La organización pontificia Scholas Occurrentes abrió su sede principal en medio de sector Cristo Obrero del barrio Padre Mugica, donde cientos de niños acuden semanalmente a vivir una experiencia educativa diferente.
Por Adrián Martínez.
Enseñar es tender un puente, animarse a pasar al otro lado. En ese encuentro, siempre frágil, se juega el conocimiento de uno mismo. Esa fue la "intuición" de la que habla el papa Francisco y que sustenta la obra de Scholas Occurrentes: "Una educación que nos abre a lo desconocido, que nos lleva a ese lugar donde todavía no se dividieron las aguas, para desde allí soñar nuevos caminos".
Desde hace un año, la organización pontificia Scholas Occurrentes, que integra a más de 500.000 instituciones y redes educativas en 190 países, tiene su sede central en medio de la Villa 31, más precisamente en la manzana 104, del sector Cristo Obrero, donde cientos de chicos asisten a talleres de tecnología, el deporte y el arte.
"El año pasado surgió la posibilidad de instalarnos en la Villa 31. Es un desafío grande, porque nunca antes habíamos trabajado desde el territorio. Siempre Scholas llegaba a los barrios, hacía la experiencia -muy fuerte, muy formadora-, pero después se iba", cuenta Ignacio Dupuy, coordinador de actividades de la sede de Scholas en Argentina.
"Lo difícil era desembarcar en el barrio, sin perder el espíritu, porque Scholas va a la persona, al ser. Por eso no es un centro de apoyo escolar ni un comedor, que se encargan de lo urgente. En medio de un contexto signado por la necesidad, vamos al "ser" del chico, a través del juego, el arte y el pensamiento", sostiene.
En la sede de Scholas, hay como mínimo, de lunes a sábado, un taller de teatro, danza, música, poesía y murga, y algunos días hasta tres. En cada uno participan entre 10 a 20 chicos, lo que para los índices del barrio es una cantidad enorme, igual al de la Casa de la Cultura del Gobierno porteño.
"En los talleres de artes tenemos participantes de entre 5 y 14 años. El de escritura, por ejemplo, es más diverso, con gente del barrio y de afuera y al que asisten desde adolescentes hasta personas de más de 60 años. Los coordina la poeta Cristina Domenech, que es especialista en escritura y lectura de la Universidad de San Martín, y Martín Bustamante, que está preso y usa sus salidas transitorias para dictar el taller", cuenta Dupuy.
"Lo que se busca es re-crear la educación, que se viene hablando en un lenguaje basado en lo científico, en el conocimiento. Nosotros intuimos que eso no sirve más. Por eso, Scholas va por el lado del arte, el juego, el pensamiento y el deporte. Esos "lenguajes" son los que abren, los que educan", sostiene el coordinador de actividades.
"Siempre nos enseñaron que debíamos "tener" -conocimientos, herramientas, competencias- para salir a "hacer" -a producir, a hacerse un lugar- y al fin llegar a "ser", a "ser alguien en la vida" -explica Dupuy-. Scholas rompe con esta lógica y va un paso más adelante: "primero soy". Desde ese "ser", que no está claro, que es misterioso, siempre nuevo y dinámico, es que puedo llegar a "hacer" algo, que puedo llegar a responder a ese llamado. Primero soy, que ya es un lío, y después voy a tratar de hacer".
"Lo que hacemos es responder a un llamado, que viene demorado y al que llegamos tarde y mal, con talleres de juegos, de arte, pensamiento y deportes -dice el coordinador-. La cultura del encuentro es más bien un "encontrar-nos", siendo. No teniendo ni haciendo, sino, en primer lugar, siendo la persona que somos, sin etiquetas. No importa donde vivo ni qué estudié ni qué tengo, simplemente soy persona y desde allí me relaciono. Esa es la idea de los talleres".
De algún modo, esa experiencia del ser en el encuentro con otros puede resumirse en la que vivió un grupo de cuatro chicos que asisten a los talleres de FutVal, escritura, música y juegos, y que viajaron a México en noviembre para participar del encuentro mundial de Scholas Occurrentes.
"A principios de año anunciaron en mi colegio que iban a hacer un taller de Ciudadanía Digital. Después de muchos encuentros, surgió la idea era crear una suerte de GPS del barrio para que quien viniera de afuera pudiera ubicar los comercios y calles. Empezamos de la nada, charlando y pensando ideas, sin pensar en que podíamos realizarlo. Así salió el proyecto, e incluso vinieron especialistas de la Universidad Hebrea de Jerusalén para concretarlo", cuenta Esteban Vaca, un alumno de cuarto año del colegio parroquial Filii Dei, que queda a la entrada de la Villa 31.
"Participar te da una experiencia muy fuerte, te enseña a escuchar. Sé que tengo muchos errores, pero también muchas virtudes, y que otra gente puede aprovechar y verlas en mí -sintetiza el joven-. Aprendí a que podemos darnos un momento para conocer lo que piensan los demás. De algún modo eso hoy lo aplico con mis hermanas y mis compañeros, cuando hablamos sobre qué opinan".
Entrevista a José María del Corral, director mundial de Scholas "Mientas otros siembran odio, vamos a morir haciendo puentes"
Scholas Occurrentes -"las escuelas que se juntan"- nació en plena crisis de 2001 cuando el entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, comprendió que el contrato social, tal vez para siempre, estaba roto. Entonces, se propuso cambiar de perspectiva y salió a escuchar a los jóvenes, con la idea de que el cambio se construye de abajo para arriba.
Así apareció la experiencia de Escuela de Vecinos, una propuesta que unía a chicos de escuelas públicas y privadas -laicas, parroquiales, judías y musulmanas-, con el único fin de hablar sobre aquello que a los jóvenes les duele y quieren cambiar. Cuando Bergoglio fue elegido Papa, llamó al rector que había liderado esa red, José María del Corral, para realizar la misma experiencia, pero a nivel mundial.
-¿Qué balance hace del recorrido de Scholas?
- Es realmente loco, al menos para nosotros, que somos docentes argentinos, pensar que este grupito que empezó pensando en cambiar la educación local, del barrio, terminó llevando la experiencia a nivel global.
De algún modo, esos chicos de Almagro, Flores y Caballito que hace 20 años decían que estaban hartos de la educación, sin saberlo, estaba hablando en nombre de todos los jóvenes del mundo.
Entonces y ahora, los chicos dicen que están hartos, y lo hacen no sólo con palabras, sino con los índices de suicidio más altos de la historia.
-En ese contexto, ¿qué propone Scholas?
-Nosotros trabajamos con pinceles y pintura, no necesitamos grandes cosas. Durante siete días hacemos una experiencia, muy pautada en lo educativo, donde el chico sale con la alegría de haber recuperado la esperanza.
No importa el país, ni la religión. Sale con las manos enchastradas de pintura y con una pelota en los pies, y dice "ahora valgo, tengo sentido".
A esos chicos les cambiaste el chip, porque descubren que a partir de las cosas más elementales y más básicas, se pueden conectar entre ellos, con lo que sienten, con lo que les pasa.
-¿Lo que no funciona es la escuela?
-Ojalá fuera sólo la escuela. La gran trampa de esto es pensar que la educación es un tema sólo del Ministerio o la Ley de Educación. El cambio es de abajo hacia arriba.
Es necesario un nuevo pacto. Si el colegio llama a los padres porque el hijo se porta mal, y como respuesta la mamá le pega a la maestra, educar se vuele muy difícil. Por eso, el Papa convocó para el 14 de mayo a hacer un pacto educativo global.
-¿Cuáles son los puntos básicos de ese acuerdo?
-Lo primero es escuchar al chico. Aunque suene estúpido, no se hace. Las escuelas de hoy son grandes depósitos humanos y los alumnos están diciendo queremos otra cosa, ayúdennos. Es increíble la cantidad de medicación psiquiátrica que consumen. ¡¡¡Están todos empastillados!!! Hoy los jóvenes se dan cuenta de que están corriendo arriba de una calesita, y muchos dicen "me tiro, aunque me lastime".
Por eso hay que ir a la cultura del diálogo, porque hoy la educación es un monólogo. En vez de que el chico deje su mundo en la puerta de la escuela, es hora de que la escuela saque la puerta y se meta en el mundo de los chicos, porque cuando llegás su corazón, a través de su propio lenguaje y les enseñás que desde la diversidad se puede hacer la unidad, y que es esa unidad lo que te salva, los jóvenes se enganchan naturalmente.
-¿Cómo evalúa la experiencia de la Villa 31?
-Por más que se urbanice y que haya sólo un tren que la separe de la Facultad de Derecho, si no generás un cambio en la educación, no vas a lograr la verdadera interacción: siempre van a ser los buenos y los malos.
Hoy hay un puente, que no es sólo físico. Los chicos pasan de un lado para otro, comparten actividades. Esa es la misión de Scholas: mientas otros ponen bombas y siembran odio, nosotros vamos a morir haciendo puentes.
-¿Por qué razón Scholas no tiene desarrollo en la Argentina?
- En primer lugar, porque tiene que haber voluntad política. Imaginate que si en Argentina nos pasamos criticando al Papa... Vengo de estar con Francisco en Japón, que tiene apenas el 0,4 por ciento de católicos, y vi cómo el ministro de Educación lloraba mientras lo abrazaba. O el mundo está equivocado, o en Argentina somos tan geniales que le vemos defectos por todos lados.
-¿Va a venir o no?
- No puso fecha, pero está en la decisión del Papa venir a la Argentina... Yo creo que él tiene la capacidad intuitiva de ver el mejor momento y todavía no lo encontró. La tarea es nuestra, no de él. Tenemos que hacer más deberes internos. Estoy seguro que para él sería la mayor alegría venir y poner la última firma a un pacto educativo nuevo en el país.
Una idea que se exportó a 194 países El fútbol como escuela de valores para la vida
Si de algo no hay duda es que Francisco es un papa futbolero. Tal vez por eso, uno de los principales talleres que ofrece Scholas Occurrentes es el de "FutVal", que usa al fútbol como una escuela de valores para la vida.
"El papa Francisco plantea al deporte como una escuela para la paz -explicó Edgardo Broner, coordinador de actividades deportivas de Scholas Occurrentes-. A través de diversas técnicas deportivas, se busca generar espacios de formación en valores tales como la resiliencia, el trabajo en equipo, el respeto, la honestidad, el esfuerzo, la identidad y el espíritu solidario".
Según contó Broner, a los talleres de fútbol de la sede de la Villa 31 asisten unos 50 niños, de entre 7 y 12 años. "Lo más importante es la relación que se va generando con las familias, porque los chicos empiezan por el deporte y siguen enganchándose en las otras actividades. En la cancha, se aprende lo bueno y lo malo, y esa es lo que llevan a la casa y a la comunidad", dijo.
Según el profesor, en el caso de FutVal los ejercicios que se hacen, desde la entrada en calor hasta la vuelta a la calma y el partido, tienen todos algún momento en que que se refuerza el aprendizaje de valores.
"Por ejemplo, jugamos al "metegol humano", que se hace formando un metegol con los chicos agarrándose de las manos. Así los niños se dan cuenta de que tienen que trabajar en solidaridad con los compañeros, porque si van por su cuenta, no funciona bien", describió.
"Los partidos se hacen sin árbitros y son los propios chicos los que se ponen de acuerdo, como en la calle, en cuáles son las reglas del juego -explicó Broner-. Tratamos que esas reglas sean valores como el pasarse la pelota y ayudar al que se cae. Se trata de que jueguen, pero hay momentos en los que se reflexiona y ellos mismos van sacando conclusiones".
"Desde el principio, el taller de FutVal fue mixto, lo que era toda una novedad para el barrio, donde había fútbol femenino, pero no equipos de niños y niñas mezclados. Ahora, naturalmente, juegan juntos", contó.
"En otro momento, cuando fue la Copa América, a mitad del año, el fútbol nos permitió trabajar con una realidad del barrio, en el que hay varias comunidades y, como en todos lados, hay solidaridad, pero también discriminación y rivalidades -explicó el docente-. Así como trabajamos la igualdad de género, también hablamos de integración y encuentro, y todo a través de la fuerza que tiene la pelota, que hace que al hacer un gol nos abracemos, aunque no tengamos nada que ver en otros aspectos de la vida".
Con el mismo espíritu, Broner señaló que también existe el "BoxVal", una de las novedades que sumó el trabajo en la Villa 31. ""Cuando alguien trajo la idea de hacer boxeo en Scholas, la primera reacción fue el rechazo, por la violencia que implica -subrayó el profesor-. Pero cambia cuando uno ve cómo los gimnasios rescatan a muchísimos chicos, que se entrenan y van todos los días, la mayoría sin subir nunca a un ring. Los chicos adquieren una disciplina que hace que no se peleen nunca más por la calle. Por eso ahora tenemos "boxeo con valores", donde no hay combates ni enfrentamientos, sino juegos en equipos", subrayó.
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