El pasado domingo, el Administrador Diocesano, Monseñor Rubén Oscar López presidió la Misa por la Vida en la Catedral de Avellaneda-Lanús. “A la vida se la honra”.
A continuación el texto completo de la homilía:
Fiesta de la Sagrada Familia
No soy médico…, por lo tanto no puedo dar razones médicas sobre ningún tema más allá de lo cotidiano.
No soy político…, por lo tanto mi mirada no es política en el sentido más estricto del término y mis palabras no excederán a las del más común de los ciudadanos.
No soy sociologo…, por lo tanto no esperen que les de un diagnóstico sobre la situación de las familias de hoy en el mundo y en nuestro país y las implicancias que generan lo que se llama los “nuevas formas de familia”.
Soy simplemente un cristiano que lee el texto del libro del Génesis en cual vemos que Dios le promete a Abraham un hijo, la gran bendición para Dios entre todas las bendiciones.
Soy un cristiano que trata de iluminar su vida con la enseñanza de Jesús y que contempla, junto con ustedes en este pasaje evangélico, a Jesús recién nacido en el templo en brazos de su Madre que escucha las profecías de Zacarías y de Ana.
Soy simplemente un cristiano que le está hablando a sus hermanos cristianos sobre de la familia y el don de la vida que la familia en el día de la Fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José. Un cristiano que trata de enseñarles a ustedes a seguir caminando tras los pasos de Jesús…aunque en realidad es un ida y vuelta, porque también ustedes me enseñan a mi. Nos retroalimentamos como se dice en comunicación.
Y cuando hablamos de vida, en este contexto estamos hablando de Vida en plenitud, en abundancia para usar las palabras bíblicas, que es la que nos trae Jesús “Yo he venido para que las ovejas tengan vida y la tengan en abundancia”.
Y si bien al hablar de vida la podemos mirar desde lo médico y/o también desde lo político, e incluso desde lo sociológico, la Iglesia debe (y así lo hizo a lo largo de los siglos y asi lo hace en la actualidad) expresar su postura y su opinión a partir de su propia identidad, a fin de no faltar a la misma y dejar de ser la iglesia de Jesús para transformarse en otra cosa.
La palabra de la Iglesia que se espera sobre este tema y en cualquier tema es sobre todo, desde una óptica de fe, que lejos de estar reñido con otras disciplinas las sobreentiende y las plenifica, porque va más allá de ellas. Y quizá sea por eso que molesta… porque no hay interés de ningún tipo más que la gloria de Dios y la vida que se engendra que, bajo cualquier circunstancia, SIEMPRE es vista como un don de Dios que hay que proteger por encima de las normas médicas, político/sociales y sociológico/demográfico.
Ninguna discíplina humana termina de explicar el misterio del hombre y de la vida. Hay que ir más en profundidad y el Concilio Vaticano II lo ha expresado de manera fantástica: “El misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo Encarnado” (GS,22). Contemplando la vida de Jesús y su Persona es que nosotros podemos comprender verdadera y completamente la vida de cada hombre y de cada mujer que nace o está por nacer.
¿Queremos entender el verdadero sentido de la vida humana? Miremos a Jesús. No podemos prescindir ni separar el Misterio de Dios bajo peligro de quedarnos a mitad de camino.
La vida no se discute. La vida no se debate. A la vida se la recibe. A la vida se la cuida y proteje. A la vida se la honra. Y no hay forma de “honrar la vida” como dice la canción interrumpiéndola en algún momento, ni al inicio ni al final. Solo Dios es capaz de dar la vida y solo Dios es capaz de saber cuando nuestro tiempo se ha terminado. Jugar a ser Dios, o creernos Dios es peligroso, porque si somos capaces de determinar si este debe nacer o no debe nacer, mañana estaremos determinando si este debe vivir o no debe vivir (como ya está pasando, dicho sea de paso, en algunos países “del primer mundo” como gustan llamarlos).
¿Decidir sobre la vida del otro? Nadie tiene ese derecho. Es mi cuerpo me dicen… si, pero no es tu vida. Lo que está naciendo no es un parásito o un “fenómeno” como alguien en estos tiempos lo definió. Es VIDA…
No conformándose con llamar a la Vida “fenómeno”, este personaje subió la apuesta: “si no fuera así -dijo- estaríamos ante el mayor genocidio de la historia”. Es el Caifás de nuestros tiempos, el que profetizó sin quererlo, como el Caifás de Jesús.
Buscando en el diccionario la definición de genocidio, la misma dice: “Aniquilación o exterminio sistemático y deliberado de un grupo social por motivos raciales, políticos o religiosos”.
Son varios los motivos que puedan inducir para seguir segregando vidas en el seno materno. Sería bueno que alguien le diga a este hombre que su profecía es cierta. Que estamos ante el mayor genocidio de la historia
Los Obispos en su mensaje de Navidad 2020 dicen
“Esta Navidad nos encuentra en un momento histórico donde necesitamos una ardua reconstrucción: de las fuentes de trabajo, de la educación, de las instituciones, de los lazos fraternos.Muchas cosas se han roto y necesitan ser sanadas. Es momento de agradecer al pueblo argentino su paciencia, su cooperación, su resistencia.
Sin embargo, en estas últimas semanas el panorama se ha ennegrecido: la opción política pasó a ser una incomprensible urgencia, una febril obsesión por instaurar el aborto en Argentina, como si tuviera algo que ver con los padecimientos, los temores y las preocupaciones de la mayor parte de los argentinos. Otra cosa sería defender los derechos humanos de los débiles de tal manera que no se los neguemos aunque no hayan nacido”.
Mas allá de los sucesos históricos que nos toque atravesar, nosotros desde nuestra fe seguiremos declarando que la vida es sagrada desde el inicio y hasta su final natural. Porque esa es nuestra manera de vivir. Nuestra norma de vida es JESÚS qué nos dice, tomando el mandamiento hebreo: No matarás… porque yo vine a traer Vida y Vida en abundancia (Jn 10, 10).
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