El Papa preside la misa de la solemnidad de la Epifanía del Señor en la Basílica vaticana y subraya que Dios vino al mundo para encontrarse con hombres y mujeres de todas las etnias y lenguas y que nos llama a "prohibir cualquier forma de selección, marginación y despilfarro de las personas." El Pontífice insta a la fraternidad y a ser luz y signo de esperanza para los demás y añade: "Dios no se revela a círculos exclusivos ni a unos pocos privilegiados", vino para todos.
Por: Tiziana Campisi – Ciudad del Vaticano
Los tres Reyes Magos, representados en el pesebre "con características que abarcan todas las edades y todas las razas", "con los rasgos somáticos de los diversos pueblos de la tierra", nos recuerdan que "Dios busca a todos, siempre". Es necesario "meditar" sobre esto en el mundo actual, "donde las personas y las naciones, a pesar de disponer de medios de comunicación cada vez más potentes, parecen estar menos disponibles para comprenderse, aceptarse y encontrarse en su diversidad".
Francisco amplía su mirada a toda la familia humana en la homilía de la Misa de la Epifanía del Señor, presidida esta mañana en la Basílica de San Pedro en presencia de 5.000 fieles y 268 concelebrantes y durante la cual se marcó la fecha de la Pascua el 20 de abril, y también el del inicio de la Cuaresma, el 5 de marzo, de la Ascensión del Señor, el 29 de mayo, el de Pentecostés, el 8 de junio, y el del primer domingo de Adviento, 30 de noviembre.
Está prohibida cualquier forma de marginación.
En palabras del Pontífice, la invitación a la fraternidad universal, a reconocer que todos somos iguales, a eliminar las distinciones, a abrirnos a los demás sin miedo, porque Dios ha venido para todos.
"Dios, haciéndose hombre, viene al mundo para encontrarse con todo hombre y mujer de la tierra, sin importar la etnia, la lengua o el pueblo al que pertenezcan, y que a nosotros nos confía la misma misión universal. O sea que nos llama a poner fin a cualquier forma de preferencia, marginación o rechazo de las personas; y a promover entre nosotros y en los ambientes en que vivimos, una fuerte cultura de la acogida en la que los cerrojos del miedo y del rechazo sean reemplazados por los espacios abiertos del encuentro, de la integración y del compartir: lugares seguros, donde todos puedan encontrar calor y refugio".
La luz del amor
La reflexión del Papa comienza con el viaje emprendido por los Reyes Magos siguiendo "una luz nueva", la de la estrella descrita por el evangelista Mateo, y se centra en tres características de esta estrella: "es brillante", "es visible para todos" y "indica un viaje".
La estrella, "que ilumina y calienta ardiendo y dejándose consumir", nos hace comprender que la "única luz que puede mostrar a todos el camino hacia la salvación y la felicidad" es "la del amor", aclara Francisco, "el amor de Dios" que se hizo hombre y "se entregó a nosotros sacrificando su vida" y el amor con el que "estamos llamados a gastarnos unos por otros", para ser, con la ayuda del Todopoderoso, "signo mutuo de esperanza, también en noches oscuras de la vida”.
Precisamente sobre esto el Pontífice nos invita a reflexionar: "¿somos luminosos en la esperanza?" y "¿capaces de dar esperanza a los demás con la luz de nuestra fe"? Si "muchos soberanos, en tiempos de Jesús, se llamaban a sí mismos 'estrellas' porque se sentían importantes, poderosos y famosos", dice el Papa, en realidad el suyo es un "esplendor artificial y frío, fruto de cálculos y juegos de poder", que “no supo responder a la necesidad de novedad y de esperanza” de personas en búsqueda como los Reyes Magos.
Como la estrella, que con su resplandor guio a los Magos a Belén; así también nosotros, con nuestro amor, podemos llevar a Jesús a las personas que encontramos, haciéndoles conocer, en el Hijo de Dios hecho hombre, la belleza del rostro del Padre y su modo de amar, que es cercanía, compasión y ternura. Y para ello no necesitamos instrumentos extraordinarios ni medios sofisticados, sino haciendo que nuestros corazones brillen en la fe, que nuestras miradas sean generosas en la acogida y que nuestros gestos y palabras fraternas estén llenos de amabilidad y humanidad.
Debemos ser "unos para otros, luces que conduzcan al encuentro" con Cristo, insta Francisco, observando que "es lamentable que una persona no sea luz para los demás".
Dios no se niega a nadie
Esa estrella que los Magos "ven brillar en el firmamento" es "visible para todos", pero Herodes y los escribas no la notan, subraya luego el Papa, precisando que "la estrella, sin embargo, permanece siempre allí, accesible a cualquiera que levanta la mirada” en busca de esperanza. Y está en el cielo para "llegar a todos los hogares y superar todas las barreras, llevando esperanza a los rincones más remotos y olvidados del planeta", y "para decir a cualquiera, con su luz generosa, que Dios no se niega a nadie". , no se olvida de nadie".
Dios no se revela a círculos exclusivos o a unos pocos privilegiados, sino que ofrece su compañía y su guía a quien lo busca con corazón sincero. Es más, a menudo se anticipa a nuestras propias preguntas, y viene a buscarnos incluso antes de que se lo pidamos
Francisco subraya que Dios "es un Padre cuya mayor alegría es ver a sus hijos regresar a casa, unidos, de todas partes del mundo", y "verlos construir puentes, allanar caminos, buscar a los que están perdidos y continuar su camino". sobre los hombros a quienes luchan por caminar." Porque "el sueño de Dios" es "que toda la humanidad, en la riqueza de sus diferencias" pueda ser "una sola familia", "en armonía en la prosperidad y en la paz".
Libera tu corazón de todo lo que no sea caridad
Finalmente, indicando un camino, la estrella nos invita a emprender un camino interior que "libere nuestro corazón de todo lo que no sea caridad", como animaba Juan Pablo II, para "encontrarnos plenamente con Cristo, confesando nuestra fe en Él y recibiendo la abundancia de su misericordia."
Y en el camino que cada uno recorre, la oración de Francisco es que Dios nos haga "luces que señalan a Él", "generosos en la entrega, abiertos en la acogida y humildes en el caminar juntos, para que podamos encontrarlo, reconocerlo y adoradlo y partid de Él renovados, trayendo al mundo la luz de su amor”.
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