Carta pastoral de Mons. Sebastià Taltavull.
La fiesta del apóstol Santiago nos sitúa ante una aventura que para los seguidores de Jesús puede ser decisiva, en el sentido de escuchar e integrar el contenido de una Palabra que es de Dios y que saca a la luz pública uno de los aspectos más fundamentales de la Iglesia por lo que respecta a sus convicciones de fe y estilo pastoral. Nos puede ayudar, por una parte, el sentido de peregrinación, que une a tantas personas, creyentes y no creyentes, en su recorrido por el “camino de Santiago”. Este tono itinerante puede hacernos tomar conciencia de nuestra condición humana a la búsqueda de sentido, orientados hacia Alguien que nos llama y nos espera para vivirlo plenamente. Y, por otra parte, situarnos en la centralidad de Jesucristo en nuestras vidas, en su total obediencia al Padre y en su conducta de servir a todos, hasta dar la vida.
Santiago, con Pedro y el resto de los apóstoles, tiene muy claro en quién ha puesto toda su confianza. Tienen la fuerza del Espíritu Santo, lo constatamos sin ningún género de duda a lo largo del Nuevo Testamento, y en la afirmación que hemos escuchado refiriéndose a la muerte y resurrección de Jesucristo: “Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen” (Ac 5,32). Los apóstoles saben bien en quien creen y, por ello, hablan e incluso se enfrentan a las autoridades religiosas cuando les prohíben formalmente enseñar en nombre de Jesús.
En la misma o parecida situación se encuentran hoy obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, e incluso comunidades cristianas enteras, que están ofreciendo su vida para llevar el Evangelio a todos los rincones de la tierra, y padecen persecución por esta causa. Manifestemos nuestra plena comunión y solidaridad con ellos, ya que estamos recibiendo constantemente noticias de su coraje, de su valentía, de su coherencia hasta el testimonio de la entrega de su vida por amor a Jesucristo y, en Él, a las comunidades con las que comparten la fe y a los hombres y mujeres a los que sirven.
Lo tienen tan claro que están convencidos de que “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Ac 5,29). Se trata de una convicción que es el resultado de una clara definición por Jesucristo como Señor, lo cual significa que Él lo es todo en mi vida, tan identificado con mi persona, con mi pensamiento y mi actuación que, como dice san Pablo, “la vida que ahora vivo, ya no es mía; es Cristo quien vive en mí” (Ga 2,20). Aunque el mensaje de Jesús se expresa con toda claridad, hay quien se opone por motivos de prestigio y promoción personal. Luego es cuando Jesús saca a la exposición pública su estilo pastoral, el de la sencillez y el servicio como elementos distintivos de los que han decidido seguirle, plenamente identificados con Él.
+ Sebastià Taltavull
Obispo de Mallorca
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