Francisco inauguró Cumbre mundial sobre los derechos de los niños e invitó a escuchar a los más pequeños para decir «no» a la guerra, la violencia, la injusticia y la cultura del descarte. Habló también de la infancia que se ha convertido en «periferia de la existencia», recordó las marginalidades, incluso de las ciudades más ricas, exhortó a no acostumbrarse al mal y denunció el aborto que «suprime la vida» y «corta la esperanza de la sociedad»
Un largo discurso abre la Cumbre mundial sobre los derechos de los niños, en la Sala Clementina, titulado «Amémoslos y protejámoslos», un discurso que hizo contener la respiración porque el Papa habló de los niños que el mundo, con su fealdad y su violencia, ha herido, porque las cifras que hablan de la condición de la infancia hoy son aterradoras y porque no se puede dejar de mirar a los ojos de los más frágiles, y no escuchar sus silencios, sus gritos y llantos porque son palabras, son pedruscos que duelen.
“No es aceptable lo que lamentablemente hemos visto casi a diario en los últimos tiempos, a saber, niños que mueren bajo las bombas, sacrificados a los ídolos del poder, de la ideología y de los intereses nacionalistas. En realidad, nada vale la vida de un niño. Matar a los pequeños es negar el futuro”
El mensaje de los niños
Poco antes de su entrada, los propios niños quisieron entregar al Papa numerosos dibujos de colores y un mensaje en nombre de los más pequeños de la tierra, agradeciéndole que escuchara sus preguntas y la confianza que deposita en los niños para cambiar el mundo.
Introdujo el encuentro el padre Enzo Fortunato, presidente del Comité Pontificio para la Jornada Mundial de la Infancia: «Estamos todos con usted – dijo dirigiéndose al Santo Padre – para salvaguardar la más importante reserva de amor, esperanza y vida».
A continuación, en inglés, el vicepresidente del Comité Pontificio, Aldo Cagnoli, señaló que vivimos tiempos de gran agitación, especialmente a causa de las guerras que ven a los niños como víctimas. De ahí la invitación a los oradores a realizar acciones que enorgullezcan al niño que hay en cada uno de ellos.
El Papa Francisco con los niños poco antes de la apertura de la CumbreLa infancia, periferia de la existencia
En su discurso, Francisco dirigió su mirada a las «periferias difíciles, donde los más pequeños son a menudo víctimas de fragilidades y problemas que no podemos subestimar». Periferias marcadas «por la pobreza, la guerra, la falta de escuela, la injusticia y la explotación. Periferias que no son sólo las polvorientas de una favela o un barrio marginal, sino también las periferias de los países ricos, donde el mundo no es inmune a la injusticia».
“Las escuelas y los servicios sanitarios tienen que vérselas con niños ya probados por tantas dificultades, con jóvenes ansiosos o deprimidos, con adolescentes que toman el camino de la agresividad o la autolesión. Además, según la cultura eficientista, la propia infancia, como la vejez, es una ‘periferia’ de la existencia”
Matar el futuro
Triste y preocupante es la forma en que los jóvenes, «que son signos de esperanza en la sociedad», miran al mañana, abrumados por la falta de trabajo y de oportunidades que aniquilan los sueños. Pero también «matar a los pequeños significa negar el futuro» y a menudo se ven obligados a hacerlo jóvenes bajo los efectos de la droga, rehenes de bandas criminales. Cuidado, dijo el Papa, con el individualismo exagerado de los países desarrollados que es veneno para los más pequeños. «A veces – añadió Francisco – son maltratados o incluso reprimidos por quienes deberían protegerlos y cuidarlos; son víctimas de peleas, de angustias sociales o mentales y de las adicciones de sus padres».
Los líderes mundiales escuchan el discurso del Papa FranciscoLa infancia negada es un grito silencioso
En el corazón del Papa están también los niños que mueren en el mar, en el desierto, en las travesías, «en las múltiples rutas de desesperados viajes de esperanza». Algunos mueren por falta de cuidados o por diversos tipos de explotación. Injusticias que, para las organizaciones internacionales, forman parte de la «crisis moral global».
“Son situaciones diferentes, pero ante las que nos hacemos la misma pregunta: ¿cómo es posible que la vida de un niño acabe así? No. No es aceptable y debemos resistirnos al acostumbramiento. La infancia negada es un grito silencioso que denuncia la injusticia del sistema económico, la criminalidad de las guerras, la falta de atención médica y de escolarización”
Un corazón lleno de piedad
Citas como la de esta Cumbre son para Francisco una forma de no ceder a la habituación a estas tragedias y un acicate para recuperar «lo que hay de más noble en el corazón humano: la piedad, la misericordia». Una preocupación, añadió, que ha compartido a menudo con representantes de otras comunidades religiosas.
Las cifras
Con las cifras en la mano, el Papa fotografió el drama de la infancia negada, hablando de 40 millones de niños desplazados por los conflictos, unos 100 millones no tienen hogar, 170 millones de niños «son víctimas de trabajos forzados, trata, abusos y explotación de todo tipo, incluidos los matrimonios forzados». Está el fenómeno creciente de los menores no acompañados.
Niños «invisibles»
Otra grave injusticia es la de los aproximadamente 150 millones de niños «invisibles» que no tienen existencia legal ni acceso a la educación o la atención sanitaria, por lo que se vuelven aún más vulnerables y pueden caer en la trata de seres humanos y ser vendidos como esclavos.
“Recordemos a los pequeños rohinyás, que a menudo luchan por ser empadronados, a los niños indocumentados en la frontera estadounidense, a las primeras víctimas de ese éxodo de desesperación y esperanza de miles de personas que suben del Sur a Estados Unidos, y a muchos otros”
La lección de la historia
«Lamentablemente, esta historia de opresión de los niños se repite», dijo el Papa, pensando en los relatos de sus abuelos sobre la Primera Guerra Mundial. Ya de niños, «la oscuridad, los malos olores, el frío, el hambre, la suciedad, el miedo, la vida extraviada, la pérdida de los padres, del hogar, el abandono, todo tipo de violencia» permanecen imborrables.
“Mirar a través de los ojos de quienes han vivido la guerra es la mejor manera de comprender el inestimable valor de la vida. Pero también escuchar a los niños que hoy viven en la violencia, la explotación o la injusticia sirve para reforzar nuestro ‘no’ a la guerra, a la cultura del descarte y del beneficio, en la que todo se compra y se vende sin respeto ni cuidado por la vida, especialmente la vida pequeña e indefensa”
Miradas y silencios que hablan
Escuchar también a los que no tienen derecho a hablar, como los niños suprimidos por el aborto, «una práctica asesina que corta la fuente de esperanza de toda la sociedad».
“Es importante escuchar: debemos darnos cuenta de que los niños pequeños observan, comprenden y recuerdan. Y con sus miradas y sus silencios nos hablan. ¡Escuchémoslos!”
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