El Papa y sus enojos con Macri, Marcos Peña y Durán Barba

El Papa y sus enojos con Macri, Marcos Peña y Durán Barba

Un retrato de Francisco: el personaje y sus relaciones con la política argentina en los años del kirchnerismo y el macrismo.

Pese a las estridencias de uno y otro lado, es difícil imaginar una relación objetiva más estrecha entre el Gobierno de Cambiemos y el Papa Bergoglio. La administración de Macri tiene como aliados a viejos contertulios del pontífice, como Elisa Carrió o Ernesto Sanz, funcionarios de frecuentación intensa con el Papa, como Gabriela Michetti, Santiago de Estrada, Esteban Bullrich, María Eugenia Vidal, Jorge Triaca, Carolina Stanley, y legisladores de la misma frecuencia, como Jorge Enríquez. El Gobierno peronista que terminó en diciembre de 2015, hacia el cual el macrismo atribuye una opción preferencial por parte del Papa, no tuvo a ningún funcionario de tanta cercanía con la figura de Bergoglio.

En noviembre de 2009, cuando la Argentina no había sancionado aún el proyecto de matrimonio igualitario, una jueza de la Ciudad de Buenos Aires autorizó, por vía de una declaración de inconstitucionalidad del Código Civil vigente entonces, el matrimonio de dos varones. El cardenal hizo público el rechazo de ese fallo y pidió a Macri, también públicamente, que apelase ese fallo para impedir la boda. Macri no lo hizo, y el casamiento pudo realizarse. Sobrevino una serie de reproches de Bergoglio, que lanzó, junto a otros obispos, un comunicado criticándolo. Repitió las quejas en una reunión privada cuyos términos agrios se ocuparon de hacer trascender las dos partes. Macri justificó su visión del tema: «Mi decisión tuvo que ver con decisiones personales, porque el deber de un espacio político es lograr la libertad e igualdad, independientemente de las creencias religiosas. Entendemos su posición y la respetamos».

Ese lenguaje enardeció al cardenal, que tuvo un testimonio claro de que Macri no era una oveja de su corral y que a él no lo reconocía como pastor.

[...] Sí es claro que Peña fue quien transmitió la orden al procurador Pablo Tonelli de no apelar. También, que nunca hubiera hecho eso sin la venia de Macri. El Gobierno de la Ciudad se notificó del fallo de la jueza Gabriela Seijas el jueves 13 de noviembre de 2009. Macri partía de viaje y dio instrucciones a sus funcionarios para que analizasen el tema. La resolución quedaba a cargo de Peña. El viernes, el secretario de Gobierno escuchó a los funcionarios, que tenían opiniones divergentes. Michetti y Santiago de Estrada estaban a favor de apelar la medida con argumentos de conciencia. Tonelli opinaba lo mismo, pero por razones jurídicas. Al final de esa tarde del 14 de noviembre, Peña les dijo que el Gobierno no apelaba, porque era una medida que tenía el favor del público y que además implicaba una defensa de la libertad individual, consigna del PRO. El mismo argumento que Macri ya había registrado en un video que se hizo circular por las redes con esta frase: «He tomado esta decisión porque privilegio la libertad y el derecho de cada uno a decidir aquello que lo hace más feliz».

[...] Peña es hijo de Clara Braun Cantilo, que forma parte de una familia ligada a la Iglesia. Su tío, Rafael Braun, fue uno de los sacerdotes más influyentes de la segunda mitad del siglo XX como directivo de la revista católica Criterio. Esta publicación ha estado identificada con sectores del conservadurismo político, pero con una perspectiva liberal de la religión.

En el mapa doctrinario, el pensamiento de Criterio está en las antípodas del pensamiento de Bergoglio. Entre Braun y Bergoglio hubo siempre una diferencia de clase que pudo aflorar en el incidente que dejó en el medio al sobrino Marcos. Braun era un cura culto y elegante. Dirigió la coqueta pastoral de la Universidad de Buenos Aires cuando Bergoglio dedicaba su tarea a promover la atención de los excluidos con los curas villeros. No tenía olor a oveja, y eso que su familia pudo ser la más importante en la crianza de esa especie en la Patagonia.

[...] En la superficie, Bergoglio ha manifestado enojo con Peña, no ya por haber tomado la decisión, que atribuyó siempre a la frivolidad de Macri, sino por no haberle avisado que el jefe de Gobierno no iba a apelar la medida de la jueza que permitía ese matrimonio. En su archivo personal, Peña tiene una correspondencia con Bergoglio en la que, dice, aclaró todo, pero que eso queda en la reserva de la intimidad de los dos. Explica que escuchó que Bergoglio estaba enojado por no haberle avisado de la decisión de Macri, algo que cree debió hacer también Michetti, pero que él nunca se comprometió a hacerlo. Cuando se devana en busca de respuestas, cree que, al no avisarle, se le frustró algún curso de acción alternativo. Eso pudo indisponerlo ante otros obispos, de la línea más conservadora, que reclamaban acciones de confrontación, pero a los que había apaciguado con el argumento de que Macri podía frenar ese casamiento.

[...]

También señala a Durán Barba como responsable de esa conducta de Macri. El ecuatoriano suele decir y repetir que la Iglesia ya fue, que es una institución del pasado que ha perdido importancia, que la gente no cree en nada, que el Papa no suma votos, etcétera. Eso lo pagaría Macri en la primera reunión del 27 de febrero de 2016. Mauricio, según el Papa, forzó esa reunión, que debió ser mucho tiempo después de su asunción. Pero el propio Bergoglio se dejó influir por su Secretaría de Estado, que juzgó conveniente que lo recibiera. La idea de que una foto con el ceño adusto equivale a una encíclica es una estupidez supina. Pero es cierto que tampoco Francisco hizo otras manifestaciones de agrado por esa incursión macrista al Vaticano. Desde esa fecha, hubo además algunos diálogos telefónicos en donde salieron referencias a los desencuentros del Papa con los entornistas del presidente: — Hay dos a quienes tiene que perdonar — le diría Macri, con referencia a Marcos Peña y a Durán Barba.

— A uno ya lo voy a perdonar. Pero al otro no lo voy a perdonar nunca. Al que voy a perdonar es a Marcos…

[...]

La segunda reunión con Macri fue el indicador de una mejoría de las relaciones. Fue a puertas cerradas y con la prensa lejos.

Tampoco sirvió mucho para mejorar la idea que Bergoglio tiene de Mauricio. Ha dicho de él: «La vida no es tener tres globos, ganar, ser rico y tener una mujer linda al lado. Y no es que hable mal de Juliana, que es divina. Eso no es la vida, camisita celeste y todos riéndonos, el país es otra cosa», le han escuchado en momento de extrema franqueza.

Solía repetir ante sus visitantes argentinos: «A Cristina había que abrazarla para que no chocase. A estos hay que recordarles que los pobres existen». Reconoce que la ayuda social del Gobierno se amplió con Cambiemos, pero se queja de que la administración macrista aplicó a cuentagotas la aplicación de la Ley de Emergencia Social que el Vaticano promovió en el Congreso argentino a finales de 2016.

Ante otros, señala que el asesoramiento de Durán Barba instala un germen de escepticismo en el corazón de las decisiones del Gobierno. Esa percepción estalló en el conflicto más grave que separó a Francisco de Macri en 2018: el debate en el Congreso sobre la despenalización del aborto. Esa batalla mostró un juego de espejos entre los dos: ninguno quería el aborto, se sacaron el gusto cuando el Senado sepultó la iniciativa, pero quedaron más peleados que nunca.

—Yo creo que tengo que tomar un café con Francisco — le dijo una vez Durán Barba a Pont Lezica.

—Creo que va a ser difícil.

—No me voy a poner muy de acuerdo con tu amigo.

—No creo…

El texto es un fragmento del libro ‘El Papa peronista’

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