Papa Francisco y la basílica de san Pedro: recordatorio de qué es, criterios de trabajo y un mensaje a los confesores

Papa Francisco y la basílica de san Pedro: recordatorio de qué es, criterios de trabajo y un mensaje a los confesores

Palabras del Papa Francisco a Delegación de técnicos y trabajadores de la Basílica de san Pedro

 

Algunos técnicos y trabajadores de la basílica de san Pedro, acompañados por el cardenal Mauro Gambetti, arcipreste de esa misma basílica, fueron recibidos por el Papa Francisco en la Sala del Consistorio la mañana del lunes 11 de noviembre. Desde hace algunos meses se lleva a cabo una actualización, también digital, de la basílica vaticana. En ese contexto fueron no sólo atendidos en audiencia, sino que recibieron unas palabras que ofrecemos a continuación traducidas al castellano:

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Señor Cardenal,

queridos hermanos y hermanas, 

Los saludo con gratitud, porque su visita atestigua la laboriosidad con la que están iniciando nuevos proyectos y colaboraciones en beneficio de la basílica de San Pedro. Estuve allí el otro día para verlo; es maravilloso lo que están haciendo. Esta casa de oración para todos los pueblos (cf. Is 56,7; Mt 21,13) nos ha sido confiada por quienes nos han precedido en la fe y en el ministerio apostólico. Por tanto, es un don y una tarea cuidar de ella, tanto en sentido espiritual como material, incluso a través de las últimas tecnologías.

Dichas herramientas suponen un reto especial para nuestra creatividad y responsabilidad. Depende en efecto de nosotros el uso correcto y constructivo de un potencial ciertamente útil, pero ambivalente. A veces ocurre que la herramienta prevalece la finalidad a la que se supone que sirve: es como si el marco se volviera más importante que la imagen. Por tanto, debemos gobernar la técnica, recordando que sus productos son buenos no sólo cuando funcionan bien, sino ante todo cuando nos ayudan a crecer. Éste es el objetivo.

 

Este principio se aplica aún más a la Basílica de San Pedro y a las diversas intervenciones que requiere, para que sea para todos los visitantes un lugar vivo de fe y de historia, una morada hospitalaria, un templo de encuentro con Dios y con los hermanos y hermanas que vienen a Roma de todo el mundo. Todos, realmente todos, deben sentirse bienvenidos en esta gran casa: los que tienen fe y los que la buscan; los que vienen a contemplar las muchas bellezas artísticas de Roma y los que quieren descifrar sus códigos culturales.

Y a propósito, recordemos que el núcleo original de la Basílica es la tumba de Pedro, el discípulo a quien el Señor Jesús eligió como el primero entre los Apóstoles, confiándole las llaves del Reino de los Cielos (cf. Mt 16, 18). Así lo atestiguan las enormes inscripciones en griego y latín que desde lo alto acompañan a los fieles hasta el altar de la Cátedra. Las obras previstas deben tener la misma finalidad: acompañar a los hombres y mujeres de hoy; apoyar su camino de discípulos, siguiendo el ejemplo de Simón Pedro. Por ello, me gustaría dejarles tres criterios para guiar su trabajo: la escucha de la oración, la mirada de la fe, el tacto del peregrino. Que estos sentidos, a la vez corporales y espirituales, ordenen inteligentemente las iniciativas a tomar.

 

En primer lugar, la escucha de la oración: animo al compromiso de la Fábrica y de sus colaboradores en la adopción de tecnologías que favorezcan no sólo la participación interactiva de las personas, sino sobre todo su toma de conciencia del lugar sagrado, que es un espacio de meditación.

En segundo lugar, la mirada de la fe, para utilizar instrumentos de vanguardia con un estilo misionero y no turístico, sin buscar el atractivo de los efectos especiales, sino invirtiendo en nuevos medios para relatar la fe de la Iglesia y la cultura que ha modelado.

Por último, el tacto del peregrino: a lo largo de los siglos, el arte escultórico, pictórico y arquitectónico se ha puesto al servicio del pueblo de Dios utilizando las mejores tecnologías de la época. ¡Nuestros predecesores han trabajado maravillosamente! Que cada nuevo proyecto esté en continuidad con la misma intención pastoral.

 

Y hay otra obra de arte que tiene lugar en la Basílica, escondida: los confesores. Por favor, que siempre haya, a mano, confesores. La gente va, escucha algo, incluso los no cristianos se acercan a pedir una bendición… En este mundo tan artístico y tan bello, existe también el arte de la comunicación personal. Y, por favor, digan a los confesores que perdonen todo, ¡todo! Hay que perdonarlo todo. El Señor quiere esto y no hacer discursos: «Debes…». No, nada de «debes». Te perdono y adelante, con el Señor. Perdonar, no tanto predicar; hay que decir algunas palabras, pero perdonar; que nadie salga [sin bendecir]. Incluso los que no son cristianos, los confesores me dicen que muchas veces son musulmanes o de otras religiones, vienen a pedir la bendición. Den siempre la bendición a todos, y a los que quieran confesarse, ¡perdonen a todos, a todos!

Les doy las gracias por su ingenio. De corazón bendigo a todos ustedes y su trabajo. Y les pido por favor que recen por mí. Gracias.

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