En su saludo de Navidad Francisco pasó revista a los principales conflictos del mundo: de América Latina a Medio Oriente, de Asia a África. Imploró la paz, “no de palabra, sino eficaz y concreta”, para los abandonados y excluidos, quienes sufren hambre o son víctimas de violencia.
ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ - CIUDAD DEL VATICANO
Concordia para Colombia. La valentía del diálogo y la reconciliación para Venezuela. Los principales focos de conflicto en Sudamérica estuvieron presentes en el mensaje de Navidad del Papa. Francisco clamó por la paz en las zonas “calientes” del mundo. Urgió a que cese el fragor de las armas en Siria, imploró la estabilidad para Medio Oriente y África, llamó a la convivencia armónica en Myanmar y entre las dos Coreas. Recordó a las víctimas de los “viles actos terroristas”, a los refugiados, a los hambrientos, a los niños explotados y a los pueblos que padecen las “ambiciones económicas de unos pocos”.
Poco antes del mediodía romano de este domingo, el pontífice se asomó al balcón central de la basílica vaticana, la Logia de las Bendiciones. Desde allí saludó a una multitud congregada en la Plaza de San Pedro. Escuchó los himnos de Italia y del Vaticano, e inmediatamente después pronunció su mensaje, antes de impartir la bendición “Urbi et Orbi” (a la ciudad y al mundo).
Recordó que el poder del niño Jesús “no es el poder de este mundo, basado en la fuerza y en la riqueza”, sino “el poder del amor”, el poder que “regenera la vida, que perdona las culpas, reconcilia a los enemigos, transforma el mal en bien”, el “poder del servicio, que instaura en el mundo el reino de Dios, reino de justicia y de paz”.
“Hoy este anuncio recorre toda la tierra y quiere llegar a todos los pueblos, especialmente los golpeados por la guerra y por conflictos violentos, y que sienten fuertemente el deseo de la paz”, constató. Entonces leyó una larga lista de zonas de conflicto.
Pidió paz para la “martirizada Siria”, donde “demasiada sangre ha sido derramada”, sobre todo en la ciudad de Alepo escenario, en las últimas semanas, de una de las batallas más atroces. Por eso sostuvo: “Es muy urgente que se garanticen asistencia y consolación a la extenuada población civil, respetando el derecho humanitario. Es hora de que las armas callen definitivamente y la comunidad internacional se comprometa activamente para que se logre una solución negociable y se restablezca la convivencia civil en el país”.?
Imploró la misma paz en la “amada Tierra Santa”, para que los israelís y los palestinos tengan la “valentía y la determinación” de escribir una nueva página de la historia, en la que el odio y la venganza cedan el lugar a la voluntad de construir conjuntamente un futuro de recíproca comprensión y armonía.
“Que puedan recobrar unidad y concordia Irak, Libia y Yemen, donde las poblaciones sufren la guerra y brutales acciones terroristas. Paz a los hombres y mujeres en las diferentes regiones de África, particularmente en Nigeria, donde el terrorismo fundamentalista explota también a los niños para perpetrar el horror y la muerte. Paz en Sudán del Sur y en la República Democrática del Congo, para que se curen las divisiones y para que todos las personas de buena voluntad se esfuercen para iniciar nuevos caminos de desarrollo y de compartir, prefiriendo la cultura del diálogo a la lógica del enfrentamiento”, siguió.
Recordó a las mujeres y hombres que todavía padecen las consecuencias del conflicto en Ucrania oriental, donde –dijo- es urgente una voluntad común para llevar alivio a la población y poner en práctica los compromisos asumidos.
Instó a la paz en “varias zonas” que afrontan sufrimiento a causa de peligros constantes e injusticias persistentes. Deseó que Myanmar pueda consolidar los esfuerzos para favorecer la convivencia pacífica y, con la ayuda de la comunidad internacional, pueda dar la necesaria protección y asistencia humanitaria a los que tienen necesidad extrema y urgente. Y que la península coreana pueda ver superadas las tensiones que atraviesa “en un renovado espíritu de colaboración”.
“Pedimos concordia para el querido pueblo colombiano, que desea cumplir un nuevo y valiente camino de diálogo y de reconciliación. Dicha valentía anime también la amada Venezuela para dar los pasos necesarios con vistas a poner fin a las tensiones actuales y a edificar conjuntamente un futuro de esperanza para la población entera”, precisó.
Entonces dirigió un mensaje de esperanza a las víctimas de los flagelos del mundo: a quienes han perdido a un ser querido debido a “viles” actos de terrorismo que han sembrado miedo y muerte en el corazón de tantos países y ciudades; a los refugiados y emigrantes, a los que hoy son objeto de la trata de personas; a los pueblos que sufren por las ambiciones económicas de unos pocos y la avaricia voraz del dios dinero que lleva a la esclavitud.
“Paz a los que están marcados por el malestar social y económico, y a los que sufren las consecuencias de los terremotos u otras catástrofes naturales. Paz —no de palabra, sino eficaz y concreta— a nuestros hermanos y hermanas que están abandonados y excluidos, a los que sufren hambre y los que son víctimas de violencia”, afirmó.
“Paz a los niños, en este día especial en el que Dios se hace niño, sobre todo a los privados de la alegría de la infancia a causa del hambre, de las guerras y del egoísmo de los adultos. Paz sobre la tierra a todos los hombres de buena voluntad, que cada día trabajan, con discreción y paciencia, en la familia y en la sociedad para construir un mundo más humano y más justo, sostenidos por la convicción de que sólo con la paz es posible un futuro más próspero para todos”, abundó.
Al final de su mensaje, el Papa saludó no solo a las personas presentes en la Plaza de San Pedro sino también a quienes seguían su mensaje por los medios de comunicación. Insistió que en este día de alegría todos están llamados a contemplar al niño Jesús, que devuelve la esperanza a cada hombre sobre la faz de la tierra. Y concluyó con un “¡Feliz Navidad para todos!”.
Comentá la nota