El gran interrogante entre los obispos es cómo será el escenario postelectoral y se plantean otras preguntas: ¿se calmarán los ánimos después de una larga campaña? ¿Empezará una etapa de diálogo para afrontar los graves problemas de los argentinos?
Sergio Rubin
El escenario postelectoral fue tema de análisis durante el habitual intercambio de ideas sobre la realidad nacional desde la óptica religiosa que el centenar de líderes católicos de todo el país realizó esta semana, en el marco de su segundo y último plenario del año. La preocupación también se vio reflejada en los reiterados anhelos de que el Papa Francisco visite la Argentina el año que viene.
La gran incógnita por estos días en el país es quién ganará el balotaje. Las encuestas alimentan la incertidumbre porque arrojan una virtual paridad, más allá de que por estos lares, al igual que en todas partes del mundo, se volvieron poco fiables. Pero hay otro interrogante que -como a muchos argentinos- preocupa seriamente a los obispos: cómo será la etapa postelectoral, gane quien ganare.
Esa pregunta abre paso a subpreguntas: ¿se calmarán los ánimos después de una larguísima campaña o seguirán los duros cruces entre los dirigentes políticos, a los que se sumaron actores de los más diversos ámbitos de la vida nacional? ¿Empezará una etapa de diálogo para afrontar los graves problemas o las tensiones económicas y sociales aumentarán a niveles insoportables?
Objetivamente, la mayor incertidumbre tiene que ver con un eventual triunfo de Javier Milei. Por caso: ¿los sindicatos y los movimientos sociales le otorgarán un tiempo de gracia u optarán de movida por la confrontación? ¿El libertario se mostrará magnánimo y componedor o estallará su carácter irascible ante las primeras resistencias que surjan a su gobierno?
En cambio, Sergio Massa, de ganar, correría con la ventaja de tener de su lado al peronismo en sus variadas expresiones: política, gremial, social. ¿Pero convocaría a un gobierno de unidad nacional como viene diciendo o se inclinaría por actitudes hegemónicas y gestionaría la impunidad de Cristiana Kirchner y sus allegados que están en la mira de la Justicia?
En fin, ¿se profundizará la grieta? Para la Iglesia, los interrogantes que se plantean son particularmente relevantes en el actual contexto de una creciente pobreza y una inflación que hace cada día más difícil el acceso a cosas básicas como los alimentos. Lo sabe bien por la red de miles de comedores que gestiona en los barrios populares en todo el país.
Más aún: los comedores comunitarios no solo de la Iglesia católica hace tiempo que vienen sufriendo una merma en el dinero que el Estado les envía para la compra de alimentos frescos, como la cantidad y calidad de los productos no perecederos y que provocan una baja dl nivel nutricional de muchos chicos con lo que ello conlleva.
Dicho sea de paso, la crisis económica está amenazando la continuidad de no pocos colegios de gestión privada, entre los que se cuentan muchas escuelas de la Iglesia católica, que no pueden subir la cuota porque el Estado no los autoriza, se demora el pago de los subsidios y desciende la matrícula por la migración a establecimientos estatales.
El escenario postelectoral fue tema de análisis durante el habitual intercambio de ideas sobre la realidad nacional desde la óptica religiosa que el centenar de obispos de todo el país realizó la semana pasada, en el marco de su segundo y último plenario del año que realizaron en la casa de retiros espirituales “El Cenáculo”, en Pilar.
Si bien la preocupación de los obispos por lo que puede venir fue evidente en ese intercambio, se cuidaron de que no trascendiera para no aparecer mezclados en la campaña, aunque la Iglesia -como nunca antes desde la vuelta a la democracia- quedó implicada por declaraciones de Milei, Massa y sus allegados.
Lo más notorio fueron las descalificaciones del libertario al Papa que provocó una misa de desagravio de los curas villeros, la propuesta de su principal referente intelectual de “romper relaciones” con el Vaticano y el anunciado propósito de Massa, si llega a la presidencia, de hacer todo lo posible para que visite el país.
El bajo perfil por el que optaron los obispos no debe interpretarse como un desentendimiento, ya que eligieron gestos como haber ido el jueves a la basílica de Luján a “rezar por la patria” y convocar a una jornada de oración en todas las diócesis del país para el próximo viernes, a 48 horas del crucial balotaje.
De todas maneras, las preocupaciones de los obispos trascendieron de una u otra manera; por caso, en la homilía que el flamante cardenal Ángel Rossi, arzobispo de Córdoba, pronunció en la misa en Luján, al abogar por las necesidades de vastos sectores de la población y por la preservación de la paz social.
“Queremos pedir a nuestra Madre que cuide a nuestras familias, a nuestros abuelos, a nuestros niños, a los jóvenes entrampados en la droga, que no falte el pan en la mesa, los medicamentos a los enfermos, que haya trabajo digno y un techo para todos, y sobre todo que haya paz, en el mundo y en nuestra tierra”, dijo Rossi.
Las hondas inquietudes también se reflejaron en los reiterados anhelos de los obispos en el sentido de que el Papa, finalmente, visite la Argentina el año que viene, tras quedar atrás un agitado año electoral y pueda contribuir -como así lo creen ellos- a un mejor clima de convivencia en un país agrietado.
En la misa de apertura del plenario, su presidente monseñor Oscar Ojea, afirmó que la visita “nos ayudará a sanar heridas, a crecer en el aprendizaje del diálogo y a renovarnos en el espíritu misionero y así poder tender una mesa generosa en la que haya lugar para todos”.
Finalmente, en la carta de invitación a venir que le enviaron al Papa, insisten en que la visita “nos hará mucho bien tu cercanía y será una bendición en estos tiempos difíciles”. Ahora, resta la invitación formal del presidente que surja del balotaje.
Lo que ocurra en el incierto e inquietante tiempo que falta hasta que venga dependerá de los futuros gobernantes, de la oposición, de todos los sectores y, en mayor o menor medida, de cada uno de los argentinos.
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