A 109 años de la muerte de San José Gabriel del Rosario Brochero, patrono del clero argentino, una multitud celebró en la localidad cordobesa que lleva su nombre
Monseñor Ricardo Araya, obispo de la diócesis de Cruz del Eje, fue quien presidió la celebración central
En su homilía, monseñor Araya llamó a llevar a los hechos el cariño profesado al santo cura Brochero y conminó a "rendirle un homenaje completo al cura Brochero haciendo los Ejercicios Espirituales … todos, como cada uno pueda"
Los verdaderos Ejercicios brocherianos son "los que tienen gusto a piedad popular, abiertos a todos, los que desde el Evangelio constituyen a un Pueblo nacido de Dios"
Alberto Roselli. Diácono y periodista
A diez años de la beatificación del “cura Gaucho” y cuando se cumplirán en octubre próximo, siete de su canonización, una multitud de peregrinos y sacerdotes participó de la celebración en un nuevo aniversario de su muerte que se lleva a cabo por los propios habitantes de la zona desde 1915, el año siguiente de aquel 26 de enero de 1914 en que, enfermo de lepra y ciego, Brochero cumpliera su misión en la tierra. Tenía 74 años.
La celebración central se llevó a cabo desde las 20, hora en que el santo Cura expiraba, en la plaza central de la Villa, enfrente al Santuario dedicado a Nuestra Señora del Tránsito donde descansan sus restos y es centro de peregrinación de decenas de miles de fieles por año.
Monseñor Ricardo Araya, obispo de la diócesis de Cruz del Eje, fue quien presidió la celebración central, acompañado de algunos obispos y de buena cantidad de sacerdotes y diáconos, aunque el marco central lo dio la multitud de peregrinos que, en grupos o en familia, vivieron con la hondura propia que inspira el lugar, el misterio de Cristo cercano en sus santos.
Brochero no sólo construyó caminos, escuelas y capillas en esa zona por entonces postergada, sino también un colegio de niñas y una casa de Ejercicios atendidas por la religiosas Esclavas del Sagrado Corazón, fundación cordobesa y que aún ejercen esas tareas, y desde donde Brochero evangelizó a través de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio a miles de pobladores, existiendo registros de tandas de entre 200 y 700 ejercitantes, en numerosas oportunidades durante todo el año.
En su homilía, monseñor Araya llamó allevar a los hechos el cariño profesado al santo cura Brochero y conminó a que en este año, décimo aniversario de su beatificación en 2013, “podamos rendirle un homenaje completo al cura Brochero haciendolos Ejercicios Espirituales … todos, como cada uno pueda, como cada cura pueda organizarlos, un día o más, todos los años, en cualquiera de sus modos, cada uno poniendo algo, como se hacían entonces, y sin excluir a los pobres”.
El obispo cruzdelejeño compartió un escrito del padre Aznar, sacerdote jesuita que continuó con los Ejercicios luego de la muerte del santo cura donde escribe: “En su viaje a San Luis, cuenta el viejito Oropel, Brochero llevaba algunos libros y siempre leía el Evangelio (en voz alta), se callaba (hacía silencio), meditaba y después predicaba…”
Monseñor Araya acentuó las actitudes de dejarse empapar por el Evangelio y luego hacer silencio para descubrir el gusto que el Señor quiere dejarnos. “Ese es el objetivo de los Ejercicios Espirituales, descubrir lo que Dios quiere para cada uno. Por eso Brochero también escuchaba a todos.”
“El Evangelio ayuda a encontrarnos con el querer de Dios … se hace camino de vida … se hace camino comunitario. Porque esos son los verdaderos Ejercicios brocherianos: los que tienen gusto a piedad popular, los que son abiertos a todos, los que desde el Evangelio constituyen a un Pueblo nacido de Dios. Como dice el Papa Francisco: “el santo pueblo fiel de Dios”.
Araya narró ejemplos de descendientes de parroquianos de Brochero que aún conservan el patrimonio de practicar Ejercicios Espirituales, transmitido de generación en generación.
“Y así han de ser las parroquias –continuó Araya- y la Iglesia, un Pueblo peregrino y evangelizador, es decir, que anuncie al Señor”.
“Evangelio y Silencio, enfatizó el obispo. Evangelio en las manos y en los labios, y silencio en el corazón, para después predicar a Jesús”.
“Ojalá –concluyó- que los Ejercicios Espirituales sean capaces de llenar ese gusto por el silencio que tenemos todos”, concluyendo con la expresión dirigida a los presentes: “Sean Bienvenidos! Los esperamos siempre!”
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