El Nuncio y el General

El Nuncio y el General

Esperando la apertura de los archivos vaticanos. La respuesta del Ministro de Videla a Pio Laghi que pedía noticias sobre personas desaparecidas

por Luis Badilla

Ya publicamos con anterioridad un informe enviado a la Secretaría de Estado por mons. Pio Laghi, Nuncio Apostólico en Argentina, el 16 de julio de 1976, cuatro meses después del golpe del general Jorge Videla. Es un documento de grandísima importancia histórica, donde el diplomático vaticano describe su encuentro con el Ministro del Interior de la dictadura, el general Albano Harguindeguy (Villa Valeria, 11 de febrero de 1927 – Los Polvorines, 29 de octubre de 2012), que tuvo lugar el 13 de julio del mismo año. Después de publicar también varias noticias sobre un listado que  presentó el Nuncio Laghi, donde solicitaba información sobre más de 60 detenidos y desaparecidos, entre ellos el hermano  del “Che” Guevara  Juan Martín Guevara (documento del 13 de agosto de 1976) – damos a conocer ahora una escalofriante respuesta del alto funcionario argentino al Representante de la Santa Sede.

Pero primero quisiéramos detenernos, auque sea brevemente, en el “personaje” de esta y otras muchas terribles historias argentinas: el general Albano Harguindeguy, Ministro del Interior desde el 29 de marzo de 1976 hasta el 29 de marzo de 1981. Harguindeguy fue durante aquellos cinco años el hombre más poderoso de la dictadura argentina, en ocasiones mucho más que la cabeza visible del golpe, el general Jorge Videla. Tal como a Pinochet en Chile, a Harguindeguy le gustaba decir a menudo: “Recuerden que en Argentina no se mueve una hoja ni en el cielo ni en la tierra si yo no lo decido” (el dictador chileno no incluía el cielo). Este militar fue también uno de los inspiradores y teóricos del famoso “Proceso de Reorganización Nacional” con el cual la dictadura se presentó al país y sobre todo ante la opinión pública internacional y los gobiernos, muchos de los cuales, tal vez demasiados, creyeron en esta mentira.

Detrás de sus modales amables y aparentemente refinados, Harguindeguy era en realidad un hombre despiadado y sin escrúpulos, fanático y mesiánico. A Ceferino Reato, autor de un libro-entrevista a varios militares (“Disposición final”) le explica que uno de sus principales problemas eran los “desaparecidos”, pero agrega: “todas las listas con sus nombres las hice quemar por orden del general Reynaldo Benido Bignone”, presidente de la última Junta Militar entre el 1 de julio de 1982 y el 10 de diciembre de 1983. Bignone reemplazó al general Leopoldo Galtieri cuando fracasó la invasión a las Islas Malvinas. El general Jorge Videla confesó a Ceferino Reato: “Matamos entre 7 y 8.000 personas. No había otra solución. Entre nosotros existía el acuerdo de decir que este era el precio que debíamos pagar para ganar la guerra contra la subversión, pero era necesario que no fuera evidente para que la sociedad no se diera cuenta”.

El general Harguindeguy, si bien fue juzgado después del retorno de la democracia, junto con otros dirigentes relacionados con la dictadura, recibió el beneficio de la amnistía del Presidente Carlos Menem (1986 – por la “Ley 23.492 de Punto Final”). El general murió a los 85 años, el 29 de octubre de 2012, bajo arresto domiciliario, imputado por otros juicios. En 2004 se había negado, con expresiones vulgares, a testificar en un juicio por detenciones ilegales y homicidios relacionados con la Operación Cóndor.

La respuesta del general al Nuncio Pio Laghi. El 2 de agosto de 1976 el Nuncio Mons. Pio Laghi escribió la enésima carta al general Harguindeguy pidiendo noticias sobre personas detenidas o desaparecidas. Eran personas cuyos familiares habían solicitado ayuda a la representación vaticana a través de cartas, notas o conversaciones con los pocos empleados de la Nunciatura. Todos eran nombres y apellidos que cada día pasaban a engrosar el “fichero” de Pio Laghi, que terminó conteniendo más de 5.000 casos.

Esta fue la fría y burocrática respuesta del Ministro:

Ministerio del Interior

Buenos Aires, 16 de septiembre de 1976 (la fecha -16- está escrita a mano, pero el resto está tipeado con una máquina de escribir electrónica).

EXCELENCIA:

Tengo el honor de dirigirme a Usted en relación con su presentación escrita de fecha 2 del corriente, por medio de la cual manifiesta su interés en un grupo de personas que estarían detenidas o desaparecidas.

Al respecto pongo en su conocimiento que en el área que depende de este Ministerio hay antecedentes sobre las siguientes personas:

1. Torres, Domingo Vicente. Detenido a disposición del del P.E.N./Poder Ejecutivo Nacional (Decreto N° 60 – 9 aprile 1976) – Unidades carcelarias Nà – Concepción del Uruguay

2. Resta, Fabián Eduardo. Detenido a disposición del del P.E.N./Poder Ejecutivo Nacional (Decreto N° 998 – 30 de junio de 1976)

A pesar de sus pocos años era el encargado de las impresoras de una de las organizaciones terroristas. Se encuentra en la Comisaría 6a. – Policía Federal

No hay en cambio ningún antecedente sobre:

3.  Pastik, Gustavo José

4.  La Ciopp, Jorge José

5.  Jarach, Franca

6. Zamorano Vega, Carlos Mariano

Si registrano richieste di notizie sulla loro situazione e denunce di scomparsi, fatte da familiari nei casi seguenti:

7. Goyeneche, Hugo Alberto

8. Dublanski, Julia Rosa

9. Gil, Carlo Alberto

10. D’Agostino, Alberto H.

11. Sernardo, Armando

12. Libedinsky, Susana Beatriz

13. Trigo, Raúl Horacio

14. Del Valle Santervaz, Nélida

Como V.E. Sabe, en todo momento y circunstancia ha sido una preocupación de este Ministerio –dentro de sus posibilidades- la defensa de los derechos inherentes a todos los ciudadanos que viven bajo la protección de nuestras leyes. Nosotros garantizamos la paz y la libertad de todos aquellos que desean vivir en paz y libertad.

Sin otro particular, reciba V.E. la seguridad de mi especial respeto.

S.E.R.ma.

Monseñor Don Pio Laghi

Nuncio Apostólico de Buenos Aires

S.D.

Algunas Breves consideraciones. Como se puede observar, el Ministro considera que Pio Laghi es “Nuncio de Buenos Aires” y no Nuncio del Santo Padre (es sabido que los dictadores argentinos poco o nada sabían de la Iglesia y de la Santa Sede, aunque proclamaban ser “católicos fieles al Papa”). Hay que destacar también que de las 14 personas sobre las cuales el Nuncio pide noticias, el Ministro del Interior solo ofrece información sobre dos. Por último, como hacían siempre los dictadores argentinos, aprovecha la oportunidad para propinar frases formales sobre derechos inalienables, protección legal, paz y libertad; valores ampliamente pisoteados por la dictadura militar de aquellos años.

Todas las cartas o comunicaciones en respuesta a los pedidos de la Nunciatura tienen más o menos la misma estructura de la que hemos transcripto.

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