En su visita apostólica a Hungría, el Santo Padre denunció el «nefasto camino de las 'colonizaciones ideológicas' que eliminan las diferencias o anteponen a la realidad de la vida conceptos reductivos de libertad»
En su visita apostólica a Hungría, cuyos objetivos principales son abordar la inmigración, la guerra en Ucrania y las raíces cristianas de Europa, el Papa Francisco también ha aludido preocupado a la baja natalidad europea y condenó las «colonizaciones ideológicas» como la denominada cultura de la ideología de género.
El Pontífice, de 86 años, se presentó ante Hungría como «peregrino y amigo» de este país «rico en historia y cultura», expresó en una dedicatoria escrita en el Libro de Honor, acto en el que le acompañó la presidenta de la república húngara, Katalin Novak. «Desde Budapest, ciudad de puentes y de santos, pienso en toda Europa y rezo para que, unida y solidaria, sea también en nuestros días casa de paz y profecía de acogida», concluyó en su firma.
Asimismo alentó a los fieles a «volver a encontrar el alma europea». En otra de sus alocuciones pronunciada ante las autoridades de Hungría, diplomáticos y representantes de la sociedad civil, evocó a los padres fundadores de Europa y expresó su deseo de que ésta no fuese «rehén de las partes, volviéndose presa de populismos autorreferenciales, pero tampoco se transforme en una realidad fluida, o gaseosa, en una especie de supranacionalismo abstracto, que no tiene en cuenta la vida de los pueblos».
Y continuó diciendo: «Este es el camino nefasto de las ‘colonizaciones ideológicas’, que eliminan las diferencias, como en el caso de la denominada cultura de la ideología de género, o anteponen a la realidad de la vida conceptos reductivos de libertad. Por ejemplo, presumiendo como conquista un insensato ‘derecho al aborto’, que es siempre una trágica derrota».En una Europa donde algunos promueven la «cultura de género» o el aborto, el Papa Francisco alentó a «construir una Europa centrada en la persona y en los pueblos, donde haya políticas efectivas para la natalidad y la familia». Del mismo modo que las «naciones diversas sean una familia en la que se vela por el crecimiento y la singularidad de cada uno», haciendo viva su mensaje de «apertura con los demás».
El rol histórico de BudapestFrancisco destacó el rol histórico de la ciudad como «testigo de cambios significativos a lo largo de los siglo» y que está «llamada a ser protagonista del presente y del futuro». Recordó los dolorosos conflictos que padeció la capital de Hungría como la «violencia y opresión provocadas por las dictaduras nazi y comunista». «¿Cómo olvidar el año 1956?», preguntó, en alusión a la invasión soviética que aplastó una revolución democrática y anti-estalinista en Hungría, causando miles de muertos y aplastando toda oposición política. También mencionó la Segunda Guerra Mundial, con la deportación de gran cantidad de personas y la persecución a la población de origen judío.«En el mundo en que vivimos, la pasión por la política comunitaria y por la multilateralidad parece un bonito recuerdo del pasado –lamentó el Papa–; parece que asistiéramos al triste ocaso del sueño coral de paz, mientras los solistas de la guerra se imponen», y «parece que se hubiera disuelto en los ánimos el entusiasmo de edificar una comunidad de naciones pacífica y estable».En la presente coyuntura histórica, el Papa destacó que el papel de Europa es «fundamental», porque «ella, gracias a su historia, representa la memoria de la humanidad y, por tanto, está llamada a desempeñar el rol [de] unir a los alejados, acoger a los pueblos en su seno y no dejar que nadie permanezca para siempre como enemigo».
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