Procuran que el mensaje de amor y paz que trae Jesús aliente la esperanza en poblaciones aterradas por los bombardeos y la incertidumbre acerca de su futuro, y que carecen de lo más elemental. La obra que realizan durante el año.
Sergio Rubin
Navidad evoca el nacimiento de Jesús que viene al mundo con un mensaje de amor y paz. Un amor y una paz que en los últimos años se volvieron muy necesarios con el estallido de nuevos conflictos -o el recrudecimiento de otros- que causaron -y siguen causando- muchísimas víctimas. En medio de esas situaciones de tanto dolor y de tantas adversidades hay, hace años, sacerdotes y monjas argentinos que llevan la asistencia espiritual, pero también material, a poblaciones en conflicto como ocurre en Gaza, Ucrania y Siria. Y que se aprestan ahora a vivir la conmemoración navideña con ellos -cristianos de diversas denominaciones y de otros credos- procurando que no caigan en el abatimiento y la desesperanza.
“Tratamos de mantener la esperanza en Dios Nuestro Señor que puede lo que nosotros no podemos”, dice a Valores Religiosos el padre Gabriel Romanelli, porteño, párroco de la Sagrada Familia, la única iglesia católica de Gaza, en cuyo colegio parroquial están refugiadas desde el inicio de la ofensiva israelí, el 7 de octubre de 2023, unas 500 personas. “En estos más de 14 meses casi nadie salió, salvo para lo estrictamente necesario, porque es muy peligroso”, afirma y señala que entre los 1.017 cristianos que había al comienzo de las acciones bélicas murieron 46, la mitad a causa de bombardeos y francotiradores, y el resto por ser enfermos que carecieron de adecuada atención.
En medio de una ciudad habitada por más de dos millones de personas -ahora en buena medida devastada- Romanelli dice que con otros sacerdotes, monjas de la congregación de la Madre Teresa y laicos rezan diariamente para que al menos se logre una tregua y los rehenes israelíes sean liberados. También para que a los más de cien heridos graves que hay actualmente se les permita salir de Gaza y puedan ser tratados en hospitales de alta complejidad. Y para que la gente pueda volver a sus casas o eventualmente reconstruirlas porque muchas están destruidas. “Todos los días tenemos una hora de adoración delante del Santísimo Sacramento, el rezo del Rosario y la misa”, dice.
Aparte de la religiosa, la obra católica en Gaza incluye tres colegios -dos de los cuales fueron bombardeados y en la tercera están los refugiados-, ayuda con comida para los alojados y unas 2.200 familias del barrio preparada en una cocina donde se agregaron pequeños hornos que se consiguieron en los últimos meses. También se asiste a ancianos enfermos y, a medida que se obtienen, se entregan medicamentos. Las monjas, además, atienden un hogar para discapacitados. Este año no habrá los permisos que otorga el gobierno israelí para que algunos cristianos puedan ir a Belén en Navidad, un anhelo que se renueva cada año como también el de ir a Jerusalén en Pascua.
“Este año viviremos la Navidad de un modo más esencial, preparándonos con la oración, los sacramentos y los cantos porque evidentemente festejos externos no puede haber”, dice el padre Gabriel, quien señala que la celebrarán en la escuela será con los refugiados. “Dentro de la iglesia estamos preparando el pesebre, el árbol de Navidad, unos regalos y unos dulces para los niños y los ancianos”, agrega. No obstante, lamenta que no puedan ir como todos los años a la casa de los enfermos y ancianos con obsequios y bendiciones y cantarles villancicos. Obviamente, el gran ruego a Dios será para que “mueva los corazones” de los que pueden decidir la tregua.
En Ucrania todos están atentos en las ciudades y pueblos a las alarmas que suenan a través de los altoparlantes o en los teléfonos celulares para ponerse a resguardo ante los ataques de las fuerzas rusas con misiles. En el caso de la hermana Cristiana, oriunda de San Rafael, Mendoza, debe llevar con sus compañeras de la comunidad religiosa que integra a un salón más protegido, sin ventana, a los ochenta alumnos de una pequeña escuela primaria y secundaria de la localidad de Ivano-Frankivsk, donde está destinada. “Si nos cae encima un misil no nos salvamos, pero por si cae cerca debemos ponernos a resguardo de la esquirlas”, señala la religiosa.
Aunque Ivano-Frankivsk está cerca de la frontera con Polonia y no es la región más asediada -a diferencia del convento que tiene su congregación en Odessa, en el Mar Negro, o en Kramatorsk, a pocos kilómetros del frente de batalla-, no está fuera de peligro. “Hoy cuatro misiles fueron interceptados a quinientos metros de donde estamos y tuvimos que ir al salón”, dice. Ante semejante situación -sumada a la angustia con la que los alumnos vienen de sus hogares-, Cristiana señala que durante su permanencia en la escuela -entre las 9 y las 17- procuran distraerlos con recreos largos, juegos de mesa y distintas competencias.
Como el colegio entrará en receso el sábado, tres días antes de la Navidad -el año pasado la Iglesia Ortodoxa Ucraniana y la Greco-católica unificaron la fecha de la celebración con la católica romana para diferenciarse de la ortodoxia rusa-, se anticipó la conmemoración y este jueves los chicos participarán de un retiro espiritual y una misa. Al día siguiente habrá un fogón y villancicos. La hermana cuenta que para mantenerles el ánimo les propusieron que “se fijen un propósito que no les cueste mucho y agrade a los otros como alegrar a un compañero o ayudar a la mamá a levantar la mesa con una sonrisa”.
En Siria, después de años de una guerra civil de más de 300 mil muertos y millones de desplazados, la calma parece extenderse tras la rebelión que hace dos semanas derrocó al régimen del dictador Bashar al-Assad. Pero en la ofensiva de los revolucionarios, que comenzaron por la ciudad de Alepo, hubo un gran temor que llevó a que más de 250 pobladores se refugiaran en el sótano de la iglesia de Nuestra Señora de la Anunciación. Allí se desempeñan los sacerdotes Hugo Alaniz, puntano, y Enrique González, mendocino, que hacían milagros repartiendo pan con un horno que consiguieron en el barrio.
La obra de Alaniz y González -junto con otros sacerdotes y monjas- impacta por su vastedad. Además de la labor religiosa, brindan apoyo escolar, cursos de computación, capacitación en oficios, enseñanza de idiomas, programas de microcréditos. Cuentan con dos residencias universitarias. Pero la ayuda inmediata es fundamental porque más del 90 % de la población es pobre -si bien la mitad de los 4 millones de habitantes de Alepo emigró (los cristianos pasaron de 250 mil a 25 mil). Por eso, desarrollan un programa de emergencia que incluye la entrega de alimentos y medicamentos.
El padre Alaniz dice que si bien los rebeldes se muestran hasta ahora respetuosos de los cristianos, su parroquia va a conmemorar este año el nacimiento de Jesús solamente dentro del templo con las celebraciones litúrgicas. “Queremos ser prudentes hasta ver cómo serán las cosas de ahora en más”, afirma. Además, cuenta que están recaudando fondos “para hacerle un regalo a los chicos que siempre lo están esperando y entregarles golosinas”.
Romanelli -a quien el Papa llama diariamente para conocer la situación-, la hermana Cristiana -más los sacerdotes José Montes y Francisco de Igarzábal que también están en Ucrania-, Alaniz y González integran la congregación argentina Instituto del Verbo Encarnado (IVE), que prioriza el envío de sus miembros a zonas de conflicto. En esta Navidad seguramente rezarán con más fuerza que nunca: “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”.
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