Fue en un mensaje a los participantes del simposio internacional organizado por el Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, en el marco del aniversario porF
El Papa Francisco y el cardenal Michael Czerny, prefecto del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, enviaron sendos mensajes a los participantes del simposio internacional “Éxodo y compromiso social en América Latina”, que se llevó a cabo los días 22 y 23 de junio en la sede de la Pontificia Universidad de México y que organizó el Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana (Imdosoc), junto a otras organizaciones eclesiales, en el marco de la preparación para el aniversario de sus 40 años de vida institucional.
El pontífice expresó su cercanía a Imdosoc a través de monseñor Roberto Campisi, asesor para Asuntos Generales de la Secretaría de Estado del Vaticano, quien señaló que, “animado por sentimientos de de filial afecto, el Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, ha tenido la amabilidad de escribir una atenta carta al Santo Padre, en la que le hace partícipe del 40º aniversario de fundación y le pide un recuerdo en sus oraciones”.
“Su Santidad Francisco, agradeciendo este gesto de confianza, los anima a perseverar en sus propósitos de ayuda a los demás, transmitiendo la alegría y la esperanza a cuantos los rodean”, sostuvo.
Monseñor Campisi sostuvo que el Santo Padre “les suplica que recen por él y por los frutos de su servicio al santo Pueblo de Dios, al mismo tiempo que, invocando la protección maternal de la Santísima Virgen María, Madre de misericordia, les imparte de corazón la implorada bendición apostólica, que complacido hace extensiva a sus familias y a cuantos se unen a sus iniciativas”.
En tanto, el cardenal Czerny envió un saludo a través de su emisario, el padre Flavio Lauria CS, coordinador regional para las Américas, subrayando que comparte el júbilo por el 40º aniversario de la institución y dio gracias a Dios por "el bien que ese instituto ha sabido dispensar a lo largo de tantos años”.
“Estamos dispuestos y comprometidos a asumir junto a ustedes las preguntas esenciales, y encontrar formas de ayudar a la Iglesia local a responder a los desafíos que emergen de los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren”, añadió.
El cardenal Czerny les recordó a las autoridades del Imdosoc que "cuenten con nuestra cercana presencia y constante escucha, con el acompañamiento que podamos ofrecerles, para acompañarlos en la reflexión y divulgación de la doctrina social de la Iglesia".
Intervención del padre Lauria
En su intervención durante el simposio internacional, el padre Lauria recordó que “la Doctrina Social de la Iglesia existe desde la predicación de Cristo”.
El sacerdote argentino consideró que “el ser humano, como ser trascendente, vive plenamente la dignidad de ser imagen de Dios, en todas sus dimensiones: en el contexto social, en el contexto económico, en el contexto político”; por ende, “el plan de salvación del Padre debe hacer llevar la salvación a las realidades temporales concretas”, como lo hizo Cristo en su momento.
Aún cuando hay un consenso general acerca de que la doctrina social de la Iglesia se institucionaliza con el papa León XIII con la encíclica social Rerum Novarum, aseguró que “la dimensión teológica es necesaria tanto para interpretar, como para resolver los problemas de la sociedad actual, como decía san Juan Pablo II en la Centesimus annus”.
Es así como la teología, la Palabra de Dios, el testimonio de Cristo, resulta esencial para “interpretar y resolver los actuales problemas de la convivencia humana”.
El padre Lauria también acuñó el término ‘salvación integral’, “un nuevo término, podemos llamarla así, porque el desarrollo humano integral es promover la dignidad en cada realidad del ser humano”.
De hecho, “la encíclica Laudato si' del Papa Francisco, lo sabemos, no es sólo una encíclica ecológica sino integral: explica que la Casa Común y sus habitantes forman la Creación”, y por eso “la crisis ecológica es una eclosión o una manifestación externa de la crisis ética, cultural y espiritual de la modernidad”.
De allí que “no podemos pretender sanar nuestra relación con la naturaleza y el ambiente sin sanar todas las relaciones básicas del ser humano”. En este sentido, cuando el pensamiento cristiano” reclama un valor peculiar para el ser humano por encima de las demás criaturas, da lugar a la valoración de cada persona humana, y así provoca el reconocimiento del otro”.
De tal forma que la apertura a un ‘tú’ capaz de conocer, amar y dialogar “sigue siendo la gran nobleza de la persona humana. Por eso, para una adecuada relación con el mundo creado, no hace falta debilitar la dimensión social del ser humano y tampoco su dimensión trascendente, su apertura al 'Tú' divino”.
Para el sacerdote “no se puede concebir una relación con el ambiente aislada de la relación con las demás personas y con Dios. Sería un individualismo romántico disfrazado de belleza ecológica y un asfixiante encierro en la inmanencia”.
Cultura del descarte
El padre Lauria advierte del peligro del antropocentrismo extremo: “El ser humano se pone en el centro, da prioridad absoluta a la conveniencia inmediata y todo lo demás se relativiza”.
Esto encuentra un caldo de cultivo en la globalización del paradigma tecnocrático, porque “el relativismo está en conjunción con este paradigma y el culto al poder humano ilimitado”, y es “a través del pecado como se rompe la relación de amor de Dios con el Hombre: el pecado original trae como consecuencia el pecado social”.
Planteó además que “rompiendo la relación, se fomenta el dominio y el abuso, el hombre se constituye como Dios, se mal ejecuta la libertad sin límites sobre el prójimo y la Creación. Aparece una dicotomía entre economía y cultura del descarte”, refirió.
Por ello, en reiteradas oportunidades “el Papa Francisco habla de la cultura del descarte como una cultura de exclusión a todo aquel y aquello que no esté en capacidad de producir según los términos que la sociedad moderna exageradamente ha instaurado”, y que excluye “desde las cosas y los animales, a los seres humanos, e incluso al mismo Dios”. En definitiva, el término ‘valor’, para la cultura del descarte, es sinónimo de producción y consumo.
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