El secretario general de Escuelas Católicas ha participado en la 50ª Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada, organizada por el Instituto Teológico de Vida Religiosa.
“Cuando ponemos a la persona en el centro, estamos recuperando su relación con el entorno ambiental y social. Los religiosos estamos llamados a crear espacios de cuidado que ayuden a crear una ciudadanía ecológica, y nuestras escuelas no pueden ser sospechosas de segregación o elitismo social”. Con estas palabras ha definido Pedro Huerta, secretario general de Escuelas Católicas, uno de los retos a los que se enfrentan actualmente las instituciones educativas católicas. Y lo ha hecho en el marco del coloquio ‘Actualizar la misión del Señor’, que ha tenido lugar en el marco de la tercera jornada de la 50ª Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada, organizada por el Instituto Teológico de Vida Religiosa.
De esta manera, Huerta ha subrayado que la apertura de la escuela católica a todos los ambientes sociales y eclesiales “a los que a veces, cierto, nos hemos cerrado”, debe llevar a los consagrados a “denunciar y actuar frente a la cultura del descarte, creando espacios y medios para los más vulnerables, tanto en el interior de las escuelas”. “Como educadores samaritanos”, ha continuado el trinitario, “no podemos simplemente pasar junto al otro o despreocuparnos del medio natural. Esto une a todos nuestros carismas”.
Por otro lado, el religioso ha subrayado que la intercongregacionalidad y la “inversión en la misión” son otros dos grandes retos. “El desafío del trabajo intercongregacional debe incorporar la labor compartida en los trabajos pastorales, organizativos… que mejoren la complementariedad de la oferta educativa, el trabajo en red y la formación entre otros aspectos”, ha explicado. Asimismo, ha subrayado la necesidad de invertir “en el talento y valores compartidos de todos los que forman la comunidad educativa”, ya que “reconocer los valores individuales evita caer en la primacía única de los valores institucionales, y nos permite pasar de una pastoral lineal a una pastoral circular. Educando, como dice el Papa, con cabeza, corazón y manos”.
Construir un mundo mejor desde los carismas
“La escuela católica siempre se ha caracterizado por ser un espejo de pluralidad, de acción social y de formar parte de la sociedad”, ha dicho Huerta, quien ha subrayado, además, que “la Iglesia ha ido evolucionando con la sociedad. Incluso, en muchos casos, más allá de los avances sociales y políticos”. “Hasta el momento actual, la vida consagrada, sintiéndose Iglesia, sigue con su misión de dar respuesta a los desafíos educativos”, ha dicho, matizando que se trata de un compromiso que “no se agota promoviendo escuelas”, sino que se realiza “construyendo un mundo mejor desde el evangelio y los carismas”.
Huerta ha insistido en que la sociedad está “asistiendo a un cambio de época en lo cultural y antropológico”, lo cual reclama “un cambio de paradigma” por parte de la Iglesia. “Es el papa Francisco el que, no hace mucho, nos ha puesto por delante el reto de un Pacto Educativo Global al que nos ha llamado a unirnos a toda la Iglesia. Especialmente, a aquellos consagrados y consagradas que vemos en el ámbito educativo un modo de hacer evangelio”, ha señalado.
Por otro lado, Huerta ha reflexionado acerca de la realidad de la disminución de religiosos, la cual “revela una de nuestras mayores preocupaciones”, que no es “que los religiosos sean de edad avanzada, sino el envejecimiento institucional”. “Este es el mayor muro a la hora de elaborar cambios estructurales y afrontar retos de este nuevo paradigma”, ha aseverado el trinitario. Y es que “el nuevo paradigma que no nos pide una redefinición de la misión, sino, más bien, que le demos sentido, que expresemos la dimensión educativa de nuestras misiones aportándoles valor”.
Pastoral del seguimiento
“No se nos pide tanto una misión compartida como una visión compartida”, ha subrayado. “Una comunidad educativa que sea garante de si misma, que genera talento compartido, que hace partícipes a todos los valores considerados como propios”. “Nos damos cuenta de que muchas veces no hemos hecho una verdadera apuesta institucional por la integración de los laicos en eso que llamamos identidad”, ha continuado. “Hay quien interpreta incluso que la disminución de los religiosos dentro de los centros está suponiendo una merma en su identidad católica”.
“Ante eso”, ha explicado, “nos justificamos con el gran trabajo que hemos hecho en preparar laicos para que la comunidad educativa se identifique con los valores institucionales. Y, con esta identificación nos hemos olvidado de la necesidad de una pastoral del seguimiento”. En este sentido, Huerta ha incidido en que “las decisiones sobre los centros, muchas veces, suelen fijarse más en las estrategias económicas y de salvaguarda de los ingresos, que son necesarios, evidentemente, más que en garantizar la misión. Por eso, el mensaje que damos, muchas veces, es más mercantilista que evangelizador. Luego nos quejamos de que no se nos entiende. Pero ahí nos hemos descuidado”.
Por ello, Huerta ha subrayado que la vuelta a la evangelización “debemos hacerla desde las Bienaventuranzas”. “Debemos pasar de poner la fuerza en una oferta educativa excelente y una pastoral de actividades a una escuela evangelizadora”, si bien “nos toca hacerlo en tiempos de disminución y debilidad institucional”. “Por ello creemos que aun debemos crecer en misión compartida, pero aun en ella debemos aprender los religiosos a encontrar nuestro espacio como consagrados, lo cual puede ser lo más difícil”, ha aseverado.
En este coloquio ha participado también Carmen Mora Sena, superiora general de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana, la cual ha reflexionado acerca de la actualización de la pastoral de la salud y la presencia religiosa en la misma y sobre lo que implica, a día de hoy, la atención integral a la persona. Asimismo, Jesús Díaz Sariego, prior provincial de los Dominicos de Hispania, ha hablado sobre lo que significa la predicación y el anuncio de la palabra en este nuevo paradigma social y cultural.
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