La mañana de este jueves, 23 de marzo, el Santo Padre ha recibido en audiencia a los participantes en la Asamblea Plenaria de la Comisión de los Episcopados de la Unión Europea. A los Prelados europeos el Papa les ha recordado los dos grandes sueños de los padres fundadores: “el sueño de la unidad y el sueño de la paz”
“Quisiera detenerme hoy brevemente con ustedes en dos puntos centrales, que corresponden a los dos grandes ‘sueños’ de los padres fundadores de Europa: el sueño de la unidad y el sueño de la paz”, con estas palabras inició el Papa Francisco su discurso a los participantes en la Asamblea Plenaria de la Comisión de los Episcopados de la Unión Europea (COMECE), a quienes recibió en audiencia, la mañana de este jueves, 23 de marzo, en la Sala del Consistorio del Vaticano.
Después de saludar y felicitar al nuevo Presidente de la COMECE, Monseñor Mariano Crociata, Obispo de Latina, Italia, el Santo Padre agradeció al cardenal Jean Claude Hollerich, quien deja el cargo de Presidente, por su trabajo al frente de esta Comisión. A los participantes en esta Asamblea Plenaria de primavera, el Pontífice los invitó a seguir trabajando en esta labor que es exigente pero también apasionante, sin caer en la burocracia y manteniendo la mirada en el horizonte, en los valores inspiradores del proyecto europeo.
El sueño de la unidad
El primer punto de la reflexión del Papa Francisco se centró en la unidad. El Pontífice dijo que, es fundamental dejar claro que la unidad europea no puede ser una unidad uniforme, homogeneizadora, sino que, por el contrario, debe ser una unidad que respete y valore las singularidades, las peculiaridades de los pueblos y las culturas que la componen.
“Pensemos en los padres fundadores: pertenecían a países y culturas diferentes: Los italianos De Gasperi y Spinelli, los franceses Monnet y Schuman, el alemán Adenauer, el belga Spaak, el luxemburgués Beck, por citar a los principales. La riqueza de Europa reside en la convergencia de diferentes fuentes de pensamiento y experiencia histórica. Como un río, vive de sus afluentes. Si los afluentes se debilitan o se bloquean, todo el río sufre y pierde fuerza. La originalidad de los afluentes. Respetar esto: la originalidad de cada país”.
El desafío de la unidad en la diversidad
Y esta fue la primera idea sobre la que el Papa Francisco llamó su atención. Europa, afirmó el Papa, tiene futuro si es realmente una unión y no una reducción de países con sus características respectivas.
“El reto es precisamente éste: la unidad en la diversidad. Y es posible si hay una fuerte inspiración; de lo contrario prevalece el aparato, prevalece el paradigma tecnocrático, pero no es fructífero porque no entusiasma a la gente, no atrae a las nuevas generaciones, no implica a las fuerzas vivas de la sociedad en la construcción de un proyecto común”.
Formar personas que sepan interpretar el proyecto de Europa
Ante esta realidad, el Papa Francisco destacó que el rol de la Iglesia en este campo tiene que ver con la formación de personas que sepan interpretar el proyecto de Europa.
“Hoy han cambiado muchas cosas, por supuesto, pero sigue siendo cierto que son los hombres y las mujeres quienes marcan la diferencia. Por eso, la primera tarea de la Iglesia en este campo es formar personas que, leyendo los signos de los tiempos, sepan interpretar el proyecto de Europa en la historia de hoy”.
El sueño de la paz
El segundo punto sobre el que reflexionó el Santo Padre fue el de la paz. La historia de hoy, indicó el Pontífice, necesita hombres y mujeres animados por el sueño de una Europa unida al servicio de la paz. Tras la Segunda Guerra Mundial, Europa vivió el periodo de paz más largo de su historia. Sin embargo, varias guerras se sucedieron en todo el mundo.
“En las últimas décadas, algunas guerras se han prolongado durante años, hasta hoy, tanto que ya se puede hablar de una tercera guerra mundial. La guerra en Ucrania está cerca, y ha sacudido la paz europea. Las naciones vecinas han hecho todo lo posible para acoger a los refugiados; todos los pueblos europeos participan en el esfuerzo de solidaridad con el pueblo ucraniano. A esta respuesta coral en el plano de la caridad debería corresponder -pero es evidente que esto no es ni fácil ni obvio- debería corresponder un compromiso cohesionado por la paz”.
La guerra no es una solución a los conflictos
Este desafío según el Papa es muy complejo, porque los países de la Unión Europea están implicados en múltiples alianzas, intereses, estrategias, una serie de fuerzas difíciles de converger en un proyecto único.
“Sin embargo, hay un principio que todos deberían compartir con claridad y determinación: la guerra no puede ni debe seguir considerándose una solución a los conflictos (cf. Enc. Fratelli tutti, 258). Si los países de la Europa actual no comparten este principio ético-político, significa que se han alejado del sueño original. Si, por el contrario, lo comparten, deben comprometerse a ponerlo en práctica, con todo el esfuerzo y la complejidad que la situación histórica requiera. Porque "la guerra es un fracaso de la política y de la humanidad" (ibíd., 261). Esto deberíamos repetirlo a los políticos”.
COMECE constructores de diálogo y de paz
Finalmente, el Santo Padre exhortó a los miembros de la COMECE a aportar su contribución en valores y profesionalidad a este reto de la paz. Ellos son por naturaleza un "puente" entre las Iglesias de Europa y las instituciones de la Unión.
“Son por misión constructores de relaciones, de encuentro, de diálogo. Y esto ya funciona para la paz. Pero no es suficiente. Hace falta también profecía, hace falta previsión, hace falta creatividad para hacer avanzar la causa de la paz. En esta obra se necesitan tanto arquitectos como artesanos; pero yo diría que el verdadero constructor de la paz debe ser a la vez arquitecto y artesano: es el verdadero constructor de paz. Así lo deseo también para cada uno de ustedes, sabiendo muy bien que cada uno tiene sus propios carismas personales que contribuyen con los de los demás a la obra común”.
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