Haití se enfrenta a numerosos retos en materia de inseguridad. Su larga historia de agitación política, inestabilidad, corrupción y pobreza generalizada han contribuido a crear un clima propicio a la violencia. Entrevista al obispo de Anse-à-veau, Monseñor Pierre André Dumas.
Por Jean-Charles Putzolu
Las bandas armadas se han convertido en un grave problema en Haití, sobre todo en la capital, Puerto Príncipe, y otras zonas urbanas. Estas bandas se dedican a actividades delictivas como la extorsión, el tráfico de drogas y el secuestro a cambio de dinero. La situación es tal que la ONU está presionando para que se envíe una fuerza internacional. El Consejo de Seguridad reconoce el deterioro de la situación de seguridad en el país, pero no llega a un acuerdo sobre la formación de una fuerza internacional.
Mientras tanto, el pueblo haitiano queda abandonado a su suerte. Ante la violencia y la incapacidad de la policía, los haitianos se organizan en grupos de autodefensa. Una situación peligrosa para el obispo haitiano de Anse à Veau, Pierre André Dumas.
Monseñor Pierre-André Dumas, ¿qué significa para la población y para usted a diario la presencia de bandas armadas; cómo se vive en este contexto de violencia?
Hay una violencia que afecta a todos los estratos, a todos los sectores de la población, y son los más pobres los que pagan las consecuencias. A nivel de Iglesia local, intentamos estar entre la gente y tranquilizarla. La violencia no tendrá la última palabra. Trabajamos para que haya muchos lugares donde escuchar, compartir y dialogar, y para que la gente recupere la confianza.
¿Hasta qué punto está extendida esta violencia en el país?
A veces, en ciertos barrios o zonas sin ley, hay niños o gente muy joven que se ven obligados a unirse a una u otra banda. Pero ahora hay una reacción de la población. Los pandilleros empiezan a tener miedo y se dice que la inseguridad ha cambiado de bando. Sin embargo, no debemos llegar a una situación caótica y anárquica. La policía tiene un papel muy importante que desempeñar para demostrar que el Estado está organizado. Por nuestra parte, toda la defensa pretende ayudar a la gente a acoger al otro como a un hermano, a que se viva realmente la fraternidad. Sobre todo, no debemos tomarnos la justicia por nuestra mano.
¿Cómo pueden las familias proteger a los niños, evitar que sean reclutados por grupos armados?
Hay que actuar desde el principio. Hemos llegado a este punto porque durante mucho tiempo hemos tenido niños abandonados en las calles, tirados en la naturaleza, viviendo solos, sin familia. A veces, la pobreza extrema ha hecho que las familias abandonen a los niños. Y estos son los niños a los que los políticos han dado armas. Estos jóvenes han tomado las armas, han crecido y se alejan de estos políticos, pensando que pueden ganar dinero por su cuenta. Así que secuestran y piden rescate, y para cobrar utilizan mucha violencia. A veces torturan a la gente. Creo que los valores familiares, la creación de empleo para los jóvenes, el desarrollo humano integral para el país, pueden ayudar al país a resolver un poco este problema.
¿A qué se debe precisamente la falta de medios de las autoridades para luchar contra el fenómeno?
Durante mucho tiempo, Haití ha vivido una situación política extremadamente delicada. No había estabilidad y toda la dinámica del sector turístico estaba un poco rota. Ahora, creo que hay que acompañar más al pueblo haitiano, no decidir por él y hacer que las soluciones vengan de dentro. El pueblo debe asumir su responsabilidad, convertirse en protagonista de su propia historia y aceptar allanar el camino a las generaciones futuras. Siempre que se impone una solución desde fuera, dura un tiempo y luego vuelven a aparecer los problemas originales.
Usted habla de una solución que tiene que venir de dentro. El jefe de la ONU, Antonio Guterres, se declara partidario de una fuerza de intervención internacional. ¿Cree que es una opción viable?
El Secretario General lleva mucho tiempo pidiendo una intervención de este tipo. La ONU ya sabe lo que hay que hacer y sabe que Haití no puede avanzar hacia una solución por sí solo. Al mismo tiempo, no es posible cualquier tipo de intervención. Realmente necesitamos apoyar, consolidar, profesionalizar y reformar la policía, y hacerla mucho más eficaz. Debemos actuar. No me corresponde a mí decir sí o no a una fuerza internacional, pero creo que tenemos derecho a acompañar a la población de forma concreta, a ayudarla a encontrar soluciones y a garantizar que las naciones se pongan de acuerdo para encontrar una salida y permitir que Haití vuelva a ponerse en pie, se estabilice, se haga cargo de sí mismo y, al mismo tiempo, ayude a este pueblo a recuperar la dignidad que una vez tuvo; este pueblo que ayudó al mundo a poner fin a la cuestión de la esclavitud.
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