La Iglesia marplatense celebró hoy la ordenación episcopal y toma de posesión de la diócesis de monseñor Gabriel Mestre, quien fue nombrado por el papa Francisco para suceder en el cargo a monseñor Antonio Marino, convirtiéndose en el séptimo obispo de la diócesis. La ordenación fue presidida por el obispo emérito en la catedral de los santos Pedro y Cecilia.
En una celebración presidida por el obispo emérito de Mar del Plata, monseñor Antonio Marino, y concelebrada por el arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, monseñor José María Arancedo; el arzobispo de Paraná, monseñor Juan Alberto Puiggari, el arzobispo de Resistencia, monseñor Ramón Alfredo Dus, y el obispo auxiliar de Buenos Aires, monseñor Joaquín Sucunza; fue ordenado obispo y tomó posesión de la diócesis de Mar del Plata monseñor Gabriel Mestre.
Una multitud colmó la catedral de los santos Pedro y Cecilia para darle la bienvenida al nuevo obispo. Participaron de la celebración el prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, cardenal Leonardo Sandri; monseñor Vincenzo Turturro, encargado de negocios de la Nunciatura Apostólica, por ausencia de monseñor Emil Paul Tscherrig; monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata; monseñor Alfredo Horacio Zecca, arzobispo titular de Bolsena; monseñor Carlos Alfonso Azpiroz Costa OP, arzobispo de Bahía Blanca; monseñor Carlos Humberto Malfa, obispo de Chascomús; monseñor Adolfo Armando Uriona FDP, obispo de Villa de la Concepción del Río Cuarto; monseñor Hugo Manuel Salaberry SJ, obispo de Azul; monseñor Santiago Olivera, obispo castrense; monseñor Enrique Eguía Seguí, obispo auxiliar de Buenos Aires; monseñor Ariel Edgardo Torrado Mosconi, obispo de Nueve de Julio; monseñor Alberto Germán Bochatey OSA, obispo auxiliar de La Plata; y monseñor Gabriel Bernardo Barba, obispo de Gregorio de Laferrere. Participaron también y concelebraron un centenar de sacerdotes.
"No estarás nunca solo"
En su homilía, monseñor Marino destacó que es un momento memorable para la diócesis: “La ordenación episcopal de uno de sus presbíteros, hijo de esta ciudad, quien también dará inicio a su ministerio como séptimo obispo de Mar del Plata”.
El obispo emérito recordó que “el mismo Cristo, por medio de sus ministros, prolonga su presencia salvadora enseñando, santificando y gobernando al pueblo santo de Dios”.
“Hoy se actualiza el designio benevolente del Padre, quien ‘constituyó a Cristo como cabeza de la Iglesia, que es su Cuerpo’, dotándola con la abundancia de los dones del Espíritu Santo. Ésta es la enseñanza del apóstol San Pablo, quien también nos dice que ‘es el mismo y único Espíritu el que actúa, distribuyendo sus dones a cada uno en particular como él quiere’”, agregó.
“Desde Cristo cabeza y esposo de la Iglesia, la unción de su humanidad se prolonga en forma sacramental sobre este elegido suyo para insertarlo en la sucesión apostólica y constituirlo pastor y sumo sacerdote de esta Iglesia particular”, manifestó monseñor Marino y aseguró que “hoy se muestra cómo a través de diversos pastores, un mismo y único ‘gran Pastor de las ovejas’ es el que sigue gobernando a la Iglesia. Por eso, destacamos en especial la presencia de dos de los obispos que ocuparon esta sede episcopal, monseñor José María Arancedo y moonseñor Juan Alberto Puiggari”, expresó.
Dirigiéndose al nuevo obispo, le advirtió que “la Palabra divina atrae y enamora, pero la misión de anunciarla es siempre ardua y las resistencias del mundo pueden llenarnos de amargura”.
“Cuanto más alto es el oficio que recibimos, tanto más profunda debe ser nuestra humildad”, sostuvo monseñor Marino, sobre todo “en quien es llamado a representar a Cristo cabeza”.
“Los obispos, en efecto, somos el centro visible y necesario de la unidad eclesial, pero no el término final al que debe dirigirse todo honor y toda gloria, que sólo se reservan para el Padre, por su Hijo Jesucristo, en el Espíritu Santo”, insistió.
“Querido Gabriel, dar la vida por el rebaño confiado implica la fortaleza del pastor. Nunca se descarta el martirio de la sangre, pero en su modalidad cotidiana dar la vida coincide con el heroísmo oculto y sin aplausos, sobrellevando dificultades cuya solución sólo el Cielo puede dar”, añadió.
“Junto con alegrías pastorales muy auténticas, la cruz de Cristo, en sus variadas formas existenciales, se hará presente en tu ministerio como condición de fecundidad y prueba de tu amor”, reconoció el prelado, y le recordó: “No estarás nunca sólo, porque en la dimensión invisible de la comunión de los santos te estará sosteniendo la oración diocesana de almas sencillas y creyentes. También la mía muy sincera. Y así podrás decir: ‘todo lo puedo en aquel que me conforta’”.
Para finalizar, monseñor Marino destacó que la ordenación del nuevo obispo es un gran regalo que la diócesis recibe en su 60° aniversario y que él mismo recibe al concluir su gobierno pastoral, “ordenando obispo a uno de sus hijos”, y le expresó su reconocimiento y gratitud “por tu fiel servicio hacia mi persona hasta el día de hoy en que el Señor te confía una misión más comprometida”.
“Te rodea una nutrida representación del Pueblo de Dios en sus diversas vocaciones: hermanos obispos, sacerdotes y diáconos, consagrados, consagradas, autoridades civiles, militares, de las fuerzas de seguridad, diversas instituciones, representantes de la Iglesia ortodoxa rusa, familiares y amigos, seminaristas y fieles laicos”, enumeró, y encomendó a la Virgen el servicio pastoral que hoy comienza. “Que Dios perfeccione la obra que ha comenzado en ti”, concluyó.
» Texto completo de la homilía
Padre, hermano y amigo, se comprometió a ser Mons. Mestre
El nuevo obispo dirigió unas palabras a la comunidad diocesana que acompañó su ordenación: agradeció en primer lugar “porque me han permitido experimentar su generosidad siempre desbordante, gracias a Dios por las mediaciones humanas de su presencia que me han edificado profundamente a lo largo de la vida. Mi familia, en primer lugar, los amigos de antes, de ahora, de siempre. La vida toda de la Iglesia, de manera particular en las tres queridas parroquias en las que fui párroco: Asunción, Inmaculada de Villa Gesell, y Catedral”. Agradeció también, en sus 20 años de vida sacerdotal, por haber podido servir en distintas pastorales diocesanas, nacionales y latinoamericanas.
Monseñor Mestre destacó de manera particular la presencia de tres obispos “que fueron pastores de nuestra diócesis y hoy fueron los consagrantes principales de mi ordenación”: monseñor Antonio Marino, primer obispo emérito de Mar del Plata, de quien fue vicario general; monseñor Juan Alberto Puiggari, y monseñor José María Arancedo, quien lo ordenó diácono y sacerdote.
Monseñor Mestre agradeció también la presencia de monseñor Joaquín Sucunza, obispo auxiliar de Buenos Aires; de monseñor Ramón Dus, arzobispo de Resistencia; del cardenal Leonardo Sandri; y de monseñor Vincenzo Turturro, representante del nuncio, que no se encuentra en nuestro país. Dirigió también su agradecimiento al papa Francisco que como instrumento de Dios le ha confiado el pastoreo de esta Iglesia particular, “por su confianza y por haber elegido un hijo de esta Iglesia para pastorear esta misma Iglesia”.
“Me inscribo en la riquísima y fecunda historia” de la diócesis, “un gran abanico de realidades diversas y desafiantes donde niños, ancianos, adultos y jóvenes, familias y comunidades, llevan adelante, entre dificultades y gozo, la vida que se nos ha dado”, manifestó.
En el marco de los 60 años de vida diocesana “me proyecto y nos proyectamos en continuidad con los que la hicieron posible”, agregó el obispo, y expresó su deseo de que en diálogo con todas las comunidades y áreas pastorales, “la Iglesia de Mar del Plata siga creciendo cada día más para ser realmente misionera, siempre en salida, y sea ese hospital de campaña que recibe a tantos hermanos heridos en el camino de la vida, para sanar, curar, liberar y consolar. Una Iglesia misericordiosa y comprometida, alegre y servidora, que por la acción del Espíritu ofrece a todos la vida de Jesucristo. Una Iglesia siempre cercana, y cuidando a los pobres, débiles, enfermos y sufrientes. Una Iglesia que primerea, se involucra, y sale al encuentro de tantos hermanos que no encuentran sentido a su vida. Así y sólo así seremos en serio evangelizadores con espíritu, como el Papa nos pide”.
El nuevo obispo llamó a luchar, como diócesis, “por la verdad, la justicia y la defensa de la vida”, y expresó la intención de “ser instrumentos fieles de la construcción de una Patria más justa y más fraterna, con total y absoluta libertad”.
“La Iglesia no es una ONG, no es un partido político. La Iglesia es la esposa de Jesucristo, instrumento universal de salvación, que vive la alegría del Evangelio y se compromete con una auténtica cultura del diálogo y del encuentro”, recordó.
Finalmente, monseñor Mestre se comprometió a “ser padre, hermano y amigo, palabras que reclaman un equilibrio saludable de cercanía y autoridad, servicio y presidencia, de amor y firmeza, que necesitan de la oración de intercesión de cada uno de ustedes. No quiero olvidarme nunca de que por sobre todas las cosas soy sucesor de los apóstoles y en este sentido seré un hombre de Dios. Oren para que lo sea”, concluyó.
Comentá la nota