Continuando con su ciclo de catequesis sobre la vejez en las audiencias generales, hoy Francisco se basó en textos en el Libro del Eclesiastés o Qohélet (2,17-18; 12,13-14).
Dijo el Pontífice que “en una primera lectura este breve libro impresiona y deja desconcertado por su famoso estribillo: «Todo es vanidad», todo es ‘niebla’, ‘humo’, ‘vacío’. Sorprende encontrar estas expresiones, que cuestionan el sentido de la existencia, dentro de la Sagrada Escritura”. Este libro manifiesta un conocimiento de la vida que se desprende de la pasión por la justicia, señaló el Papa.
“Y llegué a detestar la vida, porque me da fastidio todo lo que se hace bajo el sol. Sí, todo es vanidad y correr tras el viento. Y también detesté todo el esfuerzo que había realizado bajo el sol, y que tendré que dejar al que venga después de mí”, dice el Eclesiastés que puede ocurrir com el hombre (2,17-18). El Eclesiastés es uno de los libros llamados sapienciales, o de enseñanzas.
En la vejez, puede ocurrir un encuentro con el desencanto con la vida, con efectos desmoralizantes para los ancianos. En este sentido, si los ancianos, que ya han visto de todo, conservan intacta su pasión por la justicia, entonces hay esperanza para el amor, y también para la fe.
Pero también la sociedad puede sufrir de ese desencanto desmoralizante, una desmoralización que quita el deseo de buscar la “verdad”, que se limita a registrar el mundo, al fluir del tiempo y al destino de la nada. Una de las características de esa situación es la búsqueda vanidosa de un conocimiento sin fe y sin moral, la ilusión de la verdad sin justicia. El mundo se va convirtiendo en una “sociedad del cansancio”.
Sin embargo, la conclusión del libro del Eclesiastés indica el camino para salir de esa prueba de la “acedia”, del desencanto con la vida: “Una vez oído todo esto, teme al Señor y observa sus mandamientos, porque esto es todo para el hombre”. (12,13)
Es pues la unión con Dios, y la observancia de la Ley de Dios, la que restaura el sentido de la vida, reanima la voluntad, aligera el cansancio. Querer una vida sin fe y moral es el camino raudo para la visión desmoralizante de la vida. Pero ahí está Dios, su doctrina, su ley y su gracia, para restaurar la vida del hombre.
Comentá la nota