Radio Bío Bío accedió en exclusiva al acta de la reunión que sostuvieron el obispo de Malta, Charles Scicluna, con los cuatro denunciantes de abusos por parte de miembros de la Congregación de los Hermanos Maristas.
Allí el sacerdote insistió en el derecho que tienen las víctimas de acusar civilmente los hechos y solicitar compensaciones económicas. En la cita, les dijo que tenían que buscar la verdad, la justicia y la reparación, y que al menos la verdad ya la tenían. Se refería a las cartas que la congregación les entregó reconociendo los hechos y pidiéndoles perdón. También hay un dato clave: en el acta aparece por primera vez vinculado como cómplice de los abusos el nombre del hermano Jesús Pérez, actual rector del Instituto Alonso de Ercilla.
Esa reunión del pasado martes 27 de febrero en la Nunciatura Apostólica de Santiago fue algo así como una salida de libreto. No estaba en la agenda oficial ni era parte del mandato que recibió directamente desde el Vaticano el obispo de Malta Charles Scicluna, enviado a Chile únicamente para indagar sobre las acusaciones contra el obispo de Osorno Juan Barros, por supuestamente haber encubierto por años los abusos del sacerdote Fernando Karadima. Pero aun así se llevó a cabo. Fue quizás algo azaroso, pues si no hubiera sido porque su estadía en el país se alargó tras sus problemas de salud, jamás habría recibido a los cuatro hombres que hoy acusan haber sido abusados sexualmente cuando niños por miembros de la Congregación de los Hermanos Maristas ni habría oído las brutales historias que ellos le relataron.
“Hemos sido escuchados por parte del obispo de Malta. Nos llevamos el compromiso de él, que es lo que más nos importa, de transmitir a la Santa Sede, el que los hermanos maristas no puedan ser juez y parte en el proceso”, dijo al salir de la Nunciatura el vocero de los denunciantes y también víctima de los abusos, Isaac Givovich.
En todo caso, la reunión no fue una instancia formal de denuncia. Así al menos quedó especificado en el acta de esa reunión a la que tuvo acceso Radio Bío Bío, donde se especifica que corresponde a un “encuentro de amigos que buscan lo mismo: justicia”.
En ese documento se detalla no sólo quienes asistieron a la reunión, sino también, a grandes rasgos, qué fue lo que dijeron. Y ahí, en el primer párrafo, llama la atención la recomendación directa que les hizo Scicluna a sus interlocutores: presentar denuncias ante la justicia civil y canónica y solicitar una indemnización por los daños. Dice el acta:
“Las víctimas aquí presentes han entregado todos los detalles a los investigadores. Monseñor Scicluna insiste en el derecho de las víctimas a denunciar civilmente los hechos. El canon 128 CIC permite solicitar la compensación económica. También como apoyo, canon 1399 CIC, no obstante su prescripción de 3 años y no permitir una pena perpetua, aunque se puede pedir a la Santa Sede que sean derogados ad casum. El que los agresores no sean clérigos, no significa que tales hechos deban quedar impunes” (*ver Nota de la Redacción al final de este artículo).
Consultada por Radio Bío Bío, una de las personas que participaron en esa reunión señaló que el enviado especial del Papa Francisco les reconoció que por la vía penal no lograrían mucho. “Yo sé que acá nadie va a ir preso”, les habría dicho, por lo que los instó a recurrir ante los tribunales civiles. Pero no contra los religiosos en particular, sino contra la Congregación de los Hermanos Maristas y el colegio que tienen a su cargo, el Instituto Alonso de Ercilla, donde todos ellos estudiaban y donde se habrían cometido los abusos. “No le teman al juicio público”, les dijo.
Ver acta de la reunión:
Cartas del perdón de los maristas: “La verdad ya la tienen”
El pesimismo de Scicluna respecto al éxito de la investigación que lleva adelante el Ministerio Público sobre las acusaciones de las cuatro víctimas, tiene fundamento. Los hechos denunciados habrían ocurrido hace ya varias décadas, y en Chile, los delitos sexuales prescriben a los 10 años de haberse perpetrado. Por lo tanto, aun cuando se determine jurídicamente la veracidad de las denuncias y la responsabilidad penal de los religiosos -como sucedió en el caso de Karadima-, ésta estaría prescrita y no tendrían condena. Pero aun así, el obispo de Malta considera que los denunciantes aún tienen cartas para jugar a su favor.
“Ahora necesitan verdad, justicia y reparación”, les habría dicho el obispo de Malta durante la reunión. Y es en la búsqueda de esas tres cosas que, a juicio de Scicluna, los cuatro hombres ya tendrían al menos una en sus manos.
“La verdad ya la tienen”, les aseguró. Es cierto que la investigación penal aún no llega a una etapa donde se pueda asegurar, independientemente de si culmina o no en una condena contra los religiosos denunciados, que los hechos efectivamente ocurrieron y que son una verdad jurídica. Pero hay otro elemento que, a juicio del sacerdote, ya les permite constatar que los abusos fueron reales y que existe responsabilidad de la congregación y el colegio.
Los cuatro recibieron hace poco más de una semana cartas firmadas por el provincial y viceprovincial de la Congregación de los Hermanos Maristas en Chile, los hermanos Saturnino Alonso y Patricio Pino. Allí reconocen las denuncias, dicen que es algo que les avergüenza y les duele, les piden perdón por los abusos que sufrieron en el pasado y dan cuenta del inicio de una investigación interna a cargo de un experto externo en derecho canónico, el salesiano David Albornoz. Pero la parte más importante de las cartas, aquella de la cual los denunciantes se podrían afirmar para denunciar civilmente, es donde reconocen explícitamente no haber protegido a sus alumnos y haber sido negligentes al conocer las denuncias. El párrafo dice:
“Reconocemos con vergüenza que no cumplimos adecuadamente con nuestro rol de garantes y protectores de nuestros alumnos. También que en ocasiones hemos sido negligentes para reaccionar cuando hemos conocido estos hechos mucho tiempo después. Es una falta y una herida que nos remece, pero también nos fortalece para asumir con total responsabilidad acciones y protocolos que aseguren que tales hechos no se vuelvan a repetir nunca más”.
Con eso como fundamento, Scicluna les recomendó acudir a los tribunales civiles en búsqueda de la reparación, mediante indemnizaciones económicas por parte de la congregación y el colegio. Ya estaba la verdad y la reparación. Quedaría entonces pendiente la justicia, pero el obispo les aseguró que la obtendrán a través de la investigación eclesiástica que ya está en curso en el Vaticano.
Los testimonios de abusos que Scicluna se llevó
El acta de la reunión también da cuenta de los relatos que le entregaron a Charles Scicluna los cuatro denunciantes de abusos por parte de los Hermanos Maristas. El primero fue quien ha actuado como vocero del grupo, Isaac Givovich, yerno del alcalde de Las Condes, Joaquín Lavín.
Él le contó al sacerdote que fue hace poco, en noviembre de 2017, que empezó a recordar todo lo que sucedió. Estudió siempre con los maristas en el Instituto Alonso de Ercilla, y fue al comienzo de ese proceso, a mediados de los ‘80, que sufrió su primer abuso. Givovich contó cómo el hermano Adolfo Fuentes lo llevó a la capilla central del colegio y le dijo que él era “un elegido”. Después lo llevó a la sacristía, donde le repitió lo mismo: él, con apenas seis años, era “un elegido”. Entonces lo habría obligado a hacerle sexo oral y al terminar, le dijo que sus pecados estaban perdonados. También contó que un par de años después, ya con ocho, sufrió una primera violación en el patio del colegio y que hasta que el hermano Adolfo se fue en 1991, lo habría violado al menos una vez por semana.
El religioso ahora estaría en Bolivia, en Cochabamba, donde ya lo habrían denunciado otras dos personas por nuevos abusos.
A Givovich lo siguió Gonzalo Dezerega, de 53 años y miembro de una familia con tradición marista. Él ingreso al Instituo Alonso de Ercilla en 1972 y tres años después, cuando él tenía 10, el hermano Abel Pérez le realizó tocaciones en un cubil scout. También le preguntó si se había masturbado, algo que el niño ni siquiera sabía qué era. Después de 90 minutos, le dijo al pequeño que era un pecador y lo había hecho pecar a él, pero que debía guardar el secreto. A la semana, en el patio, lo volvió a tocar, pero además lo violó. De nuevo el religioso se arrodilló y rezó, acusando a Dezerega de ser un pecador. La escena se volvería a repetir, aunque no recuerda bien cuántas veces. Todo habría durado un año, hasta que Pérez simplemente perdió el interés en él. El denunciante asegura que producto del trauma hoy no quiere tener hijos.
Jaime Concha, de 55 años, también entregó su testimonio. Él acusa que fue el hermano José Monasterio quien lo invitaba a su oficina cuando tenía 10 años, y después de varias veces, comenzó a “tocarlo con fin libidinoso”. Tocamientos, abrazos, besos. Pasó varias veces. Concha se angustió, se sentía atrapado en el colegio. Para que Monasterio no abusara de su hermano menor, él mismo se ofrecía. También acusa haber sido violado por Abel Pérez de forma reiterada cuando estaba en scout y por cuatro de sus aprendices.
El último en relatar sus abusos fue Jorge Franco, de 55 años. Él no estaba en el colegio de los Hermanos Maristas, pero acusa haber sido abusado por el sacerdote Sergio Uribe, a quien llegó de la mano del hermano Jesús Pérez, a quien identifica como un facilitador de víctimas para otros sacerdotes. Ese último nombre también fue mencionado por Concha, y es muy importante: es el actual rector del Instituto Alonso de Ercilla y hasta el momento nunca había aparecido involucrado con los casos de abusos.
Habrían más religiosos involucrados en agresiones de ese tipo. Tres de ellos viven en una casa justo al frente de la Nunciatura, donde Scicluna escuchaba las historias de los denunciantes. Según dijo Givovich, “algunos de ellos han explicado los abusos como si se tratasen de juegos”.
*Nota de la Redacción: En el acta de la reunión, al recomendar a las víctimas denunciar civilmente, Scicluna menciona dos cánones del CIC. Con eso se refiere al Código de Derecho Canónico, que aparece representado por las siglas de su nombre en latín: Codex Iuris Canonici.
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