En la magnífica fachada de la Basílica de San Pedro se expusieron grandes retratos de los nuevos santos: 11 mártires y 3 fundadores de institutos religiosos
El 20 de octubre de 2024, el Papa presidió la Misa de canonización de once mártires asesinados en Siria en el siglo XIX, así como de dos monjas -canadiense e italiana- y un sacerdote italiano, los tres fundadores de órdenes religiosas. En su homilía, el Papa subrayó que los cristianos deben servir sin límites y sin afán de poder: "No hacen cálculos, gastan y dan".
El Papa Francisco entró en una Plaza de San Pedro medio llena para celebrar las canonizaciones de 14 beatos bajo un cielo despejado. Unos 65 cardenales, 200 obispos y 530 sacerdotes, sentados en la plaza, concelebraron la Misa de canonización, la segunda de este año. En febrero, el Papa declaró santa a la argentina Mama Antula (1730-1799), elevando a 912 el número de santos declarados bajo el pontificado de Francisco.
En la magnífica fachada de la Basílica de San Pedro se expusieron grandes retratos de los nuevos santos. Los miles de fieles congregados en la plaza pudieron ver los rostros de los 11 "Mártires de Damasco", asesinados en julio de 1860 en la capital siria por musulmanes drusos; la monja canadiense Marie-Léonie Paradis (1840-1912), fundadora de las Hermanitas de la Sagrada Familia, el misionero italiano Giuseppe Allamano (1851-1926), fundador del Instituto Misionero y de las Hermanas Misioneras de la Consolata, y la monja italiana Elena Guerra (1835-1914), fundadora de una congregación encargada de la educación de las jóvenes, las Hermanas de Santa Zita.
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Al inicio de la Misa, el pontífice argentino, ataviado con su mitra y sosteniendo la báculo -la cruz papal- en la mano izquierda, pronunció la fórmula de canonización en latín y decretó que los nombres de los nuevos santos fueran inscritos en el catálogo de los santos.
"Estos nuevos santos han vivido el estilo de Jesús: el servicio", comentó en su homilía.
"La fe y el apostolado que ejercieron no alimentaron los deseos mundanos ni el afán de poder, sino que los hicieron servidores de sus hermanos, creativos para hacer el bien, inquebrantables en las dificultades, generosos hasta el final", dijo.
Ante numerosos participantes en el Sínodo que se celebra actualmente en el Vaticano, el Papa insistió en la noción de servicio, "el estilo de Dios que se hace último para que los últimos sean elevados y lleguen a ser primeros". Para el Pontífice, también los cristianos deben "aspirar" a este estilo, "no al poder, sino al servicio". Y añadió -saliendo de sus apuntes- que "a veces, en la Iglesia, surge este pensamiento: honor, poder..."
Insistiendo aún más, el Papa explicó que el servicio no consiste en marcar puntos "en una lista de cosas por hacer", considerando que la misión está terminada cuando "se acaba nuestro turno".
Por el contrario, subrayó, "el servicio nace del amor, y el amor no conoce límites, no hace cálculos, gasta y da; no se contenta con producir para obtener resultados, no es una actuación ocasional, nace del corazón, un corazón renovado por el amor y en el amor".
Como ya es costumbre, el Papa permitió al cardenal Marcello Semeraro, Prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, celebrar la Misa en el altar, con el pontífice, que pronto cumplirá 88 años, sentado a su lado.
El patriarca maronita Béchara Boutros Raï, que participa en el proceso de beatificación de los mártires de Damasco, también estuvo presente en el altar, al igual que el patriarca latino de Jerusalén, cardenal Pierbattista Pizzaballa.
Entre los líderes políticos presentes en la ceremonia de canonización, el Presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella, fue saludado por el Papa. Francisco también mencionó la presencia del vicepresidente ugandés, que había acudido a Roma para conmemorar el 60 aniversario de la canonización de los mártires ugandeses por el Papa Pablo VI.
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