Hugo Alaniz asegura que la notificación oficial fue "esperanzadora" y disipa "un poco los miedos" entre esta minoría religiosa. El párroco cuenta la situación desde Alepo, la primera gran ciudad del país en la que se impusieron los revolucionarios.
Sergio Rubin
Tras la caída del régimen de Bashar al-Asad y la toma del poder de los rebeldes en Siria, hay en la población “buenas expectativas, incluso para las minorías, especialmente la cristiana, pero también hay miedo” respecto de lo que pueda ocurrir en la nueva etapa, dice el sacerdote argentino Hugo Alaniz, que se desempeña en Alepo, la primera gran ciudad del país en la que se impusieron la semana pasada los revolucionarios.
“Hicieron el domingo un primer comunicado oficial muy esperanzador que disipó un poco los miedos”, dice Alaniz en una entrevista telefónica con Valores Religiosos en referencia a que los rebeldes encabezados por Abu Mohamed al Jolani, que tienen su origen en la rama siria de Al Qaeda, la organización terrorista y paramilitar yihadista que en 2001 saltó a los primeros planos informativos por atentar contra las Torres Gemelas.
Alaniz -que se desempeña en la parroquia Nuestra Señora de la Anunciación- señaló que si bien al Jolani “está en las listas de las personas más buscadas, parecería que tuvo un cambio muy radical; de hecho, ahora él y su grupo no se hacen llamar yihadistas, sino que se presentan como revolucionarios que han tomado el país y, por lo tanto, esperemos que sea para bien, especialmente de las minorías”.
El sacerdote -que en las últimas tres décadas también estuvo en Egipto y Jordania- dice que “en los países teocráticos muchas veces en nombre de Dios se hacen cosas horrendas como pasó hace 13 años cuando quisieron instaurar el Estado Islámico”, pero señaló que estos revolucionarios “no pertenecen a los mismos grupos, aunque vienen de la misma zona siria de Idlib”.
“Este grupo ahora se muestra más abierto, más transigente con la minorías, dicen que vienen para ordenar el país, para luchar por la libertad y los derechos de la ciudadanos”, afirma Alaniz, quien junto con otro sacerdote argentino, Enrique González, ambos del Instituto del Verbo Encarnado, lleva adelante no sólo una obra religiosa, sino también social.
Señaló que representantes de los rebeldes “se reunieron en Alepo con autoridades católicas, ortodoxas, evangélicas y protestantes y les pidieron que les dijeran a los fieles que no tengan miedo, que los respetarán, que no van a cerrar las iglesias, que no van a obligar a las mujeres a que se cubran la cabeza con el hiyab (el pañuelo característico)”.
“Los rebeldes están repartiendo pan y agua y la gente viene como loca y también hay mucha gente festejando”, dice, si bien reconoce que en el caso de los cristianos el régimen de al Asad “en cierto modo nos respetaba; los cristianos teníamos cierta dignidad, aunque había mucha corrupción”.
Durante la toma de la ciudad, Alaniz y González acogieron a más de 250 pobladores en el sótano de la parroquia, donde habitualmente realizan tareas religiosas y se dictan clases de computación, inglés y pintura; también tienen dos cocinas par darles de comer a ancianos y dos residencias universitarias.
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