Francisco recibió un pormenorizado informe con datos que prueban el avance veloz e inexorable de la malnutrición en diversas zonas del país sudamericano, los más golpeados son los niños menores de cinco años
Por ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ
Una radiografía del hambre. Trazos de una realidad con ribetes de crisis humanitaria. Los números y las circunstancias de la desnutrición en Venezuela. Eso incluye un informe que los obispos del país entregaron este jueves al Papa durante su encuentro en el Vaticano. Un documento que incluye los resultados de una investigación llevada adelante durante meses por la organización Cáritas y que demuestra, entre otras cosas, cómo miles de niños tienen comprometido su futuro por falta de alimento.
Unos 50 minutos duró el diálogo entre Francisco y la cúpula de la Conferencia Episcopal, encabezada por su presidente Diego Padrón y los cardenales Jorge Urosa Savino y Baltazar Porras. En el escritorio del pontífice, en la biblioteca apostólica, los obispos dejaron varios documentos: un expediente con las historias de los muertos durante las marchas de protesta contra el gobierno de Nicolás Maduro, un compilado de documentos y pronunciamientos además del reporte de Cáritas.
“En algunas zonas de Venezuela la malnutrición infantil ha alcanzado niveles de crisis humanitaria. Con la economía en caída libre, la carencia de alimento y de fármacos y el aumento en los precios de los productos alimentarios, en las zonas examinadas por Cáritas la mitad de los niños por debajo de los cinco años sufre, o está en riesgo inminente, de un cierto grado de malnutrición”, indicó una nota de Cáritas Internacional que refiere los datos de la investigación venezolana.
Los datos hablan por sí solos: el 11.4 por ciento de los niños menores de cinco años sufre de malnutrición aguda o moderada. En promedio, más de ocho familias de cada 10 comen menos que antes y casi seis sobre 10 dicen que algunos de sus integrantes se quedan sin comida por alimentar alguna otra persona de la familia. Generalmente son las madres las que se privan de la comida por darla a sus hijos.
Además, una familia por cada 12 come “de la calle”, de los residuos de los restaurantes y los tachos de basura. Con la inflación en torno al 720 por ciento, la más alta del mundo, la canasta alimentaria de base ahora cuesta 16 veces el salario mínimo.
“En algunos lugares, donde desarrollamos la investigación, el nivel de malnutrición infantil llega al 13 por ciento. Si se piensa que cuatro años atrás la tasa de malnutrición aguda era del 3 por ciento, es alarmante. En octubre era del 8 por ciento. Aumenta con una rapidez preocupante”, afirmó Susana Raffalli, una especialista humanitaria de emergencias alimentarias que trabaja en Cáritas de Venezuela.
El estudio incluye 31 parroquias en cuatro zonas: Distrito Capital, Vargas, Miranda y Zulia. El monitoreo comenzó en octubre pasado, gracias al trabajo de los voluntarios y agentes pastorales que asisten, cada día, a los niños en situación de riesgo.
“Nuestros resultados muestran claramente que los niveles generales de malnutrición están en aumento y la malnutrición aguda en los niños ha superado la frontera crítica. Si no intervenimos inmediatamente, será difícil para estos niños recuperar su curva de crecimiento nutricional”, advirtió, por su parte, Janeth Márquez, directora de la Cáritas Venezuela.
A los niños más vulnerables Cáritas les distribuye un kit que contiene integradores alimentarios especializados, en especial proteínas y minerales como el hierro. Esto se suma a la entrega de fármacos a las personas con mayor riesgo para su salud. Un tarea títánica, considerando la constante escasez de material sanitario en todo el territorio nacional.
“Se ve el desnutrimiento y, en algunos casos, el edema, las clásicas imágenes de los niños que sufren el hambre. En los pueblos son los pequeños los más golpeados, pero también los adultos están malnutridos. En la capital se ven todavía restaurantes de lujo y personas que tienen una vida normal, pero también en aquellas zonas, en las primeras horas de la mañana, se ve a gente que revisa entre la basura en busca de comida”, describió Raffali.
“Es una grave crisis que necesita ayudas nacionales e internacionales para poder responder a los niveles máximos decisionales a un desastre de tales dimensiones. Los medios de subsistencia son así degradados que los pobres no logran sobrevivir. Todo ha caído en desgracia: trabajo, cuidados sanitarios, familia, casa, las personas pobres perdieron todo y buscaron, una vez más, la salvación. La comunidad humanitaria y la población venezolana deben iniciar a intervenir a amplia escala”, agregó.
Según la nota de Caritas Internacional, el sistema sanitario en Venezuela está en quiebra, los hospitales terminaron sus fármacos y faltan insumos básicos, como leche en polvo. Al mismo tiempo aumentan las enfermedades transmitidas por los mosquitos como el zika, el dengue, la malaria y el chikungunya. Algo similar ocurre con la tasa de mortalidad infantil y materna.
Para palear esta crisis se han creado los “sitios centinella”, centros donde los niños son llevados para controlar sus niveles de malnutrición y darles integradores alimentarios, fármacos de base a quien tiene necesidad. A estos se suman las visitas a domicilio. Además de la carencia de comida, el otro gran riesgo para la salud es la falta de agua potable, servicio que puede permanecer cortado durante días incluso en las áreas urbanas.
“Estamos muy preocupados por el acceso al agua segura, el servicio de agua dulce falta desde hace tiempo por falta de la manutención correcta a los tanques y no existen materiales de base, como el cloro, para hacer al agua potable”, estableció la directora de Caritas.
“Si un niño está malnutrido y se enferma con un parásito, obviamente el impacto será peor. La situación económica es tan terrible que las personas no pueden permitirse los tubos de gas y entonces no hierven el agua. Estamos organizando talleres para mostrar a las personas cómo protegerse de los parásitos. Estamos también distribuyendo filtros para agua dulce hechos a mano, desarrollados para su uso en Africa, y estamos enseñando a las personas a usarlos en modo que, en especial los niños, las mujeres embarazadas y las personas ancianas puedan beber un agua mejor”, ponderó.
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