“Cuidemos de no convertir nuestras aportaciones en puntos que defender o agendas que imponer”, instó el Papa Francisco a los participantes de la segunda sesión del Sínodo de la Sinodalidad, que comienza este 2 de octubre.
Por Almudena Martínez-Bordiú
En el día en el que la Iglesia Católica celebra a los Santos Ángeles Custodios, el Papa Francisco presidió a las 9.00 hora local la Misa de inauguración de la segunda sesión de la asamblea del Sínodo de la Sinodalidad ante los fieles que les escuchaban desde la Plaza de San Pedro del Vaticano.
En primer lugar, el Pontífice definió el Sínodo como “un viaje en el que el Señor pone en nuestras manos la historia, los sueños y las esperanzas de un gran Pueblo de hermanas y hermanos esparcidos por el mundo, animados por nuestra misma fe, impulsados por el mismo deseo de santidad para que, con ellos y por ellos, tratemos de comprender qué camino seguir para llegar adonde Él quiere llevarnos”.
En este sentido, destacó que se trata de un camino para “acercarse con respeto y atención, en la oración y a la luz de la Palabra de Dios, a todas las aportaciones recopiladas a lo largo de estos tres años de intenso trabajo”.
Con la ayuda y la fuerza del Espíritu Santo, continuó el Papa Francisco , se trata de “escuchar y comprender las voces, es decir, las ideas, las expectativas, las propuestas, para discernir juntos la voz de Dios que habla a la Iglesia”.
Remarcó, como en ocasiones pasadas, que no se trata de “una asamblea parlamentaria”, sino “un lugar de escucha en la comunión”.
“Crear armonía en la diversidad”
Para que esto suceda, invitó a los participantes a liberarse de aquello que, “en nosotros y entre nosotros, puede impedir a la caridad del Espíritu crear armonía en la diversidad”.
“Cuidemos de no convertir nuestras aportaciones en puntos que defender o agendas que imponer, sino ofrezcámoslas como dones para compartir, dispuestos incluso a sacrificar lo que es particular, si ello puede servir para hacer surgir, juntos, algo nuevo según el plan de Dios”, añadió.
De lo contrario, advirtió el Papa Francisco, “acabaremos encerrándonos en diálogos entre sordos, donde cada uno trata de ‘llevar agua a su molino’ sin escuchar a los demás y, sobre todo, sin escuchar la voz del Señor”.
Subrayó que “las soluciones a los problemas que se nos plantean no las tenemos nosotros”, sino el Señor, e invitó a los participantes “fuertes y bien preparados” a ayudar a los demás.
También instó a tener “un corazón abierto y capaz de dialogar” y reiteró que “lo que importa y es fundamental es la armonía”, que se logra gracias al Espíritu Santo.
“Todos, aquí, se sentirán libres de expresarse tanto más espontánea y libremente cuanto más perciban a su alrededor la presencia de amigos que los quieren y respetan, los aprecian y desean escuchar lo que tienen que decir”, añadió.
Además, afirmó que “abrazar, proteger y cuidar forma parte de la naturaleza misma de la Iglesia, que es por su misma vocación lugar de acogida y encuentro”.
También destacó que el Sínodo, “dada su importancia”, en cierto sentido nos pide ser “grandes” ―de mente, de corazón, de mirada―, “porque las cuestiones a tratar son grandes y delicadas, y los escenarios en que se sitúan son amplios, universales”.
A modo de conclusión, el Papa Francisco señaló que “los ángeles son como un telescopio del amor del Padre”.
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