400 personas se dieron cita en Santa Rita, a 340 km. de Asunción y 70 de la Triple Frontera, para vivir la siempre nueva experiencia de la Mariápolis
Santa Rita, una amena y verde ciudad agroindustrial del departamento de Alto Paraná, no lejos de Ciudad del Este.
A la población local, constituida en su mayoría por “brasileros-paraguayos”, de origen alemán con una minoría paraguaya “autóctona”, se sumó un contingente de personas de todas las edades procedentes de otros lugares del país, como Encarnación, La Paloma, Concepción, Coronel Oviedo, Caazapá, Caaguazú, incluido algún norteño sampedrano y unos 140 asuncenos y habitantes del departamento Central, además de los anfitriones y de los “vecinos” de Ciudad del Este y Hernandarias.
Las verdes instalaciones de la Casa Scalabrini albergaron el 4, 5 y 6 de septiembre la Mariápolis 2015. Sus casi 400 participantes vivieron días “inolvidables”, según el sentir de muchos.
“La Mariápolis más colorida de siempre”, afirma Nelson, 55 años, no sólo por el impactante escenario de un verde y anaranjado llamativos y adornado con flores, sino también por la naturaleza exuberante y, sobre todo, por la variedad de sus participantes.
Es que en Santa Rita se dio un encuentro entre culturas muy distintas. Por ciertos aspectos, hasta opuestas: la brasileña del sur, con fortísimas raíces alemanas —metódica, precisa, y muy emprendedora, a la vez religiosa y sencilla—, y la paraguaya “criolla” —espontánea, alegre y sacrificada—.
“Me impresionó ver a tantos jóvenes dedicados e Dios. ¡No todos están perdidos!”, comentó una señora. “Comprendí que tengo que dar más de mí como persona, no tanto o no sólo dar cosas. Experimenté una gran paz en estos días”, “Fue inolvidable ser parte de esta Mariápolis como familia”, “Fueron momento maravillosos. Me llevo el mensaje del ideal de la unidad vivido a través de la solidaridad”, “La felicidad se basa en el amor que uno da. Estos días lo confirmaron positivamente”, “Para mí fue un reencuentro con Dios. Como hace 30 años, se habló de la Eucaristía, y para mí fue como esa mi primera Mariápolis”. Son algunas de las impresiones finales de esos días. La prima de una focolarina (que la invitaba hacía años) la “reprendió”: “¿Cómo es posible que no me hayas contado de esto hasta ahora? ¡Síganme invitando!” “Estaba deprimido”, confesó un joven de 19 años, “No quería salir, no hacía nada… Mamá me invitó y pensé que sería lindo conocer Santa Rita, hacer un viaje. Al comienzo me parecían todos locos, pero me terminé contagiando. No quiero perderlos”, agradeció ese “nuevo mariapolita”. Casi un tercio de los participantes, en efecto, venía por primera vez.
La Marápolis comenzó con la bienvenida de un grupo de jóvenes santaritenses, también muy coloridos en su vestimenta, que recibían los mariapolitas bailando ritmos brasileños.
O quizás comenzó antes… desde la organización. O antes todavía, cuando se decidió realizarla en una ciudad del interior, lo que requería un esfuerzo a la comunidad focolarina local y una estrecha colaboración de la de Asunción, donde numéricamente el Movimiento es más consistente..
Luego, la organización fue un laboratorio de fraternidad y de inculturación recíproca.
En Santa Rita no fue fácil, históricamente, la integración entre brasileños y locales. Los grupos suelen mantener sus tradiciones y hablar sus respectivos idiomas. Pero la primera generación de hijos de brasileños nacidos en Paraguay une en sí un poco de ambas identidades, y oficia de “puente cultural”.
Hijos de nuestra gente, los miembros de los Focolares hacemos la misma experiencia vital.
Y en Santa Rita se compartieron muchas experiencia de vida del Evangelio y charlamos de como resonaron en cada uno las palabras del papa Francisco a los habitantes del Bañado Norte de Asunción, cuando los visitó el pasado julio. Les habló de solidaridad y les propuso el modelo de la Sagrada Familia. “Una fe que no se hace solidaridad, es una fe muerta o una fe mentirosa. ‘Oh, yo soy muy católico, yo soy muy católica, voy a misa todos los domingos´’. Pero díganme señor, señora, ¿qué pasa allá en los bañados? ‘¿Ah? no sé…no, no sé. Sí, sé que hay gente ahí pero no sé’. Por más misa de los domingos, si no tienes un corazón solidario, si no sabes lo que pasa en tu pueblo, tu fe es muy débil o es enferma o está muerta”.
El padre Ireneo, parroco del Bañado, describió la vida solidaria de su comunidad parroquial en una entrevista en video. Cada uno se interrogó inevitablemente a sí mismo ante el llamado de atención del Santo Padre, y luego compartió en grupo interrogantes y e ideas de cómo poner en práctica su decidida invitación.
Gilda contó cómo, a raíz de un pedido de unos jóvenes conoció a unos indígenas Ava Guaraní que vivían en condiciones sumamente precarias durante la reciente dramática inundación del río Paraguay, varias personas de la comunidad focolarina de Lambaré se ganaron la confianza de los líderes de la comunidad y de la “jaryi”, la abuela de más edad y sabiduría de la comunidad, y de los líderes comunitarios y religiosos quienes, reunidos en oración, fueron invitados por los buenos espíritus a confiar en ellos. Desde siempre discriminados e incomprendidos en su forma de ver y vivir la vida, encontraron, como los demás indígenas, estos Avá Guaraní encontraron en Diana, Gilda, Nilda y Álex a personas que los escuchaban profundamente y comprendieron que las “pretensiones” que ellos tenían no eran tales ni eran caprichos, sino que tenían que ver con su derecho de vivir según sus costumbres ancestrales. Ya se están recogiendo fondos para un terreno que los Avá Guaraní eligieron para instalarse. El compromiso social como exigencia de ser amor para los demás en forma más constante e incisiva, más allá de actos de amor aislados, fue lo que impulsó a Marina a “meterse” de lleno en la vida insalubre de los recicladores informales de residuos del vertedero de Encarnación. Con el tiempo, se pudo mejorar notablemente las condiciones habitacionales de varias familias que antes vivían en el propio vertedero. Un joven recuperado de la drogodependencia en la Fazenda de la Esperanza contó con valentía como la presencia de Jesús en su vida le permitió encontrar el valor de seguir su recuperación y superar la discriminación.
Norma, Dannae, Julia y Gloria mostraron cómo es posible “organizar la solidaridad” en obras duraderas en el campo social, profesional, familiar, empresarial y en el cuidado de los niños discapacitados.
“Desafíos de hoy: solidaridad y comunión”, era el lema que guio esos días.
Y el domingo se profundizó el tema “Eucaristía, misterio de comunión”, es decir, la mirada del carisma de Chiara Lubich sobre la Eucaristia y lo que fue en su vida y en la de los miembros del Movimiento. Luego: aplicaciones en la vida parroquial, comunitaria, y personal.
En particular, la experiencia de una señora comprometida en una parroquia que se preparaba para recibir a peregrinos y a ayudar en la organización de la visita papal. No siempre es fácil trabajar en equipo y entre personas distintas… La Eucaristía, vía directa a la comunión con Dios da la fuerza de recomenzar día a día. Cuando Dios llama a un joven a donarse enteramente a él, la misa y el “coloquio con Jesús”, amado en los hermanos durante todo el día y encontrado dentro de sí en la oración es un sostén y una guía segura ante los obstáculos del camino. La vida de oración y el alimentarse de Él fortalecen y dan sabiduría cuando la vida llama a cuidar uno y luego dos hijos con problemas neurológicos.
¡No pasó desapercibida la presencia de casi un centenar de adolescentes y niños! Los Chicos por un Mundo Unido presentaron la Regla de Oro (“No hagas al otro lo que no quieren que te hagan a ti”)con un juego que alborotó la sala. Luego desarrollaron entre ellos una Mariápolis dinámica y divertida. “Las decisiones” que hay que tomar en la vida… un tema no fácil para un chico o una chica de hoy. Lo profundizaron con la ayuda de un psicólogo experto en adolescencia.
Sus compromisos para obtener y conservar “corazones libres”, según la invitación que les dirigió el Papa en Asunción, quedaron plasmados en un mural multicolor.
Divertidísimo para grandes y chicos el “bingo musical” que organizaron para la noche, con bonos para el equipo que más bailaba e invitaba a los demás a hacerlo.
Nadie quería realmente partir de Santa Rita. Pero la paz y la alegría que todos sentían, también venían con un impulso a llevarlas a sus ámbitos de la vida diaria. Simple y concretamente, amando.
Comentá la nota