Al celebrar la Audiencia General del penúltimo miércoles de diciembre, en el Aula Pablo VI de la Ciudad del Vaticano – en la que participaron varios miles de fieles y peregrinos procedentes de numerosos países – el Papa Francisco prosiguió con su nuevo ciclo de catequesis sobre la esperanza cristiana.
En pleno clima prenavideño, el Santo Padre – hablando en italiano – afirmó que sobre este tema nos ha guiado hasta ahora el profeta Isaías, mientras en esta ocasión deseaba reflexionar de manera más específica sobre el momento en el que la esperanza ha entrado en el mundo con la Encarnación del Hijo de Dios.
Y explicó que cuando se habla de esperanza, con frecuencia se alude a lo que no representa un poder del hombre o a algo que es invisible, puesto que lo que experimentamos va más allá de nuestras fuerzas y de nuestra mirada. Sin embargo – dijo el Papa Bergoglio – la Navidad de Cristo, al inaugurar la Redención, nos habla de una esperanza diversa, una esperanza fiable, visible y comprensible, porque está fundada en Dios. Y añadió que “Él entra en el mundo y nos da la fuerza de caminar con Él, hacia la plenitud de la vida”, lo que implica un nuevo modo de estar en el presente, por más agobiante que sea. De este modo – prosiguió el Pontífice – para el cristiano esperar significa la certidumbre de estar en camino con Cristo hacia el Padre que nos espera.
Después de recordar que la esperanza que nos trae el Niño de Belén nos ofrece una meta, un destino bueno, la salvación de la humanidad y la bienaventuranza para quien se encomienda a Dios misericordioso, el Papa se refirió asimismo a la costumbre que tienen los cristianos, en este tiempo de Adviento, de armar en sus casas el pesebre, según la tradición que se remonta a San Francisco de Asís. Y explicó que, en su sencillez, el pesebre transmite esperanza, puesto que cada uno de sus personajes, se encuentra inmerso en ese clima.
Tras referirse a las figuras principales que lo componen, Francisco dijo que en el pesebre están los pastores que representan a los humildes y a los pobres que esperaban al Mesías, el “consuelo de Israel” y la “redención de Jerusalén”. Sí, porque en este Niño ven la realización de las promesas y esperan que la salvación de Dios llegue, finalmente, para cada uno de ellos.
El Obispo de Roma concluyó su catequesis anterior a la Navidad invitando a contemplar el pesebre para prepararnos al Nacimiento del Señor, y recordando que, verdaderamente, será una fiesta grande si logramos acoger a Jesús, semilla de esperanza que Dios coloca en los surcos de nuestra historia personal y comunitaria.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
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