El Santo Padre habla sobre su dolor en estos días de crisis por el virus: “las sombras que se nos han metido en casa desaparecerán; con heridas en el corazón, una humanidad unida volverá a levantarse”
«Aquí se llora y se sufre. Todos. Solamente podremos salir de esta situación juntos, como humanidad entera». Por ello hay que «mirar al otro con espíritu de solidaridad» y actuar consecuentemente. El Papa Francisco está siguiendo con preocupación la evolución de la emergencia del Coronavirus. Pero el pasado lunes 16 de marzo, durante una conversación telefónica, quiso infundir esperanza en la «luz» que llegará e iluminará la oscuridad que «ha entrado a todas las casas», en forma de dolor y preocupación. Después de este tiempo, la situación será «un poco como después de la guerra», advierte el Pontífice. Habrá que reconstruir. Y habrá que reconstruir sobre cuatro pilares principales: «las raíces», representadas principalmente por los abuelos, por los ancianos; «la memoria» de estos días tan surreales; «la fraternidad» entre los seres humanos; «la esperanza, que nunca desilusiona».
Santidad, se acerca una Pascua “a puerta cerrada”, con celebraciones en línea, por la tele o el radio: para muchos fieles será mayor sufrimiento en el sufrimiento. ¿Cómo hay que vivir esta Pascua en medio de la pandemia?
«Con penitencia, compasión y esperanza. Y humildad, porque muchas veces se nos olvida que en la vida hay “zonas oscuras”, momentos oscuros. Pensamos que eso solo le puede pasar a otro. En cambio, este tiempo es oscuro para todos, sin exclusión. Está marcado por dolor y sombras, que se nos han metido a la casa. Es una situación diferente de las que hemos vivido. Incluso porque nadie puede permitirse estar tranquilo, cada uno comparte estos días difíciles».
Usted, durante el Ángelus, dijo que la Cuaresma puede ayudar a encontrar un sentido en todo lo que está sucediendo. ¿De qué manera?
«El tiempo de preparación para la Pascua, con la oración y el ayuno, nos entrena para ver con solidaridad a los demás, sobre todo a los que sufren. Esperando el resplandor de la luz que iluminará nuevamente todo y a todos».
¿Es particularmente importante rezar en este periodo?
«Me acuerdo de los Apóstoles durante la tormenta, que invocaban a Jesús: “Maestro, nos estamos ahogando”. La oración nos deja comprender nuestra vulnerabilidad. Es el grito de los pobres, de los que se están hundiendo, de los que se sienten en peligro, solos. Y, en una situación difícil, desesperada, es importante saber que está el Señor, y que nos podemos aferrar a Él».
¿Cómo nos puede ayudar Dios?
«Nos sostiene de muchas maneras. Nos transmite fuerza y cercanía, como hizo con los discípulos que pedían ayuda en medio de la tormenta. O cuando le dio la mano a Pedro, que se estaba ahogando».
¿Dónde pueden encontrar consuelo y ánimo los no creyentes?
«No quiero distinguir entre creyentes y no creyentes. Todos somos humanos y, como hombres, todos estamos en la misma barca. Y para un cristiano nada humano debe ser ajeno. Aquí se llora porque se sufre. Todos. Tenemos en común la humanidad y el sufrimiento. Nos ayudan la sinergía, la colaboración recíproca, el sentido de responsabilidad y el espíritu de sacrificio que se genera en tantos lugares. No hay que distinguir entre creyentes y no creyentes, hay que ir a la raíz: la humanidad. Ante Dios todos somos hijos».
Entre los dramas de la Covid-19 están los casos de los que mueren solos, aislados, sin el afecto de sus parientes, que no pueden ni acercarse para no ser contagiados. Son escenas duras, que están sucediendo cotidianamente en los hospitales (en Bérgamo, en Brescia, en Cremona). Algunos, antes de morir, mandan su último adiós a sus esposas, a sus esposos, a sus hijos, a través de los enfermeros. ¿Qué es lo que piensa y qué es lo que siente?
«En estos días me contaron una historia que me sacudió y dolió, y representa también lo que está pasando en los hospitales. Una anciana comprendió que se estaba muriendo y quería despedirse de sus seres queridos: la enfermera fue por el teléfono y videollamó a su nieta, por lo que la anciana pudo ver la cara de su nieta y pudo irse con este consuelo. Es la necesidad última de tener una mano que tome la tuya. Un gesto de compañía final. Y muchas enfermeras y enfermeros acompañan este deseo extremo con la oreja, escuchando el dolor de la soledad, tomando la mano. El dolor de los que se han ido sin despedida se vuelve herida en el corazón de los que se quedan. Agradezco a todos estos enfermeros y enfermeras, médicos y voluntarios que, a pesar del extraordinario cansancio, se inclinan con paciencia y bondad de corazón para suplir la ausencia obligada de los familiares».
“Su” Piamonte es una de las regiones italianas más afectadas por el virus. Recientemente, debido al resfriado, usted no pudo volver. ¿Qué le diría a los piamonteses?
«“La Consolà” (el Papa pronuncia en piamontés para referirse a “La Virgen de la Consolación”, ndr.). “O’ Protetris dla nòstra antica rassa, cudissne Ti, fin che la mòrt an pija: come l’aqua d’un fium la vita a passa, ma ti, Madòna, it reste” (“Oh, Protectora de nuestra raza antigua, cuídame tú, hasta que la muerte me lleve: como el agua de un río, la vida pasa; pero tú, Virgen, tú permaneces”). El poema-oración de Nino Costa a la Virgen de la Consolación. Ahora más que nunca esto, ¿no? “Como el agua de un río, la vida pasa; pero tú, Virgen, tú permaneces”. A los piamonteses les digo que le recen a la Consolata, con fe y confianza».
Esta emergencia planetaria se caracteriza también por toda una red de solidaridad que ha surgido, compuesta por miles de personas que se están sacrificando por el bien de los demás. Cuando todo esto haya pasado, ¿podrá servir esta experiencia para el futuro?
«Para recordarle a los hombres de una vez por todas que la humanidad es una única comunidad. Y lo importante y decisiva que es la fraternidad universal. Tenemos que pensar que será un poco como después de una guerra. Ya no estará “el otro”, sino que estaremos “nosotros”. Porque solo podremos salir de esta situación todos juntos».
Y como seres humanos, ¿desde dónde habrá que volver a empezar?
«Tendremos que ver una vez más las raíces: los abuelos, los ancianos. Construir una verdadera fraternidad entre nosotros Hacer memoria de esta difícil experiencia vivida entre todos, todos juntos. Y salir adelante con esperanza, que no desilusiona nunca. Estas serán las palabras clave para volver a comenzar: raíces, memoria, hermandad y esperanza».
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