Papa Francisco, a lo largo de estos años de pontificado, ha profundizado su relación con el hebraísmo y de alguna manera está cosechando abundantemente los frutos del trabajo impulsado por San Juan XXIII, primero, luego por Pablo VI y llegando a una fase de gran madurez con San Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Es cierto que su acción pastoral como arzobispo de Buenos Aires, ciudad cosmopolita y con la presencia de la más importante comunidad judía de toda América Latina, ha constituido un ejercicio casi cotidiano de encuentro y de diálogo con los “hermanos mayores”. Sus relaciones de amistad fraternal con el rabino Abraham Skorka, ex Rector del Seminario Rabínico Latinoamericano, con el cual ha escrito un libro de reflexiones sobre los problemas más acuciantes de la sociedad moderna y participado de un largo ciclo de trasmisiones televisivas sobre la cultura del encuentro (1), confirman su continua disposición al diálogo y al encuentro con el otro, con el que es distinto. Además hay que recordar que son tantas las amistades cultivadas con otros rabinos como Sergio Bergman, con el cual ha trabajado mucho todo el tema de la responsabilidad ciudadana, con los rabinos Alejandro Avruj y Daniel Goldman, con Claudio Epelman del Congreso Judío Latinoamericano, con el contador Alberto Zimermann de la DAIA y su presidente Julio Schlosser, con Boris Kalnicki de la B’nai Brith. Estos son solo algunos nombres de los mayores referentes del judaísmo argentino con los cuales el entonces arzobispo de Buenos Aires tenía fluidas y permanentes relaciones. A esto se suma el interés y la imperiosa necesidad de custodiar la memoria de la Shoá. Como he ya escrito en una nota anterior (2), Bergoglio renovó la memoria del exterminio de los judíos en la Catedral Metropolitana, siguiendo y profundizando la obra comenzada por su predecesor, el Card. Antonio Quarracino. Hay que recordar también la cercanía del arzobispo de Buenos Aires a la memoria del atentado a la AMIA (18 de Julio de 1994); en diferentes ocasiones Bergoglio ha enviado, compartiendo la preocupación con la Comunidad de Sant’Egidio, a los obispos auxiliares para que participaran en los sucesivos actos en recuerdo de las víctimas del atentado, tal el caso de Mons. Ojea, Mons. Sucunza, entre otros. Particularmente recordamos la visita de Bergoglio el 7 de Julio de 2010 a la sede de la AMIA, donde depuso un homenaje floreal en memoria de las víctimas, recitando una oración silenciosa frente al monumento que recuerda el trágico y terrible episodio de antisemitismo.
Esta rica experiencia de diálogo y de acercamiento a una geografía del dolor en Buenos Aires, explica sus futuros actos, gestos y afirmaciones como pontífice. Son diferentes las audiencias públicas y privadas que Papa Francisco ha concedido a distintos grupos de la comunidad judía argentina e internacional. En varias oportunidades Papa Francisco ha rememorado los encuentros de Buenos Aires con la comunidad judía, como testimonia en un discurso al Comité Judío Internacional para consultas interreligiosas el 24 de Junio de 2013, poco más de tres meses de haber asumido el pontificado. Afirma significativamente Papa Francisco:
“A lo largo de mi ministerio como arzobispo de Buenos Aires… he tenido la alegría de mantener relaciones de sincera amistad con algunos exponentes del mundo judío. A menudo hemos conversado acerca de nuestra respectiva identidad religiosa, la imagen del hombre contenida en las Escrituras, las modalidades para mantener vivo el sentido de Dios en un mundo en muchos aspectos secularizado. Me he confrontado con ellos en varias ocasiones sobre los desafíos comunes que aguardan a judíos y cristianos. Pero sobre todo, como amigos, hemos saboreado el uno la presencia del otro, nos hemos enriquecido recíprocamente en el encuentro y en el diálogo, con una actitud de acogida mutua, y ello nos ha ayudado a crecer como hombres y como creyentes.
Papa Francisco habla de manera clara de relaciones fraternales entre cristianos y judíos e indica la amistad como el verdadero método del diálogo. En el encuentro personal y fraternal se vencen los prejuicios, se fortalecen los puntos en común, pero también en el respeto recíproco y en la honestidad intelectual, se clarifican las diferencias. Ya en ocasión del encuentro con los diferentes representantes ecuménicos y delegados de otras religiones una semana después de haber sido elegido Pontífice, Bergoglio, recordando como punto firme el documento conciliar “Nostra Aetate”, ha dicho:
“Y ahora me dirijo a vosotros, distinguidos representantes del pueblo judío, al que nos une un vínculo espiritual muy especial, pues, como dice el Concilio Vaticano II, «la Iglesia de Cristo reconoce que, conforme al misterio salvífico de Dios, los comienzos de su fe y de su elección se encuentran ya en los Patriarcas, en Moisés y en los profetas» (Declaración Nostra Aetate, 4). Agradezco vuestra presencia y confío en que, con la ayuda del Altísimo, podamos proseguir con provecho ese diálogo fraterno que deseaba el Concilio… y que efectivamente se ha llevado a cabo, dando no pocos frutos, especialmente a lo largo de las últimas décadas.
Son palabras de gran apertura y llenas de esperanza en vista del futuro de estas relaciones. Papa Francisco apuesta con fuerza al diálogo y, como recordaba precedentemente, este diálogo crece en la preocupación de no olvidar gestos concretos de atención. Por ejemplo en el 2015 fallece en Roma el rabino Elio Toaff, líder indiscutido durante más de medio siglo, de la comunidad judía de Roma y amigo personal de San Juan Pablo II. Dirigiéndose al rabino jefe de Roma, Di Segni, Bergoglio recuerda el rol fundamental ejercido por Toaff para facilitar la primera visita de un pontífice romano a una sinagoga, signo de una nueva página de historia en las complejas relaciones judío-cristianas. Papa Francisco escribe al rabino Di Segni:
“Protagonista de la historia judía y civil italiana de los últimos decenios, él (Toaff) supo conquistar la común estima y aprecio por su autoridad moral, unida a una profunda humanidad. Recuerdo con agradecimiento su generoso compromiso y la sincera disponibilidad en favor de la promoción del diálogo y de las relaciones fraternas entre judíos y católicos, que vieron un momento significativo en su memorable encuentro con san Juan Pablo II en la Sinagoga de Roma”.
El 11 de Octubre de 2013, recibiendo una delegación de la comunidad judía romana, unos días antes de la memoria de la razia obrada por los nazi el 16 de Octubre de 1943 con la deportación de más de un millar de judíos, Papa Francisco recordó la historia bi-milenaria de esa comunidad en Roma, a los hombres que de las dos partes trabajaron para fortalecer el diálogo, como así también la acogida de muchos institutos religiosos que salvaron la vida de los judíos perseguidos por los nazi. Así se expresaba Papa Francisco:
“Este aniversario nos permitirá también recordar cómo en la hora de las tinieblas la comunidad cristiana de esta ciudad supo tender la mano al hermano en dificultad. Sabemos cómo muchos institutos religiosos, monasterios y las propias basílicas papales, interpretando la voluntad del Papa, abrieron sus puertas para una acogida fraterna, y cómo muchos cristianos comunes ofrecieron la ayuda que podían dar, fuera pequeña o grande”.
En esta perspectiva concreta del diálogo de la vida, Papa Francisco subraya como este tipo de diálogo es más eficaz que el teológico y vuelve a proponer la fraternidad, la cercanía humana como las claves para ampliar el encuentro, para hacer caer los prejuicios y antiguas incomprensiones, tal vez de carácter ideológico. Francisco afirma:
“…tuvieron la valentía de hacer lo que en aquel momento era lo justo: proteger al hermano, que estaba en peligro. Me gusta subrayar este aspecto, porque si bien es verdad que es importante profundizar, por ambas partes, la reflexión teológica a través del diálogo, es también verdad que existe un diálogo vital, el de la experiencia cotidiana, que no es menos fundamental. Es más, sin éste, sin una verdadera y concreta cultura del encuentro, que lleva a relaciones auténticas, sin prejuicios ni sospechas, de poco serviría el compromiso en el campo intelectual. También aquí, como frecuentemente me gusta subrayar, el Pueblo de Dios tiene un olfato propio e intuye el sendero que Dios le pide recorrer. En este caso el sendero de la amistad, de la cercanía, de la fraternidad…
Dentro del discurso quiero rescatar unas afirmaciones que el pontífice argentino volverá a repetir en otras oportunidades. Son afirmaciones dirigidas a los propios cristianos, a los católicos, como por ejemplo que “ser antisemita lleva lejos del Evangelio” y afirma la incompatibilidad entre la profesión de fe cristiana y el antisemitismo. Así Papa Francisco sostiene:
“Lo he dicho otras veces y me agrada repetirlo ahora: es una contradicción que un cristiano sea antisemita. Un poco sus raíces son judías. ¡Un cristiano no puede ser antisemita! ¡Que el antisemitismo sea desterrado del corazón y de la vida de cada hombre y de cada mujer!”.
Son diferentes las intervenciones que Papa Francisco ha dirigido al pueblo judío en estos años de pontificado. Su profundo silencio durante el viaje a Israel en 2014, frente a Yad Vashem y más recientemente en su visita (Julio de 2016) al campo de concentración de Auswichtz se puede resumir en estas palabras cargadas de dolor pronunciadas frente al monumento que recuerda los millones de víctimas del Holocausto en Jerusalén:
“Ese grito: “¿Dónde estás?”, aquí, ante la tragedia inconmensurable del Holocausto, resuena como una voz que se pierde en un abismo sin fondo…Hombre, ¿quién eres? Ya no te reconozco…. No, este abismo no puede ser sólo obra tuya, de tus manos, de tu corazón… ¿Quién te ha corrompido? ¿Quién te ha desfigurado? ¿Quién te ha contagiado la presunción de apropiarte del bien y del mal?… Se nos ha venido encima un mal como jamás sucedió bajo el cielo (cf. Ba 2,2). Señor, escucha nuestra oración, escucha nuestra súplica, sálvanos por tu misericordia. Sálvanos de esta monstruosidad.”
No son palabras retóricas o diplomáticas, en cambio son palabras de un amigo que ha comprendido en lo profundo el drama del pueblo judío y quiere con fuerza ponerse al lado de ellos, caminar con ellos, sellar una alianza y una fraternidad indisoluble, lista para enfrentar los complejos escenarios de la historia. Papa Francisco, que cree profundamente en la puesta en marcha de procesos históricos, está trazando en la senda de sus predecesores, una nueva página llena de esperanza, construyendo con la comunidad judía, una fraternidad profunda.
Una última anotación para resaltar es la visita del Papa Francisco el pasado 2 de Noviembre, Memoria de los Difuntos, a las Fosas Ardeatinas (Roma), donde en 1944 los nazi masacraron a 330 personas, en su gran mayoría judíos. Acompañado por el rabino Di Segni y la Presidenta de la Comunidad judía romana, Ruth Rudighello, el pontífice argentino, visitando las tumbas de las víctimas, se ha recogido en una profunda oración y ha expresado nuevamente con este elocuente gesto el rechazo a cualquier forma de racismo y de antisemitismo.
(1) cfr. J, Bergoglio, A. Skorka, Sobre el cielo y la tierra, Sudamericana Buenos Aires 2010 y también los ciclos de transmisiones televisivo emitidos por el canal 21 del Arzobispado de Buenos Aires que han tenido una definitiva edición en el libro J. Bergoglio Francisco, Biblia dialogo vigente. La fe en tiempos modernos, conversaciones con Abraham Skorka y Marcelo FigueroaPlaneta Buenos Aires 2013.
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