El Papa Francisco, que cumplirá 88 años el 17 de diciembre, es el segundo Papa de mayor edad de la historia moderna (después del Papa León XIII, que murió en 1903 a los 93 años). El Papa Benedicto XVI renunció a los 85 años y vivió casi una década más como Papa Emérito. El Papa San Juan Pablo II tenía casi 85 años cuando murió, en 2005.
Por Francis X. Rocca
El mundo se está acostumbrando a líderes mayores, tanto dentro como fuera de la Iglesia. El presidente electo Donald Trump tendrá casi 83 años —y será el presidente de mayor edad en la historia de Estados Unidos— al final de su mandato en 2029. Es cada vez más normal ver a octogenarios e incluso nonagenarios que siguen trabajando en diversos campos.
Sin embargo, una mayor expectativa de vida plantea la posibilidad de una mayor debilidad. El presidente Joe Biden se retiró de su campaña de reelección en julio después de que la evidencia de un declive relacionado con la edad hiciera que la victoria pareciera imposible. San Juan Pablo II luchó contra la enfermedad de Parkinson durante los últimos años de su vida. Y cuando el papa Benedicto XVI renunció en 2013 (el primer pontífice en hacerlo en casi seis siglos), citó “la creciente carga de la edad”, que dijo lo había dejado demasiado débil para llevar a cabo los deberes de un papa del siglo XXI.
El Papa Benedicto XVI sugirió en su discurso de renuncia que las exigencias mentales y físicas del papado habían aumentado “en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe”. Más tarde dijo que se retiró cuando lo hizo luego de que su médico le advirtió que no viajara a Brasil para la Jornada Mundial de la Juventud, tarea que no estaba en la descripción original del trabajo de los sucesores de San Pedro.
Lidiar con la cuestión del envejecimiento de sus líderes ha sido parte de los esfuerzos de la Iglesia por adaptarse al mundo moderno. El Concilio Vaticano II (1962-65) introdujo el concepto de obispos eméritos, instando a los líderes de las diócesis a dimitir si se volvían “menos capaces de cumplir adecuadamente sus deberes debido a la creciente carga de la edad o a alguna otra razón grave”. Hasta entonces, la norma era que los obispos tuvieran un mandato vitalicio. San Pablo VI estableció la práctica de que los obispos presentaran su dimisión a los 75 años.
San Pablo VI también hizo que los cardenales no pudieran votar en un cónclave para elegir a un Papa después de haber cumplido 80 años. Esa decisión fue controvertida en su momento. “Es un acto cometido en desprecio de una tradición que tiene siglos de antigüedad”, dijo el Cardenal Alfredo Ottaviani, quien había sido un líder conservador en el Vaticano II. “De hecho, a lo largo de los siglos se ha sostenido inmutablemente que, de hecho, la edad avanzada garantizaba a la Iglesia consejeros ricos en experiencia, certeza, prudencia y doctrina”.
Pero el límite de edad para el voto de los cardenales es útil a los Papas, pues les permite rehacer el electorado según su visión personal.
El Papa Francisco ha nombrado al 79% del cuerpo que elegiría a su sucesor si hoy se celebrara un cónclave. En el proceso, el primer Papa del Sur Global ha reducido la proporción de cardenales electores que proceden del corazón histórico de la Iglesia, Europa, al 39%, frente al 52% en el cónclave de 2013, y ha tendido a favorecer a los progresistas teológicos y políticos por sobre los conservadores en sus nominaciones.
El Papa Francisco se ha mostrado menos optimista respecto de una edad de jubilación obligatoria para los Papas.
“Se puede, pero a mí eso no me gusta mucho, ponerle edad. Porque creo que el Papado tiene algo de, de última instancia”, dijo a una periodista en 2015. Según el derecho canónico, el Papa tiene “potestad ordinaria, que es suprema, plena, inmediata y universal en la Iglesia, y que puede siempre ejercer libremente”.
Así que cualquier edad de jubilación que pudiera fijar no sería más que una sugerencia para los futuros pontífices.
El Papa Francisco ha elogiado repetidamente a su predecesor por abrir la puerta a la renuncia papal y ha dicho que él mismo renunciaría si viera la necesidad. Ha dicho que firmó una carta de renuncia que entraría en vigor si quedara incapacitado, una medida que también tomaron San Pablo VI y San Juan Pablo II, aunque no está claro qué valor legal tendría un documento de ese tipo.
El Papa Francisco, que se ha sometido dos veces a una cirugía abdominal durante su papado, ha estado hospitalizado por problemas respiratorios y ha estado en silla de ruedas desde mayo de 2022, tiene una discapacidad más evidente que la del Papa Benedicto XVI cuando renunció. Sin embargo, a principios de este año, el Papa Francisco desestimó las especulaciones de que estaba considerando renunciar y desde entonces ha estado muy activo.
En septiembre realizó el viaje más largo de su pontificado —una maratón de 11 días por Asia y Oceanía— y en octubre supervisó un sínodo de un mes en el Vaticano. Tiene previsto visitar la isla francesa de Córcega dos días antes de su cumpleaños este mes y recientemente dijo que planea viajar a Turquía para conmemorar el 1.700 aniversario del Concilio de Nicea en 2025.
“Para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu”, afirmó el Papa Benedicto XVI al anunciar su dimisión. Su sucesor parece decidido a demostrar que aún posee ambas.
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