La Semana Santa es el punto culminante del año litúrgico. Reproducimos un texto de Chiara Lubich de marzo de 1994 dirigido a miembros del Movimiento de los Focolares, que invita a celebrar y a penetrar en los misterios centrales de nuestra fe también con la vida.
Queridísimos:
Se acerca la Pascua, la fiesta más grande del año, y con ella, la Semana Santa, colmada de los misterios más preciosos de la vida de Jesús.
Estos nos los recuerdan sobre todo el jueves, el viernes, el sábado y el domingo de Resurrección, y representan para nosotros muchos aspectos centrales de nuestra espiritualidad. Son: la consigna del Mandamiento Nuevo, la institución del sacerdocio y de la Eucaristía, la oración por la unidad, la muerte de Jesús Abandonado en la cruz, la Desolada, el Resucitado.
Nosotros los celebramos con la Iglesia a través de la santa liturgia. Pero, puesto que el nuestro es un «camino de la vida», nos disponemos a honrarlos también con nuestra vida.
Y ¿cómo podemos revivir, al menos un poco, misterios tan numerosos y profundos? Porque basta uno solo de ellos para encender en nuestra alma la meditación, para llevarla a la contemplación. Basta uno solo para santificarnos, y lo sabemos.
Además, tenemos como patrimonio de nuestra espiritualidad diferentes documentos sobre uno u otro aspecto. Hemos escrito para nuestra edificación espiritual algunos libros que enriquecen la ya muy rica literatura sobre cada tema: La caridad como ideal, que profundiza en el mandamiento nuevo; Hombres al servicio de todos, que nos revela qué es el sacerdocio para Jesús y para la Iglesia; La Eucaristía, La unidad y Jesús Abandonado y hemos profundizado también en María en su desolación, en Jesús resucitado...
¿Qué vivir, entonces, mientras se aproxima la Semana Santa y durante esos días benditos? Yo creo que, si vivimos la Pascua, es decir, si dejamos que el Resucitado viva en nosotros, tenemos la mejor manera de vivirlos todos.
En efecto, para que el Resucitado resplandezca en nosotros, debemos amar a Jesús abandonado y estar siempre –como decimos nosotros- «más allá de su llaga», donde la caridad es reina. Es ésta la que después nos impulsa a ser el Mandamiento Nuevo en acción; a acercarnos a la Eucaristía, la cual alimenta esta caridad divina en nuestro corazón y nos transforma en lo que recibimos como alimento, que es Jesús Resucitado. Es la caridad la que nos lleva a vivir la unidad con Dios y con los hermanos.
Es por la caridad como cada uno de nosotros puede ser, en cierto modo, otra María.
Sí, no se pueden vivir mejor los distintos aspectos de la vida de Jesús recordados durante la Semana Santa, que proponiéndonos hacer que viva cada instante el Resucitado en nosotros.
Esto queremos proponeros y esto procuramos vivir.
Así, todos juntos seremos realmente ese «pueblo de Pascua» que a alguien le pareció vislumbrar en nuestro Movimiento.
De este modo podremos entender mejor la pasión, la muerte y la resurrección de Jesús que nos vuelve a presentar la liturgia.
Ésta es una renovación de todo nuestro ser, como miembros de la Obra de María, que nos hace ser menos indignos de llevar al mundo nuestro Ideal.
(De Chiara Lubich, Un pueblo de santos, Ciudad Nueva, Roma, 2001)
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