El Santo Padre asumió al frente de una Iglesia atravesada por serios desafíos y aunque era argentino nunca se lo oyó hablar de “la herencia recibida”
Por Hernán Bernasconi
“Francisco: vete, repara mi casa”
“… andaba Francisco (de Asís) un día cerca de la iglesia de San Damián (Rivotorto), que estaba casi derruida y se encontraba rezando cuando oyó: «Francisco, ve, repara mi casa, que, como ves, se viene del todo al suelo». Francisco se aprontó a obedecer, se reconcentró todo él en la orden recibida...” (Relato de Tomás de Celano (Vida segunda de Francisco, 2 Cel 10)”
La X Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos y las Torres Gemelas de Nueva York
El Cardenal de Buenos Aires fue convocado a participar de la Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre el ministerio episcopal (más precisamente para responder a la cuestión de cómo debe ser el obispo en el siglo XXI). Reunión a realizarse en Roma de junio a agosto del 2001. Como se sabe el 11 de septiembre -mientras se desarrollaba la Asamblea- se produjo el ataque terrorista a las Torres Gemelas en Nueva York que conmovió al mundo.
Como consecuencia de este trágico suceso debieron abandonar el sitio en la Asamblea para regresar a su país dos prelados norteamericanos que habían sido designados “relatores” y Dios quiso que por esta razón designaran como reemplazante al argentino. Este tuvo un brillante e inesperado desempeño en la tarea de sintetizar los criterios más sobresalientes de los asambleístas. Sorprendió a todos.
La muerte de Juan Pablo II y el Cónclave de 2005
De ahí que, pocos años después, tras la muerte de Juan Pablo II, en el cónclave de 2005, volvió a surgir su figura como posible reemplazante del Obispo de Roma, obteniendo un caudal de votos que por una leve ventaja era superaba por el gran teólogo alemán Joseph Ratzinger. Fue cuando el jesuita manifestó su voluntad de resignar sus votos en favor de este.
El agravamiento del deterioro de la Iglesia durante el mandato del Papa Benedicto XVI
Ni el espacio ni la circunstancia nos permiten ocuparnos en esta nota de los detalles de cómo a través de una burocracia vaticana penetrada por la corrupción el deterioro había tomado la Curia romana y siguió en aumento. Nos limitaremos a señalar cuatro razones que contrariaban el espíritu y la letra del Concilio Vaticano II y las opiniones de los más autorizados cardenales vertidas en la recordada X Asamblea del 2001.
1.- La instalación en importantes cargos del gobierno de la Iglesia de una “corte” de prelados en la Curia romana que obliterando los fines pastorales utilizaban el poder del que eran portadores con fines corporativos y/o personales;
2.- los escándalos de corrupción y el desvío de los objetivos del llamado Banco Vaticano (IOR);
3.-la penetración de la mafia,
4.-los escándalos de pedofilia
5.-el escándalo de Vatileaks.
La reconocida inteligencia del Papa Ratzinger no alcanzaba para combatir estos males que se habían generado mucho antes de su papado, pero le sobraba inteligencia para tener conciencia de la situación. Como venimos diciendo se trataba de un extraordinario teólogo y gran filósofo pero la Iglesia precisaba un conductor que transformara las estructuras de la Curia y de la Iglesia en general y condujera a laicos y clérigos a la senda del Evangelio. El Papa Benedicto comprendió esta circunstancia y sus límites en ese ámbito concreto del ejercicio del poder. Por eso, como ya dijimos en nuestra nota precedente el Papa Benedicto XVI en un acto de lucidez y valentía renunció el 11 de febrero de 2013.
La elección de aquel argentino y latinoamericano
Bergoglio sale por la Porta Sant´Angelo en dirección a la Plaza de San Pedro, de la última reunión de cardenales previa al cónclave (foto de Hernán Bernasconi)
Tras el secreto que rodeó la dimisión de Benedicto que sólo se conoció el 11 de febrero y el fallecimiento o no participación por la edad para ser elector de algunos elementos diabólicos, no funcionó el “chufi-chufi” de Pertini, que recuerda el Papa Francisco en la entrevista “de colección” que le hizo el periodista Daniel Hadad publicada por este medio.
A las 19 horas del día siguiente nuestro ombrello (paraguas) formaba parte de una extensión de tres o cuatro hectáreas de paraguas de todos colores bajo cuyo techo se protegía la multitud. Este cronista, descansaba con hambre el agotamiento y la ansiedad sobre la Nikon montada en el trípode a cuarenta metros del atrio de la basílica más importante del mundo.
Algo que no había visto antes era la diversidad: hombres, mujeres, infantes, jóvenes, mayores y ancianos, diversas lenguas, diversos grados de contracción, laicos, curas, religiosas, estudiantes, blancos, morenos, orientales, en colegios, parroquias, conventos, turistas, se agolpaban ombrello a ombrello, en la Piazza San Pietro de Roma con un solo interrogante ¿será? y en tal caso ¿quién será? Con una sola mirada dirigida a la chimenea que arriba y a la derecha de los techos vaticanos era sobrevolada, a pesar del mal tiempo, por palomas. Varias veces el fumo nero había defraudado las expectativas hasta que a las 19:10 se asomó un fumo nero seguido de sbuffi grigi que lentamente se hizo bianco.
Los cardenales habían recibido la inspiración del Espíritu Santo, votado y elegido al nuevo Jefe de los 1.300 millones de católicos. Un clamor general fue seguido de una larga manifestación de aplausos que duró acaso veinte o más minutos.
Una hora más tarde llegaría -según las milenarias costumbres vaticanas -el nombre original y el nombre adoptado por el electo para su ejercicio. Todo lo que siguió el lector lo sabe. El Cardenal francés Jean-Louis Tauran apareció en el balcón y en un mal español anunció el nombre del nuevo pontífice: Jorge Mario Bergoglio quien escogía el nombre de Francisco. Después se supo que lo había decidido en homenaje a il poverello d’Assisi tras recibir el saludo del Card. Hummes de Brasil quien al felicitarlo le encomendó: “no te olvides de los pobres!”
Este cronista carece de la pluma y el arte capaz de pintar la honda e inmortal belleza de esos instantes que impresionaron su corazón y su pensamiento para el resto de su vida. El movimiento del pueblo se asemejaba a las olas de un océano que choca con la atmósfera yendo y viniendo como si fuera uno, en la misma plaza gigantesca. Un acto de comunión total. Con Cristo, con el ungido y con el pueblo de Dios. En el marco de la religión católica, apostólica y romana y de la mayor diversidad. Y se dijo: “contra esto, el demonio no puede!”
Y salió al balcón y bendijo al pueblo y fue aclamado por la multitud con aplausos, vítores, expresiones de fe y alegría inmensa, al mismo tiempo que en distintos tonos y lenguas el gentío se preguntaba: “quién es?” “quién es?”.
El nuevo rumbo fue una decisión colectiva y no la obra de un “salvador”
El nuevo pontífice recogió una iglesia dominada por los males que señalamos y aunque era argentino nunca se lo oyó hablar de “la herencia recibida”. Sobre esa realidad de una Iglesia en ruinas habían debatido ya los cardenales de todo el mundo en un debate de aguas profundas que sólo concluyó en la Congregación o reuniones previas al Conclave, días antes de la elección. La mayoría de ellos coincidieron en marcar un cambio de rumbo, abrirse al mundo, hacer un camino de reconstrucción y reformas estructurales. Cuando le tocó, después -ya siendo Papa -poner la firma a sus resoluciones más duras dirigidas a “reparar la Iglesia”, fundado en esa convicción, no dudó en hacerlo y llevarlas a cabo.
Bergoglio oyó que Jesús golpeaba la puerta
Dice un cura con razón que “Al comentar el texto de Apocalipsis 3,20 donde se dice que el Señor está a la puerta y llama, Bergoglio afirmó que es cierta la interpretación según la cual el texto se refiere a que Jesús golpea la puerta desde fuera para entrar.”
“Pero añadió que él pensaba en las veces en que Jesús golpea desde dentro para que le dejemos salir.”
“Sin duda esta interpretación puede escandalizar a muchos biblistas pero es una idea interpelante, porque, como añade Bergoglio, la Iglesia “autorreferencial” pretende retener a Jesucristo dentro de sí y no lo deja salir.”
“Jesús desea salir a la calle, no quedar prisionero del pasado, recorrer caminos nuevos, pisar tierra, ir a las fronteras, oler a oveja, a polvo, sudor y lágrimas, escuchar el clamor del pueblo, dialogar, abrazar, besar, dar la mano, curar, bendecir, decir palabras de aliento, perdonar, consolar, anunciar el Reino, generar esperanza y alegría, dar vida, pues solo él posee el Espíritu sin medida. Liberarlo de tantas prisiones, eso parece decir Jesús”, dice Bergoglio.
Para sorpresa del mundo entero el Papa Francisco cumple los primeros diez años al frente de la Iglesia.
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