Francisco se detuvo en oración en la Capilla donde se custodian los restos de la Santa, y luego ante la imagen de Nuestra Señora de los Peregrinos.
Por la tarde del martes 27 de agosto, memoria de Santa Mónica, el Papa Francisco acudió a la Basílica de San Agustín, en el centro de Roma, y se detuvo en oración en la Capilla donde se custodian los restos de la Santa, y luego ante la imagen de Nuestra Señora de los Peregrinos.
A la salida saludó a los frailes, monjas y peregrinos presentes y luego regresó al Vaticano.
La Basílica de San Agustín en Campo Marzio es una iglesia importante en Roma, situada cerca de la famosa Piazza Navona. Construida entre 1479 y 1483, es una de las primeras iglesias renacentistas de la ciudad. Aunque es conocida por sus valiosas obras de arte y su arquitectura, uno de los aspectos más destacados de la basílica es la tumba de Santa Mónica, la madre de San Agustín.
La tumba de Santa Mónica
La tumba de Santa Mónica se encuentra en la Basílica de San Agustín, en una capilla lateral dedicada a ella. La capilla está a la derecha del altar principal, lo que subraya su importancia en la iglesia.
Santa Mónica murió en Ostia, cerca de Roma, en el año 387 d.C. Originalmente, fue enterrada en Ostia, pero en 1430 sus restos fueron trasladados a Roma y colocados en la Basílica de San Agustín. La tumba de Santa Mónica se ha convertido en un lugar de peregrinación, especialmente para aquellos que buscan su intercesión en asuntos familiares y de conversión.
Santa Mónica es venerada como una santa que personifica la paciencia, la oración constante y la esperanza inquebrantable, especialmente por su papel en la conversión de su hijo, San Agustín, quien llegó a ser uno de los más grandes Padres de la Iglesia. La devoción a Santa Mónica en la Basílica es profunda, y muchos fieles rezan en su tumba pidiendo por la conversión de sus seres queridos.
La capilla de Santa Mónica es simple pero venerada, en contraste con otras áreas de la iglesia que están ricamente decoradas con obras de arte renacentistas y barrocas. Sin embargo, la importancia espiritual de la tumba de Santa Mónica eclipsa cualquier adorno material, haciendo de este lugar uno de profunda oración y reflexión.
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