El Papa pide a los sacerdotes que «perdonen todo» y «no torturen a los penitentes» Papa Francisco en Verona

El Papa pide a los sacerdotes que «perdonen todo» y «no torturen a los penitentes» Papa Francisco en Verona

Desde Verona, el Papa Francisco volvió a exhortar a los sacerdotes que sean misericordiosos a la hora de impartir del sacramento de la confesión y sean benévolos con los penitentes.

 

El Santo Padre comenzó su Visita Apostólica a Verona bien temprano con un encuentro con religiosos y sacerdotes de la diócesis a las 8:30 de la mañana del sábado.

Congregados en la Basílica de san Zenón, El Obispo de Roma hizo un llamado improvisado, en medio del discurso, especialmente a los sacerdotes a perdonar siempre al penitente :»Por favor, perdonen todo», «sin causar dolor», «no torturen a los penitentes» porque – como explicó – «si no se comprende lo que dice el penitente, hay que seguir adelante: ‘el Señor ha comprendido'». «La Iglesia – señaló- necesita el perdón».

El Pontífice pidió a los sacerdotes acoger la llamada recibida que «implica también una conciencia y una memoria de que se trata de un don de Dios». “Si perdemos esta conciencia y esta memoria, corremos el riesgo de ponernos a nosotros mismos en el centro en lugar del Señor; corremos el riesgo de agitarnos en torno a proyectos y actividades que sirven a nuestras propias causas más que a la del Reino; corremos el riesgo de vivir incluso el apostolado en la lógica de promocionarnos a nosotros mismos y de buscar el consenso, en lugar de gastar nuestra vida por el Evangelio y por el servicio gratuito a la Iglesia”, dijo el Santo Padre.

Al mismo tiempo, el Papa Francisco recordó que es el Señor quien ha elegido a cada consagrado, que es Él quien está al origen de cada ministerio, hace más llevadero el peso del cansancio y las decepciones, porque “permanecemos serenos y confiados, seguros de que Él no nos dejará con las manos vacías”, “no nos dejará solos”, especialmente ante los complejos desafíos de nuestro tiempo.

Francisco insistió en señalar que en estos momentos es necesario «la audacia del testimonio y del anuncio, la alegría de una fe empeñada en la caridad, la inventiva de una Iglesia que sabe acoger los signos de los tiempos y responder a las necesidades de los que más luchan. A todos, lo repito, a todos debemos llevar la caricia de la misericordia de Dios. Especialmente a los que tienen sed de esperanza, a los que se ven forzados a vivir en los márgenes, heridos por la vida, o por algún error que han cometido, o por las injusticias de la sociedad, que siempre se cometen a costa de los más frágiles”.

El Papa reiteró que la audacia de la fe obra en la caridad y, como San Pablo, exhortó a los consagrados de Verona a no ceder al desaliento, a ser una Iglesia que se hace cercana, que se acerca a las encrucijadas, que sana las heridas, que da testimonio de la misericordia de Dios. Solo así, aseguró, la barca del Señor, en medio de las tormentas del mundo, puede poner a salvo a tantos que, de otro modo, correrían el riesgo de naufragar.

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