El padre Pedro Opeka CM, sacerdote vicentino misionero en Madagascar, brindó una entrevista al portal Ser Argentino en la que comentó sus experiencias de misión y dejó un mensaje para los niños.
"El albañil de Dios", el padre Pedro Opeka CM, es misionero en Madagascar hace casi 50 años. En diálogo con el portal Ser Argentino, el sacerdote comentó sus experiencias de misión en Akamasoa, habló de la pobreza en el mundo y dejó un mensaje especial para los niños en 2021.
Nacido en San Martín, provincia de Buenos Aires, el sacerdote construyó un hogar más en Akamasoa, una comunidad que antes de su llegada era un basurero, y ahora es una pujante barriada a las afueras de Antananarivo, la capital del país. “No olvides que ayudar a un pobre es ayudarte a sí mismo”, repite Opeka, que no negocia con sponsors o multinacionales.
“Mi partida de Argentina no fue una huída al África sino una aventura humana y espiritual con ida, y sin vuelta, en aquel momento ¡Por eso lloré cuando salí y dejé el país! Dios quiso que vuelva a visitar Argentina porque el progreso tecnológico lo ha permitido”, se confiesa el vicentino.
Luego de medio siglo de presencia en las tierras de Madagascar, Opeka menciona que creció “en todo sentido”: “Aquí he visto la vida en su gran simplicidad desde el nacimiento hasta la muerte. Aquí había mucha solidaridad en los setenta. Aprendí que la vida cuando más es simple, más feliz se vive. Sin embargo, hay que tener un mínimo necesario para poder vivir adecuada y dignamente. He visto muchos dramas, la muerte estaba siempre presente. Aquí la vida es una mezcla de alegría y de tristeza. Y hay que alegrarse con los que están felices, y llorar con los que sufren”, señala.
El sacerdote expresa que su dolor en Madagascar “es la inercia y la fatalidad de los responsables políticos que no hacen lo necesario para las familias con numerosos hijos, y no trabajan por el desarrollo de su pueblo. Sus compatriotas viven abandonados, y sin ningún derecho, algo que debería tener todo ser humano”.
Ante la pregunta sobre “pobreza cero” del periodista, el padre indica: “No creo que sea una utopía la pobreza cero, porque tenemos todos los medios técnicos, los más sofisticados, para dar de comer a todos los niños en la Tierra. En realidad, ya deberíamos haber resuelto y vencido el hambre en el mundo. Nos falta sólo la voluntad y la generosidad”.
Habló también sobre las enfermedades que podrían sanarse y sobre el agua potable, “pero para llegar a eso tendríamos que ser más humanos, menos egoístas, más solidarios y más sobrios en la utilización de las materias primas de nuestra Tierra en favor de todos”, reflexionó.
Opeka opinó que “toda experiencia humana vivida con respeto y amor se puede adaptar a todas las realidades y situaciones donde viven seres humanos sobre nuestra Tierra. Debemos aceptar que toda persona humana es diferente, que tiene su historia, su cultura, su mentalidad y su manera de ser particular. Debemos adaptarnos a todas esas realidades humanas tan distintas, y a partir de ahí, llegar al corazón de la gente con la cual nos toca vivir y trabajar”.
“El amor no tiene fronteras, ni raciales, ni ideológicas, ni religiosas”, afirmó, y agregó luego: “Creer en Dios-Amor es vivir sin certidumbres, es vivir caminado a tientas, es vivir sin barreras, sin costumbres, pero con la confianza absoluta que el amor vencerá siempre al mal. Por amor vale la pena vivir y dar la vida por sus amigos y hermanos”.
Sin embargo, subrayó que “la mentalidad que la sociedad de consumo intenta imponer a nuestro tiempo es divertirse, es ganar, es aprovecharse de los demás y ocuparse de sí mismo y el resto no importa. Es por eso que hoy vivimos en un mundo lleno de indiferencia, de cada uno para sí mismo. El individualismo reina aparentemente en muchísimos de nuestros hermanos y hermanas”.
En relación a la pandemia, opinó que “puede ser una prueba que haga despertar y bascular la humanidad entera. Comprender que vivimos no solo para ser consumidores sino ser hermanos y solidarios unos de otros. Y millones de jóvenes tienen ese ideal en todos los países del mundo. Ellos son la sal de la Tierra, la luz del mundo”.
Más adelante, comentó que ser argentino le trajo algunas ventajas en su misión: “La alegría, la viveza criolla, ser sincero y dar una mano al que tiene necesidad de ayuda. Cuando dejé la Argentina el 20 de agosto 1968 para ir a Madagascar había mucha fraternidad y solidaridad entre los argentinos y, también, espontaneidad en la gente. Luego la vida se fue complicando y muchos de esos valores se fueron diluyendo en una vida más fácil e individual. Cuando vine a Madagascar esa espontaneidad, la fraternidad, y sobre todo la alegría, fue bien aceptada. Los pequeños que normalmente tienen miedo al blanco, a causa de la alegría que vivía, me han aceptaban rápidamente. El hecho de saber vivir sin prejuicios entre razas diferentes, esto les impactó, y comenzaron a tenerme confianza. ¡Y cuando nace la confianza, todo es posible!”
Al comenzar el 2021, le entristece la cantidad de niños pobres que hay en el mundo, y dedica un mensaje especial para ellos: “Todos los niños son iguales en dignidad y en derechos. La niñez es la época más hermosa de nuestra vida porque somos sinceros, humildes, auténticos y siempre listos ayudar y tener confianza en los demás. De pequeños creemos con simplicidad, y sin esperar agradecimientos, ayudamos con amor”.
“Le diría al niño que nunca pierdan su alma, su sinceridad y su confianza. La vida continua, no se detiene nunca, con lo bueno y lo malo, y ya ahora piensen en los demás, en ayudar y en compartir. Les diría también que los niños nos dan la voluntad y el coraje de luchar por un mundo mejor y más justo, que se prepara para ustedes, y que ustedes los niños más tarde a su vez tendrán que hacer lo mismo por los que los sucederán. La vida es un paso sobre esta Tierra, y su sentido es de nunca perder la fe, y la esperanza, y que el amor es posible y el perdón también”.
Finalmente, concluyó: “¡Vivimos para sembrar semillas de amor, de esperanza, de fraternidad y de amistad! ¡La vida es bella cuando la vivimos en este estado de espíritu! ¡Todos para uno y uno para todos!”.+
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