Los responsables de los comedores comunitarios participaron de una cena de Pésaj en medio de monoblocs de Lugano. Allegados a la comunidad Bet El, que organizaron una cadena solidaria durante la pandemia, quisieron agradecer el trabajo de los voluntarios.
Por Sergio Rubin
El populoso barrio Carlos Mugica, en el barrio porteño de Lugano, en el límite con la avenida General Paz, impresiona por sus enormes monoblocs, algunos ocupados, otros abandonados, sin terminar. Entre ellos se levanta el centro comunitario “La Misión”, flanqueado por una capilla. Cae la noche y unas guirnaldas de luces iluminan unas mesas tendidas al aire libre. A pesar de la inseguridad y las carencias, hay un ambiente festivo. Por primera vez los responsables de 17 comedores comunitarios de la zona metropolitana van a participar de un seder (cena) de Pésaj (la pascua judía), en el marco de la conmemoración anual del pueblo judío.
La celebración quiso ser un modo de agasajarlos por su esforzado servicio prestado antes, durante y después de la pandemia a los más necesitados por parte de de los protagonistas de la campaña “Un Plato Más”. Se trata de una iniciativa que allegados a la Comunidad Bet El lanzaron al inicio de la cuarentena para asistir a comedores comunitarios del AMBA ante el enorme incremento de concurrentes que vivían de las changas y no contaban con recursos para sobrellevar el encierro. Con ese propósito se creó una red que recolectaba donaciones en dinero, compraba los alimentos y los distribuida en los comedores.
“Nos contactamos con conocedores de estos centros como dos legisladoras de la Ciudad para llegar a los referentes de las comedores y asegurarnos que la ayuda efectivamente iba a llegar a quienes la necesitaban”, dice Martín Maslo, presidente de la Comunidad Bet El. Agrega que a medida que se fue conociendo la campaña mucha gente se fue sumando con su contribución. Pero la cantidad de potenciales beneficiarios era muy desafiante. “Estamos hablando de comedores muy grandes que atienden a entre 500 y 1.900”, señala. “Debemos haber llegado a más de 20 mil personas”, calcula.
Para Maslo, el agasajo en una celebración de Pésaj no podía ser más adecuado. “En Pésaj se dice que todo aquel que tenga hambre que venga y coma”, apunta. Pero también lo vincula con la centralidad de la conmemoración: la salida del pueblo judío de Egipto. “Nos pareció importante poder transmitir el valor de la libertad, que ellos encarnan en su contribución a que tanta gente salga de la esclavitud por no contar con las necesidades básicas satisfechas y, por eso, quisimos reconocer a la gente que todos los días de su vida está ayudando a otros”, completa.
El rabino Jordán Raber fue el encargado de la bendición y de abundar en el sentido de la fiesta. Además, se le pidió una bendición al párroco de la iglesia de Caacupé, en el barrio de Barracas, el padre Toto De Vedia, quien estaba acompañado por su colega de la iglesia Don Orione, de Lugano, el padre Miguel. La comida fue preparada por el reconocido chef Danny Bramson, hubo música clásica a cargo de intérpretes del programa Orquestas Populares y también un rap entonado por un vecino del barrio. Un más que merecido reconocimiento.
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