El Papa Francisco ha impuesto el palio a los 46 arzobispos metropolitanos nombrados este año.
Por Gabriel Ariza
Junto con el palio, el Papa Francisco quiso confiar a los 46 Arzobispos Metropolitanos, nombrados este año, una llamada a la oración, a la fe y al testimonio.
Sin olvidar «las atroces, inhumanas e inexplicables persecuciones, que desgraciadamente perduran todavía hoy en muchas partes del mundo, a menudo bajo la mirada y el silencio de todos», el Obispos de Roma quiso «venerar la valentía de los Apóstoles y de la primera comunidad cristiana, la valentía para llevar adelante la obra de la evangelización, sin miedo a la muerte y al martirio, en el contexto social del imperio pagano; venerar su vida cristiana que, para nosotros creyentes de hoy, constituye una fuerte llamada a la oración, a la fe y al testimonio».
El Papa Francisco, presidiendo la celebración de la solemnidad de los santosApóstoles Pedro y Pablo, patronos principales de la Iglesia de Roma, destacó en su homilía que el palio entregado a los Arzobispos Metropolitanos «es un signo que representa a la oveja que el pastor lleva sobre sus hombros como Cristo, Buen Pastor» y es «signo litúrgico de la comunión que une a la Sede de Pedro y su Sucesor con los metropolitanos y, a través de ellos, con los demás obispos del mundo» (Benedicto XVI, Ángelus, 29 junio 2005).
El Santo Padre recordó asimismo que «la Iglesia los quiere hombres de oración, maestros de oración, que enseñen al pueblo que les ha sido confiado por el Señor que la liberación de toda cautividad es solamente obra de Dios y fruto de la oración, que Dios, en el momento oportuno, envía a su ángel para salvarnos de las muchas esclavitudes y de las innumerables cadenas mundanas».
«Cuántas fuerzas, a lo largo de la historia, han intentado – y siguen intentando – acabar con la Iglesia, desde fuera y desde dentro, pero todas ellas pasan y la Iglesia sigue viva y fecunda», señaló el Sucesor de Pedro e hizo hincapié en que la Iglesia es del Señor
Y recordando que «la Iglesia los quiere hombres de fe, maestros de fe, que enseñen a los fieles a no tener miedo de los muchos Herodes que los afligen con persecuciones, con cruces de todo tipo», reiteró que «ningún Herodes es capaz de apagar la luz de la esperanza, de la fe y de la caridad de quien cree en Cristo».
«La Iglesia los quiere hombres de testimonio». «No hay testimonio sin una vida coherente. Hoy no se necesita tanto maestros, sino testigos valientes, convencidos y convincentes, testigos que no se avergüencen del Nombre de Cristo y de su Cruz, ni ante leones rugientes ni ante las potencias de este mundo, a ejemplo de Pedro y Pablo y de tantos otros testigos a lo largo de toda la historia de la Iglesia, testigos que, aun perteneciendo a diversas confesiones cristianas, han contribuido a manifestar y a hacer crecer el único Cuerpo de Cristo».
En este contexto, el Obispo de Roma destacó con mucho agrado la presencia de la «Delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, enviada por el querido hermano Bartolomé I».
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