Tras haber dedicado la catequesis de la semana pasada al viaje en Canadá, Francisco ha vuelto a reflexionar sobre la vejez.
El Papa Francisco retomó el pasado miércoles las Audiencias Generales y, tras dedicar la última catequesis al viaje a Canadá, esta semana volvió a reflexionar sobre la vejez. El Santo Padre ha dedicado la catequesis en la “conmovedora intimidad de la despedida de Jesús a los suyos”.
“El tiempo de vida que les queda a los discípulos será, inevitablemente, un paso por la fraternidad del testimonio y por los desafíos de la fraternidad. Pero también será un paso por las apasionantes bendiciones de la fe”, ha subrayado el Pontífice. Para Francisco, la vejez “es el tiempo propicio para dar un testimonio conmovedor y alegre de esta expectativa. En la vejez, las obras de la fe, que nos acercan a nosotros y a los demás al Reino de Dios, están ya más allá de la fuerza de las energías, de las palabras, y de los impulsos de la juventud y la madurez”.
El Papa ha invitado ver si en la iglesias locales “existe alguna referencia específica destinada a revitalizar este ministerio episcopal de espera en el Señor, fomentando los carismas individuales y las cualidades comunitarias de la persona anciana”.
Francisco ha pedido vivir la vejez “con dulzura y respeto por la vida real” que así “disuelve definitivamente una comprensión errada acerca de una fuerza que debe bastarse a sí misma y a su propio éxito. Incluso disuelve el equivoco de una Iglesia que se adapta a la condición mundana, pensando así en gobernar definitivamente su perfección y realización”.
“Nuestra vida no está destinada a cerrarse sobre sí misma, en una ilusoria perfección terrenal, está destinada a ir más allá, a través del paso de la muerte. En efecto, nuestro lugar firme, nuestro punto de llegada no está aquí, está junto al Señor, donde Él habita para siempre”, ha afirmado el Papa.
El Pontífice argentino ha añadido subrayando que “el tiempo de vida en la tierra es la gracia de este paso. La pretensión de detener el tiempo, de querer la eterna juventud, el bienestar ilimitado, el poder absoluto, no solo es imposible, sino que es delirante”.
“La vejez conoce definitivamente el sentido del tiempo y las limitaciones del lugar en el que vivimos nuestra iniciación. Por eso ella es creíble cuando nos invita a alegrarnos del paso del tiempo: no es una amenaza, es una promesa. La vejez, que redescubre la profundidad de la mirada de fe, no es conservadora por naturaleza, como se dice. El mundo de Dios es un espacio infinito, sobre el que el paso del tiempo ya no tiene ningún peso”, ha añadido Francisco.
“La vejez es la fase de la vida más adecuada para difundir la alegre noticia de que la vida es una iniciación para una realización definitiva. Y lo mejor está por llegar. ¡Que Dios nos conceda una vejez capaz de esto!”, ha finalizado el Papa antes de saludar a los fieles que estaban presentes en el Aula Pablo VI.
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