Cuando Dios da un don, este don es irrevocable: no lo da hoy y lo quita mañana. Cuando Dios llama, esa llamada permanece durante toda la vida. Con esta reflexión comenzó el Papa Francisco su homilía de la Misa matutinacelebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta el primer lunes de noviembre, inspirada en el tema de la “elección de Dios” presente en la liturgia a través de la Carta de San Pablo a los Romanos.
Francisco comenzó explicando que fueron tres “en la historia de la Salvación, los dones y las llamadas de Dios a su pueblo”. “Todos irrevocables” – dijo – porque Dios es fiel: “El don de la elección, de la promesa y de la alianza”. Así fue para Abraham – añadió el Papa – y así es para cada uno de nosotros:
“Cada uno de nosotros es un elegido, una elegida de Dios. Cada uno de nosotros lleva una promesa que el Señor hizo: ‘Camina en mi presencia, sé irreprensible y yo te haré esto’. Y cada uno de nosotros hace alianzas con el Señor. Puede hacerlas, si no quiere hacerlas, es libre. Pero esto es un hecho. Y también debe ser un interrogante: ¿Cómo siento yo la elección? ¿O me siento cristiano de casualidad? ¿Cómo vivo yo la promesa, una promesa de salvación en mi camino, y cómo soy fiel a la alianza? ¿Cómo Él es fiel?”.
De manera que ante “la misma fidelidad” que es Dios, a nosotros – añadió el Santo Padre – nos corresponde interrogarnos: ¿La sentimos como una “caricia suya”, al igual que el hecho de que Él se ocupe de nosotros y nos busque cuando nos alejamos?
El Papa Bergoglio prosiguió refiriéndose a San Pablo en cuanto a la elección de Dios. Y dijo que el Apóstol usa “cuatro veces” dos palabras: “desobediencia” y “misericordia”. A la vez que añadió que donde está una, estuvo la otra, porque éste es nuestro camino de Salvación:
“Esto quiere decir que en el camino de la elección, hacia la promesa y la alianza, se producirán pecados, habrá desobediencia, pero ante esta desobediencia siempre está la misericordia. Es como la dinámica de nuestro caminar hacia la madurez: siempre está la misericordia, porque Él es fiel, Él jamás revoca sus dones. Está relacionado: esto está relacionado con el hecho de que los dones son irrevocables. ¿Por qué? Porque ante nuestras debilidades, ante nuestros pecados, siempre está la misericordia y cuando Pablo llega a esta reflexión, da un paso más – pero no nos da una explicación a nosotros – de adoración”.
Adoración y alabanza silenciosa, por lo tanto, ante “este misterio de la desobediencia y de la misericordia que nos hace libres”, y ante “esta belleza de los dones irrevocables como son la elección, la promesa y la alianza”, fue la invitación final del Papa Francisco:
“Pienso que puede hacernos bien, a todos nosotros, pensar hoy en nuestra elección, en las promesas que el Señor nos ha hecho y en cómo vivo yo la alianza con el Señor. Y cómo me dejo – permítanme la palabra – ‘misericordiar’ por el Señor, ante mis pecados, ante mis desobediencias. Y al final, si yo soy capaz – como Pablo – de alabar a Dios por esto que me ha dado a mí, a cada uno de nosotros: alabar y hacer aquel acto de adoración. Pero sin olvidar jamás que los dones y la llamada de Dios son irrevocables”.
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