Ayer a la mañana, el obispo de Mar del Plata, monseñor Antonio Marino presidió la misa del domingo de Pascua en la parroquia Cristo Resucitado, ubicada en Nápoles y Friuli del barrio El Martillo, que en este marco celebró sus fiestas patronales.
Concelebró el presbítero David Ochoa, párroco del lugar y estuvieron representantes de la comunidad paraguaya en Mar del Plata. Una familia del barrio acercó a su hija para ser bautizada durante la celebración.
“Estamos en el día más importante del año para los cristianos, el día de la resurrección del Señor, la fiesta de la Pascua. Y esta parroquia se llama Cristo Resucitado, celebra también sus fiestas patronales, de allí mi presencia entre ustedes el día de hoy. Es la mayor solemnidad, la fiesta de las fiestas. Jesús triunfa sobre la muerte, Él vino al mundo, se hizo uno de nosotros para reconciliarnos con Dios, vino al mundo y asumió la vida humana tal como la conocemos para llevarnos a nosotros a Dios, para indicarnos el camino y para socorrernos con su ejemplo, con la ayuda interior de su gracia”, inició diciendo en su homilía, monseñor Marino.
“La Pascua es la fiesta más grande, porque el triunfo de Cristo es también nuestro. Él tiene una doble solidaridad con nosotros; por un lado conoció la vida humana con sus fatigas, sus problemas y siendo plenamente inocente, sin nunca pecar, en su pasión los cargó sobre sí. Y Dios lo resucitó por el poder del Espíritu Santo y entonces, hay uno de nosotros que está para siempre en el seno de la Trinidad. Su triunfo no es sólo suyo, es nuestro. La última palabra en nuestra vida si tenemos fe, no es el dolor, no es el sufrimiento la muerte, sino la vida en plenitud, y esto es lo que celebramos hoy en este hermoso día de Pascua”, expresó el obispo.
Más adelante monseñor Marino, remarcó las mejoras edilicias en el templo y agradeció al padre David y la colaboración de la comunidad, “eso me encanta, pero también tiene que ser un signo de otra cosa todavía más importante, el crecimiento de esta comunidad. Trabajando en todo este gran barrio, haciendo presente a la Iglesia. Esto es tarea no sólo del párroco sino de cada uno de los bautizados. Cada cristiano debe ser misionero, cada uno según su función, sin exclusión todos tenemos algo para hacer, porque todos podemos rezar, y todos podemos amar”.
Finalmente el prelado pidió, “que salgamos todos de este templo, renovados en nuestra fe y con ganas de ser cada día mejores testigos. Hay una frase del Papa Francisco que he querido asumir como lema ‘si queremos crecer en la vida espiritual no podemos dejar de ser misioneros’. Todos somos misioneros, primero con el ejemplo y también colaborando de distintas maneras, en la difusión del mensaje de Cristo, en la presencia activa de la Iglesia en este gran barrio”.
Al finalizar la eucaristía, algunos miembros de la comunidad, repartieron porciones de rosca de Pascua a los fieles que salían de la misa. También, como corolario de la fiesta, se compartió un multitudinario almuerzo en el salón parroquial.
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