El jesuita subsecretario del Dicasterio para la Cultura y la Educación subraya que con la última encíclica el Papa indica los valores fundamentales al mundo marcado por los conflictos y la insensibilidad: hoy domina la medida “inteligente” de la existencia, Francisco invita a redescubrir “el centro unificador que da sentido a lo que vivimos, el corazón” y a sentirse amados por Dios.
Por: Alessandro Di Bussolo - Ciudad del Vaticano.
“El Papa Francisco siempre se ha sentido un 'pecador salvado por el amor del Señor'“ y en la encíclica Dilexit nos invita a redescubrir su misericordia, y a entender cómo el Señor nos habla 'a través de nuestras emociones interiores'”. Así es como relee para los medios vaticanos el padre jesuita Antonio Spadaro, ex director de La Civiltà Cattolica de 2011 a 2023, y hoy subsecretario del Dicasterio para la Cultura y la Educación, la última encíclica del Papa sobre el amor del Corazón de Jesús, publicada el pasado 24 de octubre. Un documento que es “expresión de la espiritualidad de Francisco” y “la clave de lectura de todo el pontificado”. Spadaro recuerda que “le pasó” al Pontífice los textos sobre el Sagrado Corazón que su amigo el padre Diego Fares, “hijo espiritual” de Jorge Mario Bergoglio, estaba escribiendo antes de su muerte, y que inspiraron el primer capítulo. Y con esta encíclica, el Papa pide al mundo, “que está perdiendo el corazón” y toda sensibilidad humana, que recupere los valores fundamentales.
Padre Spadaro, ¿usted también cree que la encíclica Dilexit nos es un documento clave del pontificado y una clave de todo el magisterio del Papa Francisco?
Esta encíclica pone de relieve la espiritualidad del Papa Francisco. Así que, en cierto modo, podemos decir ciertamente que es una clave de lectura de todo el pontificado, porque es una clave de lectura de la personalidad espiritual de Francisco. Pero no olvidemos que una etapa muy importante de su pontificado fue el Año de la Misericordia. Así que el tema de la misericordia, por tanto, del corazón que se hace cercano, prójimo, que ama profundamente, los sentimientos, las “emociones interiores”, como decía San Ignacio, están también en el corazón del gobierno de Francisco, que se mueve por el discernimiento. El discernimiento es tratar de entender cómo habla el Señor a través de las emociones interiores que se dirigen claramente al corazón. Así que yo diría que ciertamente esta encíclica, pero también Gaudete et exsultate, la exhortación apostólica, son una expresión de la espiritualidad de Francisco y arrojan luz sobre todo el pontificado.
¿Cuándo y dónde se encuentra más en este texto la experiencia espiritual de Jorge Mario Bergoglio y su encuentro personal con Cristo y su amor por “todos, todos, todos”?
Francisco siempre se ha sentido un pecador salvado por el amor del Señor. Recuerdo, desde la primera entrevista que le hice en 2013, poco después de su elección, que él mismo se describía así. Así que se da prioridad al amor del Señor. La conversión es el fruto de este amor. Si no hay contacto directo, no hay percepción del amor, no hay conocimiento interior del Señor para mejor amarle y seguirle, como decía san Ignacio, tampoco puede haber verdadera conversión. Por eso, escribir una encíclica sobre el corazón significa que entrar en el corazón de Cristo nos permite sentirnos amados por un corazón humano lleno de afectos, de sentimientos como los nuestros. La espiritualidad de Francisco, en este sentido, se aleja de las formas desencarnadas y rigoristas. Él cree que la espiritualidad implica profundamente el alma humana, los sentimientos, la dimensión física del ser humano.
Así que Dilexit nos es una demostración de que el del Papa Bergoglio no es un magisterio aplastado sólo sobre lo social, como algunos lo han entendido...
Yo diría en general que el magisterio de Francisco no está aplastado sobre nada. Ciertamente una fe que no se traduce en obras está muerta, no tiene sentido. Así que está claro que la dimensión social, el magisterio social de Francisco es fruto directo de su espiritualidad y precisamente también de la espiritualidad del Corazón de Cristo. Al final, Francisco lo dice claramente en esta encíclica: hay que tener compasión de la tierra herida. Muestra en esta encíclica a Jesús extendiendo su mano y curando. Y de alguna manera vincula su magisterio anterior a esta imagen, porque en Fratelli tutti los vínculos fraternos son posibles porque bebemos, dice el Papa, del amor del Señor. Es a través de este amor que podemos establecer lazos de fraternidad, pero también cuidar juntos de nuestra casa común. Por tanto, yo no haría esta distinción entre magisterio social y espiritual. Ciertamente, el corazón está en el centro tanto de lo espiritual como de lo social.
Es significativo que, para el primer capítulo, el Papa escriba que se inspiró en los escritos inéditos de su “hijo espiritual” el padre Diego Fares, fallecido en 2022, y que fue redactor de La Civiltà Cattolica bajo su dirección. ¿Qué recuerdos tiene de su devoción al Sagrado Corazón?
Diego era un amigo muy querido, un gran escritor de La Civiltà Cattolica, que vino aquí a Roma justo después de la elección de Francisco, dispuesto a dejar el trabajo que estaba haciendo. Su trabajo en Argentina era doble: por un lado, enseñaba Filosofía en la universidad y, por otro, se ocupaba de varias residencias para enfermos terminales y personas sin hogar. Así pues, su vida estuvo “abrazada” por estas dos actividades y su impronta espiritual estuvo profundamente marcada por el discernimiento de las emociones interiores, profundamente enraizadas, por tanto, en el corazón de Cristo. En los últimos meses de su vida quiso escribir un texto sobre el corazón de Cristo, en el que estaba trabajando. Un texto muy hermoso que luego transmití al Papa, que también conocía este trabajo tan hermoso que estaba haciendo Diego. Y el Papa quiso valorarlo, porque escuchó en esas palabras de Diego el eco de lo que él mismo estaba sintiendo. También quiero decir que Diego entró en la Compañía de Jesús cuando el Papa Francisco era provincial de los jesuitas en Argentina (en 1975, ed.). Así que su relación fue muy profunda y duró décadas.
¿Por qué cree que Francisco ha elegido este momento para dedicar una encíclica al Sagrado Corazón de Jesús? ¿Quizás porque le preocupa, como escribe, que esté avanzando una “religiosidad sin referencia a la relación personal con un Dios de amor” y que el cristianismo esté olvidando “la ternura de la fe, la alegría de la entrega al servicio, el fervor de la misión de persona a persona”?
Por un lado, creo que una razón importante es la percepción de que la sociedad está perdiendo el corazón. Dice en un momento de la encíclica que “ver llorar a las abuelas, sin que esto sea intolerable, es signo de un mundo sin corazón”. Se refiere a las guerras, a los soldados muertos, al hecho de que el mundo ahora mismo está dividido y vive una gran herida abierta. Y esto se debe a la insensibilidad, a la falta de voluntad para buscar una solución a los problemas que surgen. Así que una sociedad que está perdiendo su corazón necesita que se le recuerden los valores fundamentales.
La segunda razón, sí, creo que es lo que usted decía, es decir, que nos estamos convirtiendo en esclavos de los engranajes del mercado, de los algoritmos, de la dimensión “inteligente” de la existencia, por tanto, de la eficacia, por un lado, y por otro de una dimensión más instintiva, absolutamente libre, desenfrenada. Hemos perdido el centro unificador que da sentido a lo que vivimos, es decir, el corazón. Así pues, este llamamiento es profundo y responde a una necesidad de nuestro tiempo.
Por último, en el documento se pide no burlarse de las expresiones de fervor del pueblo de Dios, que en su piedad popular busca consolar a Cristo. ¿Qué lugar ocupa la piedad popular en el magisterio de Francisco?
Es muy importante, porque la fe del pueblo sencillo y popular se manifiesta a través de la devoción, de las imágenes. Una de las razones por las que el cristianismo puede estar en crisis es porque ya no encuentra las palabras y las imágenes para decir, para expresarse. Así que la piedad popular es una fuente aurífera, podríamos decir, de imágenes, de palabras para expresarse, y en el fondo está profundamente conectada con lo que son los sentimientos más humanos. Así que es una espiritualidad, la del pueblo, profundamente ligada a la historia, a las sensibilidades humanas. Las sensibilidades demasiado intelectuales, racionales, corren el riesgo de abstraer al hombre de su propia realidad. La fe corre el riesgo de convertirse en una gnosis, además de para unos pocos entendidos, para una élite. En cambio, es en el pueblo donde se encuentra el corazón cálido de la fe.
Comentá la nota