El encuentro entre Francisco y las autoridades del país: abran «itinerarios originales que tiendan a alcanzar acuerdos duraderos»
ANDREA TORNIELLI - ENVIADO A BAKÚ
No hay que dejar de intentar nada para alcanzar la paz. En su discurso a las autoridades políticas, Francisco se refiere indirectamente al conflicto en el Nagorno Karabakh, aunque sin nombrar la región que se contienden Azerbaiyán y Armenia, que en la actualidad se encuentra ocupada por las tropas de Yerevan. Después del conflicto que comenzó a principios de los años noventa, todavía se están llevando a cabo las negociaciones para alcanzar la paz, bajo la égida del Grupo de Minsk.
El presidente Aliyev recordó la importancia del «multiculturalismo» en Azerbaiyán, en donde las «religiones viven como en una familia». Y citó el caso del Nagorno Karabakh, «territorio ocupado por los armenios», conflicto que ha provocado «un millón de desplazados».
En su discurso, el Papa observó que Bakú, la capital que se encuentra a la orilla del Mar Caspio, «ha trasformado radicalmente su rostro con construcciones recientes, como en la que se desarrolla este encuentro». De hecho, el contexto que acoge al obispo de Roma, a 14 años de la visita de Papa Wojtyla, es completamente diferente: la «skyline» de la ciudad ha mutado radicalmente.
Francisco, consciente de estar hablando en un país en el que las religiones conviven, indicó que el «esfuerzo común en la construcción de una armonía entre las diferencias es particularmente importante en este tiempo, porque muestra que es posible testimoniar las propias ideas y la propia concepción de la vida sin conculcar los derechos de los que tienen otras concepciones o formas de ver».
«Toda pertenencia étnica o ideológica —continuó—, como todo auténtico camino religioso, debe repudiar actitudes y concepciones que instrumentalizan las propias convicciones, la propia identidad o el nombre de Dios para legitimar intentos de opresión y dominio».
Por ello, el Papa expresa el deseo de que Azerbaiyán «prosiga por este camino de colaboración entre las distintas culturas y confesiones religiosas. Que la armonía y la coexistencia pacífica alimenten cada vez más la vida social y civil del país en sus múltiples aspectos, asegurando a todos la posibilidad de aportar la propia contribución al bien común».
«El mundo experimenta lamentablemente —observa Papa Francisco— el drama de muchos conflictos que se alimentan de la intolerancia, fomentada por ideologías violentas y por la negación práctica de los derechos de los más pobres. Para oponerse eficazmente a estas peligrosas desviaciones, es necesario que crezca la cultura de la paz, la cual se nutre de una incesante disposición al diálogo y de la conciencia de que no existe otra alternativa razonable que la continua y paciente búsqueda de soluciones compartidas, mediante leales y constantes negociaciones».
También entre los demás Estados, concluyó el Pontífice «es necesario proseguir, con sabiduría y valor, por el camino que conduce al verdadero progreso y a la libertad de los pueblos, abriendo itinerarios originales que tiendan a alcanzar acuerdos duraderos y a la paz. De este modo, se ahorrarán a los pueblos grandes sufrimientos y dolorosas heridas, difíciles de curar». Francisco expresó su cercanía «a quienes han debido abandonar su tierra y a tantas personas que sufren a causa conflictos sangrientos», y su deseo de que «la comunidad internacional sepa ofrecer con constancia su indispensable ayuda. Al mismo tiempo, con el fin de hacer posible la apertura de una fase nueva, abierta a una paz estable en la región, invito a todos a hacer todo lo posible para alcanzar una solución satisfactoria».
Comentá la nota