días –escribió en su página de Facebook el arzobispo de La Plata– quisieron imponernos la visión más fría, aséptica y desabrida de lo que es ser madre. Quisieron obligarnos a que ya no digamos “niño” ni “hijo” sino “larva” o meramente “un embrión”».
«Las mujeres que han visto interrumpido un embarazo por abortos espontáneos, saben que no es eso lo que se siente. Y las que hablan de lo que llevan dentro no se sienten expresadas diciendo “mi embrión”. Hoy quieren quitarle todo el calor y la pasión a la maternidad, e incluso dejarla sin poesía. Yo recuerdo, en cambio, una canción de Baglietto (Juan Carlos Baglietto, músico argentino, ndr.) que escuchábamos en mi juventud y decía: “Era en abril el ritmo tibio de mi chiquito que danzaba dentro del vientre, como un prado en flor… Mi niño, mi niño, el ombligo el sol”. ¡Gracias a Dios nuestras convicciones nos ayudan también a mantener la poesía y el mejor humanismo!».
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