Francisco miraba a las personas a su alrededor con los ojos cargados de recuerdos de distintos pueblos. No se separó en ningún momento del cardenal de Nueva York Timothy Dolan, un amigo, el segundo primer papable después de Francisco.
Por Alicia Barrios
Fue a través de él que cumplió el sueño de sobrevolar la Estatua de la Libertad y la Isla de Ellis. Quería conocerla de cerca porque fue una testigo verdadera de los millones de inmigrantes que llegaron a los Estados Unidos. Francisco se emocionó y Timothy también.
En el acto, Su Santidad le dijo: "Buenos Aires también fue una ciudad de inmigrantes".
Francisco se portó muy bien. Se dejó cuidar. No se rebeló jamás cuando en lugar del papamóvil viajaba en un auto blindado.
Francisco salió en helicóptero de New York al aeropuerto de Filadelfia. Fue escoltado por cuatro Bell-Boeing V-22 Osprey, conocidos como "águila pescadora", y son capaces de despegar de manera horizontal o vertical en muy poco espacio.
Es más, no se lo veía fastidiado sino muy contento. Tiene por costumbre, cuando llega a cada país, desarmar el papamóvil para que lo dejen a su gusto. En Brasil dijo: "No, ahí no subo. Déjenle un techito de plástico por si llueve".
Así como en todos los lugares que visitó, le hicieron firmar un acta de responsabilidad propia ante cualquier cosa que le pasara.
Habría sido Barack Obama, en persona, quien lo persuadió para que ajustara los niveles de seguridad de su comitiva.
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